miércoles, 30 de marzo de 2011

Marianela. Tertulia

Puede que esté equivocado, pero tuve la impresión al salir de la tertulia que de muy buena gana hubiéramos seguido otras dos horas más hablando de Galdós, de su época, del naturalismo, de las novelas de tesis y de las otras y de no sé cuantas historias más. 

Es Galdós uno de los escritos españoles más conocidos, pues no en vano sigue figurando entre los planes de estudios de nuestra “actimélica” enseñanza obligatoria. Basten, por tanto, unas breves notas biográficas. Vivió entre los años 1843 y 1920 y cultivó la novela, el teatro y el periodismo. Descubre el naturalismo con La Taberna de E. Zola, el liberalismo de la mano de Sagasta y, muy probablemente, el amor con Emilia Pardo Bazan. Su apabullante producción literaria ocupa ocho apretados tomos en papel biblia, por cierto, espléndidamente editados en los años cuarenta y cincuenta, por la editorial Aguilar. Estudia Derecho aunque nunca ejerce. Galdós a su llegada a Madrid es testigo de dos hechos que le causaron una profunda impresión: la represión policial de una manifestación estudiantil en la Puerta del Sol acaecida el 10 de abril de 1865 que terminó con la muerte de numerosos jóvenes, episodio conocido históricamente como la noche de San Daniel; y la sublevación del Cuartel de San Gil el 22 de junio de 1866, intento de golpe de estado o pronunciamiento que acabó con el fusilamiento de noventa sargentos. Pese a conocer enseguida el éxito, Galdós, mal administrador, acabó muriendo en la más absoluta miseria. 

Marianela, que figura entre las llamadas “novelas de tesis”, no ofrece aparentes complicaciones. Galdós toma tres ideas o conceptos, a saber, el primitivismo rural, la filosofía o metafísica y el progreso científico, crea tres personajes que encarnen cada uno de tales principios y los dispone, como si se tratara de un laboratorio, para que interactúen en la realidad de una explotación minera de Cantabria en la España de la Restauración. Veamos cada uno de estos personajes:
  • Marianela - Una joven con apariencia de niña, en terminología actual con síndrome de desmedro. Vive con los Centeno y al amparo de la misericordia de la gente. Su constitución le impide la realización de cualquier trabajo en el ambiente propio de una mina, por ello su única ocupación es servir de lazarillo al señorito Pablo, ciego de nacimiento. Galdós la describe así:  “…mujer mirada con vidrio de disminución… No conociéndola, se dudaba si era una sombroso progreso o un deplorable atraso”. No tiene padre ni madre. Nació un día de Difuntos, su madre era una vendedora de pimientos que la abandonó. El padre era farolero y se llevaba a la niña en una cesta, pero un día la niña se salió de la cesta y se cayó al río (parece que es padre quien acaba desgraciándola). Se sabe fea porque conoce la belleza del campo y explica a Pablo cómo son las estrellas, las hierbas, las nubes, el cielo, el agua, los relámpagos, las veletas, las mariposas, el humo, los caracoles, el cuerpo, la cara de las personas y de los animales. No sabe leer y tiene una panteística concepción religiosa. Encarna el primitivismo rural. Acaba muriendo “de muerte” como dice Teodoro, fruto de un amor imposible, en suma de romanticismo.
  • Teodoro Golfín - Hombre de mediana edad, bondadoso y de principios rectos. Médico que le da el don de la vista a Pablo e intenta salvar a la Nela. Es hermano de Carlos. Cierto que es la única persona que se preocupa de la Nela, la salva del intento de suicido, pero en realidad es más ciego que Pablo, pues trata de convencer a la Nela a base de teorías psicológicas de la hermosura interna. En realidad está más alejado de la verdad que la propia Nela. “¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué nací…? ¡Dios se equivocó! Hízome una cara fea, un cuerpecillo chico y un corazón muy grande. ¿De qué me sirve este corazón grandísimo? De tormento nada más. ¡Ay!, si yo no le sujetara, él se empeñaría en aborrecer mucho… ¿Adónde voy yo ahora, qué soy, ni de qué valgo? Todo lo perdí, todo, y quiero irme con mi madre (suicidarse)” Teodoro insiste en un largo discurso totalmente incompresible para la Nela en sus tesis cristiano-espirituales y acaba por tirar de la Nela y llevársela en brazos “como si fuera una planta que acaba de ser arrancada del suelo dejando en él las raíces.” (Atinada comparación galdosiana) Sin embargo la entrada de Teodoro cargado con la Nela en la habitación de Florentina que está rezando devotamente de rodillas, resulta de una ampulosidad que hoy nadie se permitiría. Es el científico, la concepción kaussiana liberal.
  • Pablo - Joven ciego, de muy buena posición social que conocía sus tierras como la palma de su mano y disfrutaba de la compañía de la Nela y de las lecturas de su padre. Joven muy sensible e inteligente. De él dice Teodoro que es “la belleza ciega hecha para recreo de los que tienen vista.” Para él todo son conceptos abstractos, metafísicas, ilusiones de la razón que filosofa.

No parecen malas ideas para una novela, ocurre, sin embargo, que las construcciones verbales y el estilo lastran el discurso narrativo, muy anclado en aquello que se tiene que decir. Tertulianos hubo que afirmaron haber visto personajes hechos de piedra, pues permanecían inalterables a lo largo de toda la novela. Se adujo a tal observación que la narración se desarrollaba en un plazo muy breve de doce días y parecía comprensible, la ausencia de tal desarrollo interno de los personajes. Debe tenerse en cuenta, en todo caso, que Galdós prestó poca atención al fluir del tiempo en la novela por lo que cabe admitir cierta rigidez en las pinceladas de  verosimilitud del trío protagonista. 
Fueron muchas las ideas apuntadas. La discusión del final de la novela con el “Sketches from Cantabria” trajo dos interpretaciones en cierta forma complementarias: la de quienes consideraron un simple recurso para dotar de realismo a la historia de la Nela y aquellos otros que preferían considerarlo como un dardo cargado de ironía y veneno hacia las formas ampulosas de la burguesía de la época. Marianela, al final, en su sepulcro fue una ricahembra. La pedantería y estupidez de Teodoro Golfín que endiosado tras devolver la vista a Pablo, acaba por admitir que no es más que un carpintero de los ojos cuando la Nela entrega su alma. Nuevas interpretaciones del trío protagonista, considerando que Marianela es el pasado, Pablo, el presente y Golfín, el futuro. La maestría de Galdós al bosquejar con gran plasticidad personajes muy secundarios, cual es el padre de Marianela, el farolero que se llevaba a su hija a trabajar metida en una cesta. El hecho de que al inicio de la novela Pablo, el ciego, sea quien conduzca a Golfín por las oscuridades de la noche hasta la casa de su hermano y al final de la novela sea Golfín quien arranque de la oscuridad a Pablo (recuérdese aquello de que San Pablo cayó del caballo y vio la luz). Se expresó por uno de los tertulianos la sugerente idea de que la novela está a caballo entre el romanticismo y el realismo, y que posee mucha teatralidad, hasta el punto de que fue adaptada como obra de teatro e interpretada por Margarita Xirgú en presencia del propio Galdós. En fin, realmente es imposible recoger la ingente cantidad de valiosas intervenciones que se produjeron, incluida la del fuerte platonismo (incluido el mito de caverna) que recorre toda la novela.
Nos gustaron los fogonazos galdosianos. Ahí van unos pocos: las nasas donde duerme la Nela se comparan con un bivalvo, los hombre y las mujeres que vienen de tomar la mañana, los lechos de la Mariuca y la Pepina que están paramentados con abigarradas colchas, la metalización del hombre culto o la comparación, y termino, que hace Galdós entre una planta que ha dejado sus raíces en la tierra y Marianela, cuando esta es salvada por Teodoro del suicidio. 
Termino con una sugerencia: la semana Galdós que se unirá a la de Rulfo. En fin, habéis estado hoy tan brillantes que es un placer daros las gracias por vuestra asistencia a la tertulia. Nuestra próxima lectura es Unamuno, “San Manuel Bueno, mártir”.

viernes, 25 de marzo de 2011

Un pájaro traicionero (Cuento)

Juan M. Gómez Cortés. Fotocomposición

–¿Y por qué?
–Porque es de todos. Ya te lo he explicado antes.
–Pero no lo entiendo, mamá. Es más mía que de nadie, yo le he dado un nombre y ya me conoce, ¿por qué tiene que marcharse?
–Bueno, vamos a ver si logro explicártelo de una vez.
–¡Venga!
–El canario…
–Es canaria mamá, se llama “Juani” y…
–Bien. Te acordarás de que hace un mes la “Juani” no existía, estaba en su jaula en medio del patio del colegio. Todas las mamás, las de tus amigos Felipe, Santiago y Francisco, decidimos comprar unos boletos para ver si teníamos suerte y nos tocaba el canario. De eso sí te acuerda, ¿verdad Pablo?
–Sí, sigue…
–Pues bien, dijimos entonces que el canario pasaría tres meses con cada uno de los niños, tres meses contigo, otros tres con Felipe y así sucesivamente. Tú has sido el primero, ha pasado el tiempo y ahora le toca a Felipe.
–Eso sí lo entiendo, pero…, es que ahora la “Juani” ya me quiere y yo la quiero a ella, ¿cómo se va a ir con Felipe que ni le conoce ni nada? Además Felipe es un caracol, y a la “Juani” no le gustan los caracoles.
–¡Ja!, ¡ja!, ¡ja! ¿Qué es eso de que Felipe es un caracol? Ahora soy yo quien no te entiende.
–¡Ahí mamá! Un caracol es un… caracol. Felipe es muy aburrido y la “Juani” no va a querer quedarse con un caracol.
–Sí quiere.
–¡No! ¡No quiere!
–Eres tú el que no quiere, Pablo. Sé sincero.
–No, no quiero… No es justo.
–¿Cómo que no es justo? Lo que no es justo es que tú quieras quedarte con…, la “Juani”. Seguro que Felipe nos está esperando y no para de asomarse a la ventana. Llámale y verás que es cierto lo que te digo.
–¡No!
–¡Piénsalo!
–¡No!
–Mientras te vistes lo piensas, luego hablamos.
Pablo sale de la cocina, entra en el salón y se para ante la jaula. La “Juani”, una canaria verdosa, brinca de un palo al otro y agita sus pequeñas alas. En su pico brilla una gota de agua. Pablo acerca una silla y se sube, después mete su dedo índice entre los barrotes dorados de la jaula. La “Juani” lo observa desde el otro palo, de pronto da un brinco, estira el cuello y le picotea el dedo, dejando en la punta de la yema de Pablo, la gota caliente de agua que antes colgaba de su pico. Pablo saca el dedo asustado y a punto está de caerse de la silla. Mira su dedo enrojecido y se ríe.
–Eso me gusta, Pablo, que te rías –dice la madre desde la cocina.
Pablo se baja de la silla, la vuelve a colocar en su sitio y camina por el pasillo con el dedo en el aire.
–Mira mamá, me lo ha picoteado todo…
–¿Pero aún no te has vestido?
–Todo, mamá. No se puede ir, me necesita.

Pablo lleva la jaula sobre las piernas y cada dos por tres, levanta la tela que la cubre, mira un instante a la “Juani” y luego frunce el ceño.
–No te preocupes, que ya le diré a ese soso de Felipe que me deje ir a verte todos los días.
–¿Qué dices, Pablo? –le pregunta su madre– No te oigo con el ruido del coche.
            –Nada, le hablo a la “Juani”
–¡Ah! ¡Bien!
–Felipe es un niño absurdo que no te va a gustar, porque cada vez que juega al fútbol se aparta de la pelota como un tonto.
Pablo acerca la cara a la jaula hasta introducir su nariz entre los barrotes dorados. La “Juani”, miedosa, se deja caer al suelo y busca un rincón imposible donde esconderse. Pablo retira su cara, abre el ventano de la jaula y mete dos dedos agitándolos en el interior. El pájaro se agacha, arquea la cola y mira con sus ojos negros la fealdad de sus escamosas patas, jadea y, de pronto, emprende un agitado revoloteo. Pablo se asusta, saca la mano con brusquedad y cuando vuelve a abrir los ojos, la jaula está vacía.
–¡Ay mamá! ¡Ay! ¡Ay mamá!
–¿Qué pasa, Pablo?
–¡Ay mamá! ¡Qué no está! ¡Ay, ay, ay!
La mamá de Pablo sabe que algo importante acaba de ocurrir, pero tiene dos coches delante y otros dos detrás, la calle es de dirección única y hay peatones a ambos lados de la acera. Necesita un sitio donde estacionar. Tensa los músculos de sus piernas y aprieta las mandíbulas. Un coche se asoma por una calle transversal, la mamá de Pablo aprovecha para detenerse y le cede el paso, se gira y contempla atónica a la “Juani” posada sobre la cabeza de su hijo Pablo. Hecha un manojo de nervios se baja del coche. Los dos chicos jóvenes que ocupan el vehículo de detrás, la ven echarse las manos a la cabeza, se apean y es entonces cuando se dan cuenta de la situación. Uno de ellos que viste un jersey rojo comienza a reírse, el otro abre la puerta de atrás del coche donde está Pablo con la “Juani” encima de la cabeza, se sienta y con un movimiento certero la atrapa y la introduce en la jaula. Pablo le mira salir, pero está tan asustado que le resulta imposible hablar.
Cuando llega a la casa de Felipe, Pablo, que ni siquiera ha saludado, agarra del brazo a su amigo y llevándose aparte le dice: “Oye, nunca, pero es que nunca, nunca, pase lo que pase, abras la jaula; es un pájaro muy traicionero”

miércoles, 23 de marzo de 2011

Antonio Tabucchi. Tertulia.


Antonio Tabucchi es un escritor italiano, como nacido en la provincia de Pisa el 24 de septiembre de 1943. Profesor de Literatura y Lengua Portuguesa, predilección por dicha cultura que ha marcado su vida y su obra, en buena medida debido al influjo de Fernando Pessoa.

No dio la tertulia más de sí que la novela, y hasta es muy posible que aquélla fuera más cicatera que ésta. Los temas se abordaron muy de pasada, porque, se adujo, que también el escritor lo hace todo con cierta tendencia al abandono, deja caer los argumentos narrativos, las ideas y hasta los personajes, que se mueven en la novela con parámetros muy determinados: cada personaje de forma sucesiva le va diciendo al otro lo que tiene que hacer (a veces el lector tiene la tentación de cuchichearle al personaje la grandeza de la rebelión), hasta llegar al abogado kelseniano (Fernando Mello de Sequeiro). Es en ese momento, cuando nos topamos con quien ha de tomar sobre sí, la pesada carga de hacer justicia; entonces el lector se detiene un instante y piensa: este sí, en este el escritor pondrá toda la carne en el asador. Pues no. Tabucchi lo despacha con una simple nota: es tan parecido a Charles Laughton que le llaman Loton. Y para refrendar la escasa vigorización de un personaje tan esencial en la novela, se sacó a relucir el episodio del magnetófono con el cual Firmino había pretendido recoger la integridad del alegato final del cinematográfico letrado en la vista que juzgaba a los policías corruptos. No parece coherente que el autor sustituya el discurso por una serie, por cierto muy prolongada, de puntos suspensivos.
Tengo para mí que en realidad la novela está construida sobre simples pilones de puente. Pretende con ello el escritor expresar el carácter binario que preside toda construcción literaria. Me limitaré a señalar los más evidentes:
  • Lisboa/Oporto.
  • Marginalidad/credibilidad (los testigos oculares que presencian el asesinato son seres marginales que no merecen credibilidad).
  • Maestro/alumno (hasta cierto punto esa es la relación de mantienen Loton y Firmino).
  • Mentira/verdad (la que une la propia ficción de la novela con el hecho verídico en el que se basa o, ya dentro de la novela, la verdad material que busca el abogado y el disfraz con el que se defiende el policía).
  • Ética/corrupción (dentro y fuera del Estado de Derecho).
  • Infancia/madurez (la visita de Lotón a la finca donde fue criado de niño donde se abraza con su hermano de leche, revela la tremenda soledad en la que vive el abogado, dueño de toda una manzana de viviendas).
  • Joyerías/geranios (la Rua da Flores).
  • Pasado/presente (Loton se sabe de memoria una guía antigua de trenes de Suiza y en la misma secuencia Firmino acaba hablando de la relación con su novia).
  • Periodismo/opinión pública (la bondad con la que el autor trata esa relación allá por los años noventa y el polo opuesto en el que ahora ha acabo por situarse)
  • Teoría/realidad (no me resisto a comentar que Kelsen caminando por la Rua da Flores parece una gallina con botas katiuskas)
  • O aquellos que aparecen más solapados: Firmino, el periodista, tiene como ambición escribir un trabajo sobre un tema tan evanescente como la influencia de un teórico marxista en la novela portuguesa (o algo por el estilo); y, sin embargo, debe enfrentarse a la resolución de un espantoso asesinato. También me parece interesante la polarización entre los espacios abiertos, donde se descubren las cosas (la cita de Camus que reproduzco de memoria: los problemas están en la calle, parece relevante) y los cerrados, donde ocurren (la comisaría, el sótano del abogado, la propia pensión de doña Rosa, el club del policía corrupto)
Es verdad que a la novela se le ven las costuras, está demasiado dirigida por la mano del escritor, lo que resta credibilidad a la narración. No es desde luego una novela de personajes, sino más bien de ideas, de interpretaciones, donde los “actores” se definen más por sus características que por sus realidades. Y para ello, no duda el escritor en servirse de mitos culturales (las referencias a Kafka y su famoso cuento “la colonia penitenciaria”, las teorías de Kelsen, Nietzsche o Jean Amery, por ejemplo), aunque la falta de solidez en los planteamientos, ofrezca resultados más bien pobres.  
Parece que la conclusión no puede ser otra que se trata de una novela fallida, fallida no tanto por carencias técnicas, sino porque promete mucho, pero ofrece poco. Y ciertamente que promete; basta pensar en la sugerente destreza con la que Tabucchi construye el personaje de Diocleciano que se dedica a pescar cadáveres en el río Duero por cuenta de un tanatorio; en el gitano Manolo, otrora el Rey, con el que se inicia la novela; o en la plástica descripción de la Rua das Flores, de los puestos ambulantes o el colorido de los rojões en la pensión de Dona Rosa. No es, ciertamente, la mejor novela de Tabucchi, pero es indudable que contiene aciertos muy estimables.
En fin, como siempre gracias a todos por vuestra asistencia. La próxima lectura es la recogida en el margen derecho del blog, esto es “Marianela” de Benito Pérez Galdos.

viernes, 18 de marzo de 2011

El color de los días (Cuento)

Luis Jesús Labrador, acuarela
   
   A Pablo Escorial, siempre en nuestro corazón.

No me di cuenta de que hoy era blanco, hasta que terminé mis abluciones. Y me extrañó, la verdad, porque lo primero que aparece en mi espíritu cuando me despierto es el color del día. Sí, el color como una divisa, como un mapa que me sirve para orientarme. El gris asfalto del lunes me indica que debo ponerme en marcha, que hay montones de cosas por hacer y que la fiesta del fin de semana ha quedado atrás. El peor de los colores amanece con el martes, ese color sucio de las nubes de tormenta que veo aproximarse sobre mi cabeza, y que me obliga a recorrer las horas que me separan de la noche como si me hubiera bebido toda una botella de vino de Marsala. Pero el blanco de los miércoles me inspira, por eso me sorprendió, más aún, no tenerlo delante al despertar. ¡No!, no soy una mujer supersticiosa, pero respeto los anuncios.

Miré mi agenda nada más llegar al trabajo. Afortunadamente no me había cruzado con nadie. Odio a la gente a primera hora de la mañana. Soy políticamente progresista, pero conservadora en lo cultural; pienso que la riqueza nunca ha bastado para construir una civilización, que se necesita además, imaginación y una buena cantidad de mujeres en medio de todo, imprescindibles para que nada se tenga por seguro. Digo todo esto porque la moral, toda moral, se asienta siempre en el pasado, y la barbarie humana pretende hacer tabla rasa de, precisamente, el pasado. Estas son mis ideas, y mi trabajo recomponer el mundo roto en mil pedazos. Supongo que ya es hora de que lo diga, soy un ángel. Ocupo un buen puesto en la Oficina Especial para el Examen de la Veracidad y Honorabilidad de los Testigos que se dedica a la selección de buenas personas. Es una labor que exige mucha imaginación; los candidatos son astutos y enseguida te reconocen, se dan cuenta de que se la juegan y arrojan todas sus armas pensando que mostrarse indefenso, es la mejor forma de salir victoriosos del encuentro.

El día iba a ser apretado: una docena de elegidos, seis hombres y seis mujeres, pues procuramos mantener la paridad, no queremos reproches. La primera prueba siempre es el color. Cada sujeto posee el suyo. Están los individuos que emiten una luz muy apagada sobre un fondo oscuro, generalmente el marrón, que son inmediatamente descartados. Su destino es el regreso. No puedo ser más precisa, sólo puedo decir que son la mayoría. A los otros, los que poseen un haz luminoso idóneo, se les hace recorrer un pasillo muy largo. Los primeros que se eliminan son aquellos que caminan sobre sus dientes como si fueran cangrejos; son las bestias, no sirven más que para adorar a santos desnudos, criaturas darwinianas que pertenecen a un pasado muy remoto, apenas sin moral. Su destino es la piscina de los santos óleos. Después vienen los de genuésico deambular, o sea, aquel que se verifica con una tendencia natural a inclinar las rodillas hacia el suelo; son candidatos cuya luz no procede de su interior sino que han aprendido a reflejar la ajena, meros espejos. Son conducidos a la sala de satélites. Suelen quedar entonces dos tipos de individuos: los que sienten inclinación a la ciencia y su luz procede de la célula, se los espolvorea con ceniza y se guardan aparte; y aquellos otros que muestran predilección por la poesía y ofrecen un corazón menos sensible que su paladar. Estos son becados.

Quedaba un último candidato. Un hombre cuya luz se fingía mortecina, pero que poseía la luminosidad que vive en el fondo de los estanques. Era un sujeto de campo que andaba renqueante y torcía ligeramente el pie izquierdo al echar el paso. Cuando lo examiné de cerca, me sorprendió la ausencia de desdoblamiento tan característico de la especie humana. No quedó más remedio que utilizar la última de la pruebas. “¿Qué es el mundo?” le pregunté. La respuesta salió de su boca torneada: “un sitio donde están los vivos, los muertos y, además, todos aquellos que aún no han nacido”

A veces los miércoles tienen el color de Dios.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El camino. Tertulia


Miguel Delibes Setién nace en Valladolid el 17 de octubre de 1920 y fallece en la misma ciudad el 12 de marzo de 2010. Novelista español muy apegado a su tierra, estudia derecho y accede a la cátedra de Historia del Comercio, muy pronto comienza a colaborar con el diario El Norte de Castilla, primero como dibujante y luego como periodista de provincias. De su paso por el periodismo Delibes dijo que le fue muy útil porque en él solte pluma y aprendí a decir mucho en poco espacio.
En 1947, con tan sólo veintisiete años escribe su primera novela “La sombra del ciprés es alargada” ambientada precisamente en Ávila, con la que consigue el premio Nadal. En ella ya aparece uno de los temas recurrentes en Delibes: la muerte como acto de despojamiento humano, versión castellana de la pérdida que representa el “te dejo o me dejas” demostrando la falsedad del verso becqueriano que se lamentaba de la soledad de los muertos.  Si la siguiente novela “Aun es de día” (1949) parece mantener la línea emprendida en la anterior, es en “El camino” (1950) donde Delibes da un salto sustancial en su progreso novelístico. No sólo es la estructura narrativa que se monta optando por el punto de vista de un niño de once años, en la noche anterior a su marcha a la ciudad para “progresar” estudiando el bachillerato, sino fundamentalmente por razón del lenguaje y el “tono” que Delibes emplea. Este tono es el fruto de una peculiar manera de entrelazar la visión, ciertamente en ocasiones idealizada, de la vida rural en un pueblo de Cantabria, y la confianza con la que el escritor se sobrepone al mismo punto de vista que adopta merced a un maravillo estilo indirecto. Delibes, al acotar la narración en un espacio temporal muy breve, una noche, tiene la pretensión expresa de mostrar al lector, una realidad que se escapa de modo irremisible. a saber la dicotomía campo/ciudad. Fue este el primer tema que abordó la tertulia.  
Unos expresaron que no hay razones para pensar que Daniel, el Mochuelo, no vaya a regresar al pueblo (por cierto según datos aportados por uno de los tertulianos parece tratarse de la localidad  de Molledo-Portolín en Cantabria, lugar donde Delibes pasó los veranos de su infancia) una vez terminados sus estudios y pueda convertirse, por ejemplo, en médico como le dice uno de los vecinos. Otros sin embargo insistieron en que Delibes traza una nítida marca de separación entre ambos medios, el rural y el urbano, y así se deduce del hecho de que para progresar hubiera que salir del pueblo o de la circunstancia misma de que Tomás, el hermano de Germán, el Tiñoso, que estaba colocado en una empresa de autobuses, y por tanto trabajaba en la ciudad, procediera a cortar ,de la cinta que adornaba la corona enviada por el Mochuelo y el Moñiga, el mote de "Tiñoso", de indudable mal gusto para quien habita en la ciudad. En fin de lo que no hubo duda, fue de que el lector se percata en seguida de que el Mochuelo vive,el abandono del pueblo, como el final de la infancia, de ahí que alguien apuntara que el llanto del Mochuelo que pone término a la novela sea, o el último de un niño o el primero de un adulto. 
También el lenguaje y la prosa de Delibes ocupó un espacio destacado en la tertulia. El lenguaje utilizado por Delibes es, en muchos casos, el propio del mundo rural que posee una significación muy precisa y ahondando en el sentido, eminentemente práctico, que en el ámbito de los pueblos todas las cosas poseen  Valga como ejemplo, el nombre exacto de la "mierda" de las reses, a saber: boñiga y cagajón, por no mencionar palabras que ya en aquella época se habían dejado de utilizar en las ciudades, así: barda, tazar, herrada, acitara… Si el lector actual no puede dejar de reconocer su ignorancia, no es ello óbice para paladear la intensa emoción de conocer a través de Delibes “el nombre exacto de las cosas”. 
Respecto de la prosa del maestro Delibes aunque hubo tertulianos que le achacaron cierta falta de ritmo, la llaneza y simplicidad de las construcciones le dotan de mayor autenticidad y profundidad. En todo caso no puede sino destacarse la variedad de recursos que Delibes emplea: la ironía (basta recordar a las tres Guindillas "desfilando" como hijas de guardia civil, camino de la iglesia), el lenguaje poético ("... un silencio abierto sobre cien sollozos reprimidos...") o los elementos puramente descriptivos muy cercanos al lenguaje cinematográfico (en la descripción del pueblo)
Se dedicaron buenos y agradables minutos a recorrer los apodos de los personajes, las historias particulares de alguno de ellos (las Gundillas se volvieron a llevar la palma) o el sorprendente dato del tiempo que empleó Delibes en escribir la novela (no lo revelaré para no deprimir a los futuros novelistas que nos siguen)
Al hilo de esto último, se comentaron un par de anécdotas con las que podemos dar por concluido este resumen. Una, la negativa de Delibes a tomar parte en un premio literario ante una invitación realizada al efecto, afirmando que no podía aceptarlo por lo que pensarían los demás novelistas, lo que habla de una grandeza ética y humana sobrecogedora (¿cuántos harían lo mismo hoy en día?); y dos, la también respuesta negativa de Delibes a dirigir el diario "El País" por las malas circunstancias personales por las que atravesaba, de nuevo honradez, autenticidad y dignidad. Un ejemplo para todos.
Gracias a todos por vuestra asistencia y entrega. Procurar no sobrecargar la red con vuestros comentarios.
El libro de la tertulia siguiente es la novela del escritor italiano Antonio Tabucchi "La cabeza perdida de Damasceno Monteiro" 
   

lunes, 14 de marzo de 2011

Oriana (relato)


Se abrieron al mismo tiempo. Los ojos en busca de luz, de aire la boca. Y un instante después me desperté; un despertar como un chasquido, como el trueno que surge de la oscuridad en que lo ha dejado el rayo. Me estaba ahogando. Tosí un par de veces, aunque me tapé la boca con el embozo para no despertar a Marga. Ella estaba dormida, y apenas se acomodó entre las sábanas, mientras emitía un leve suspiro en señal de protesta. Cuando se calmó de nuevo, pude escuchar el silbo dulzón del aire entrando y saliendo, suave y rítmico, por los orificios de su estrecha nariz; eso me tranquilizó un poco. La angustia me había llevado a pensar en despertarla, como otras tantas veces había hecho cuando algo en medio de la noche me sobresaltaba, o como en aquella época en la que solíamos abrazarnos de madrugada, colmados de deseo, para amarnos medio dormidos y enajenados. Era ese un amor era tan irreal que, luego, durante el día, su recuerdo parecía el caer en una afable hipnosis. Y la vergüenza que sentíamos hacía que no nos mirásemos a los ojos por si, en verdad, todo aquello no había ocurrido, o por no reconocer que el deseo nos podía llevar tan lejos. Ahora ya no recordábamos la última vez que ocurrió.

    Pero no lo hice, no la desperté. No habría sabido qué decirle, de haberme preguntado: “¡qué te pasa, qué ocurre!”  En absoluto sabía qué me había ocurrido. Un sueño sí, había sido un sueño… mas no, no había sido un sueño. No como otros sueños. En los sueños se ven cosas, se oyen cosas, se habla, se vive; siquiera de un modo absurdo, pero se vive; uno se reconoce a sí mismo y a quienes lo rodean. Se hablan idiomas inexistentes, la gravedad desaparece, la risa es de agua. Esto no había sido un sueño; allí no había nadie, no era algo imaginario: había sido real… otra cosa, una sensación difícil pero real; una aporía, un cortarse los hilos sobre los que se sustenta el espacio… un acabarse algo por dentro, tan pequeño y diminuto que apenas si se pudiera decir que existía, pero cuyo vacío pesaba más que el propio mundo.

   ¿Tendría que ver con el diagnóstico? ¿Habría empezado ya? El médico me advirtió de que podía ocurrir en cualquier momento, de que era necesario estar prevenido. Pero jamás pensé que pudiese doler. No de este modo. Era un dolor sin origen ni destino; horizontal, lo colmaba todo. Y me sentí triste, muy triste, y los ojos comenzaron a inundarse. No pude contener la pena que ahora me asfixiaba e irritaba la garganta hasta hacerme imposible respirar. ¿Por qué me ocurría todo esto? ¿Por qué veía y sentía estas cosas tan raras, desde el día en que recordé a Oriana después de tantos años?

   Intenté serenarme de nuevo. Primero mediante la respiración, y comprendí que no tenía nada que ver con eso. Luego repasé mentalmente todo mi cuerpo para convencerme de que no había de qué preocuparse; no dejaba de repetirme que sólo había sido un sueño muy raro, y nada más que eso: un sueño. Pensé mis pies y mis piernas, el vientre. Recorrí mentalmente las manos, los fuertes brazos… pero al llegar al pecho, ¡oh, Dios!, lo reconocí de inmediato: ¡allí había ocurrido, había sido precisamente allí, bajo la capa coriácea, en algún remoto lugar cerca del corazón! Sentí que el pulso se aceleraba y que la sangre bullía en mis venas. Me faltaba otra vez el aire; miré de reojo a Marga: dormía. ¡Tenía que intentar serenarme, o me iba a dar un infarto! Quizá a causa del diagnóstico se podían sentir esa clase de cosas, quizá fuese un efecto propio del proceso que ya había comenzado. Sí, seguro que se trataba de eso, de un efecto secundario, de un síntoma. ¡Pero lo sentía con tal intensidad y convencimiento!

   Deque supe su cobijo acabé por encontrarlo, o él me encontró a mí. Volvió como en el sueño, aunque esta vez despacio, lentamente, como un dolor viejo que ya no asusta tanto. Fue entonces cuando lo supe, cuando comprendí que había sido una pequeña muerte, un deslizar hacia un talud inexorable. Pude ver que un labrador terminaba su huebra para siempre y que al caer la tarde, viejo y rendido, había mirado a los ojos duros de sus mulas y les había dicho: ¡mañana ya no volveremos! Volvía a mí como un final que ya no admitía principio. Algo había muerto en mí, y sin embargo estaba fuera de mí… Había muerto un pájaro. Un gorrión de ojos llenos de abriles, uno que siempre reía. Sus plumas sobre la tierra, y su pecho volteado hacia el orbe cristalino e inmenso en el que volaban miríadas de pájaros. Desde su frío sentí que me llamaba. ¡Un solo pájaro es tan poca cosa entre millones de ellos! Pero yo estaba muriendo, en soledad, su única e inmensa muerte.
 
 Autor: David Lentisco.

viernes, 11 de marzo de 2011

Mzungu y yo (Cuento)

Maribel Zoya Cerrudo, óleo
Maribel Zoya Cerrudo, óleo
      
  A Maribel Zoya Cerrudo.

Nací en un poblado a orillas del lago Victoria el mismo día que Idi Amin abandonó mi país, Uganda. En casa, no todos éramos negros, con nosotros vivía una mujer tan blanca como la flor del café. Tenía un peto verde y un motokaa venía recogerla y no regresaba hasta que la luna se apagaba. La llamábamos la “Mama” y se ocupaba de traer cosas al poblado. Un día llegó con una pizarra negra, y nos dio a cada uno de los niños una tiza blanca con la que blanqueamos nuestros rostros oscuros, y por la noche jugábamos a reconocer nuestros caras blancas en la oscuridad. Nos enseñaba las palabras en inglés. Decía “hujambo” es “how are you” y luego nos hacia escribir en la pizarra negra. Mi familia tenía una plantación de café y los niños tenían que trabajar. Todos en el poblado, trabajaban en el café. La “Mama” murió  pero nos dejó una niña blanca con la mirada rasgada. Yo me ocupé de cuidarla porque era la mayor de todos los niños de la casa, tenía seis años. Después venía Kisema y más atrás Umbele y Kipua que significa nariz pequeña. A la niña blanca la llamamos Mzungu. Todos me trataban con respeto porque cuidaba de la niña Mzungu. El jefe del poblado, Udole, que significa delgado, me acariciaba la cabeza y daba golpes en el suelo con su bastón de palo de naranja en señal de aprobación. Me quedaba sola en el poblado cuando todos iban a los campo de café porque la niña Mzungu, decía Udole, podía cambiar la forma de las cosas. Comprendí que la niña Mzungu debía aprender el idioma de la “Mama”, y mientras los demás trabajaban, la niña Mzungu y yo, mirábamos las letras y los dibujos en los libros que había dejado su madre blanca. La pizarra debió de esconderla Udole o se la llevaría algún animal, porque no volví a verla después de que la “Mama” muriera. Escribíamos con un palo en la tierra copiando los dibujos y las letras de los libros que había dejado la “Mama”.
Cuando Mzungu se hizo grande, Udole murió y el nuevo jefe del poblado Kiguu, que significa pie pequeño, después de que la planta del café se perdiera, le señaló con el dedo a Mzungu el agujero negro de la luna  blanca y le dijo que se marchara. Mi padre lloraba. Mi madre había muerto unos días antes que Udole y pensé que lloraba por eso. Me pidió que no dejara sola a Mzungu y  me fuera con ella. Mi padre era una persona muy astuta. Me dijo que mi única oportunidad de no morir en la selva era recorrer las zonas boscosas por sus límites a lo largo de toda la Banga, ese brazo de tierra que penetra en el lago Victoria, hasta encontrar a una persona blanca que se hiciera cargo de Mzungu y de mí. “No dudes, hija mía –me susurró en la oscuridad- que cualquier blanco que vea a Mzungu la recogerá. Tú no te apartes de su lado. Pon mucha atención a los ruidos. Si oyes un estampido como de trueno repetido, corre en esa dirección” Después siguió llorando.
Caminamos tres días hasta que oí retumbar, cogí de la mano a Mzungu y comencé a gritar “come on!, come on!” Pero no vimos a nadie. Cuando apareció la luna, Mzungu señaló en la lejanía una luz de fuego que seguimos durante toda la noche. Amanecía cuando vimos el motokaa de la “Mama”. Mi padre tenía razón, los blancos me llevaron con Mzungu.
Ahora vivimos en Jija con una familia de blancos, en un poblado muy grande. Aquí el café es negro y el jefe se llama Adams y pinta cuadros con pintura blanca y negra. Por las noches, Mzungu y yo lloramos por  su "Mama" y por mi padre, pero por la mañanas le sonrío a los ojos cerrados de Mzungu.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Pedro Páramo. Tertulia.


Se impone un intento de resumen (quizás me haya salido un poco largo):

Juan Preciado va a Comala a visitar a su padre, Pedro Páramo, porque así se lo prometió a su madre Dolores Preciado, antes de que ésta muriera. “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro". Y a continuación "Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo"

Abundio, el arriero, también hijo de Pedro Páramo es la persona que conduce a Juan Preciado a Comala. Juan tuvo que esperar en Los Encuentros a que llegara alguien. La referencia al Hades y a Caronte es más que evidente. Dice Abundio: Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del Infierno. Le dice además que en Comala no vive nadie y que Pedro Páramo murió hace muchos años. Bien pudo entonces Juan darse la vuelta pues su viaje no tenía ya finalidad alguna. A pesar de eso entra en Comala donde el abandono es evidente: pueblo sin ruidos, pisadas huecas.

Eduviges Dyada (se presenta ella misma) es la persona que acoge a Juan. La casa de Eduviges esta llena de tiliches, de los muebles y trastos de las personas que se fueron del pueblo y nunca volvieron. Eduviges ya conocía que Juan iba a llegar porque su madre, Doloritas, se lo había anuncido. Eduviges dice que Doloritas y ella se hicieron la promesa de morir juntas. Hace siete días dice Juan que murió su madre.

A continuación aparece la infancia de Pedro Páramo relatada en tercera persona, donde se intercalan párrafos en primera persona en los que Pedro Páramo habla de su amor por Susana San Juan desde que eran niños.

Vovemos al relato en primera persona de Juan Preciado. Eduviges le dice que pudo haber sido su madre. Juan se da cuenta de la extrañeza de esa mujer “Su cara se transparentaba como si no tuviera sangre” Conocemos que Doloritas fue la esposa de Pedro Páramo y que lo abandonó para irse con su hermana Gertrudis. Eduviges habla de Abundio que se quedó sordo y que ya murió, Juan dice que el Abundio que él ha conocido no era sordo, por tanto no debe ser el mismo. Eduviges habla también de Inocencio Osorio, que trabaja de amasador en la Media Luna, se le conocía como Saltaperico por su agilidad en los brincos, era un provocador de sueños, un pulseador, una especie de brujo.

Vuelve la infancia de Pedro Páramo.

Sigue la conversación entre Juan Preciado y Eduviges. Relata la muerte de Miguel Paramo, quien fue amante de la propia Eduviges. Miguel tenía una novia en Contla y encontró la muerte al salta  con su caballo la tapia de piedra que Pedro Páramo había mandado levantar en la Media Luna.

Pedro Páramo recuerda la muerte de su padre. Han matado a tu padre le dice su madre.

Aparece el padre Rentería en el entierro de Miguel Páramo. Conocemos que Miguel había matado al hermano del padre Rentería y violado a su sobrina Ana. El padre Retería acaba aceptando unos monedas de Pedro Páramo a cambio de bendecir el cadáver de Miguel. Asistimos a los remordimientos del padre Rentería por su connivencia con Pedro Páramo. Conocemos que Eduvigis se suicidó y el padre no quiso perdonarla.

Vuelve el relato en primera persona. Damina Cisneros que cuidó a Juan cuando era pequeño, viene a buscarle a la casa de Eduvigis y quiere que e vaya con ella a la Media Luna. Le dice que esa habitación donde se encuentra Juan Preciado, fue donde ahorcaron a Toribio Aldrete y que allí dejaron el cadáver encerrado.

Aparece el personaje de Fulgor Sedano, el administrador de Pedro Páramo. Es él quien ejecuta a Toribio Aldrete y quien hace a Dolores Preciado la proposición de matrimonio de Pedro Páramo (es un matrimonio de intereses por el dinero que les debe a los Preciados). Va contando cómo liquida los asuntos dejados por su padre Lucas Páramo: los Preciados, Toribio Alpedrete y los Fragosos, se trata de propietarios importantes que sucumben a la violencia de Pedro Páramo.

Regresa Juan Preciado con su relato en primera persona. Juan recorre el pueblo con Damiana Cisneros que le dice que el pueblo está lleno de voces, de ecos, le relata que al venir a buscarlo ha visto a su hermana Sixtina que murió cuando Damiana tenía doce años. De pronto, cuando Juan le pregunta a Damiana si está viva, Damiana desaparece. Juan recorre ya en solitario las calles de Colama y escucha las voces:
  • Dos mujeres que huyen de Filoteo Aréchiga que es quien le llega mujeres a Pedro Páramo
  • Galileo que es informado de que acaba de perder sus tierras que han pasado a ser de Pedro Páramo. Es su propio cuñado, el cuñado de Galileo, quien lo extorsiona.
  • Juan entra en una casa donde hay una extraña pareja desnuda. Cuando despierta, el Donis se ha marchado a buscar un becerro y habla con su hermana-esposa. Esta le dice que no sale nunca (tiene la cara llena de pecados), pero a pesar de ello asegura que hay habitantes en el pueblo, está Dorotea, Melquíades, Prudencia el viejo, Sóstenes. Que por las noches se encierran por la cantidad de ánimasque salen (pero ellos Donis y su hermana-esposa sólo tienen media casa con techo, el resto está caído) Juan dice que se quiere irse de Comala y el Donis le dice que espere a mañana.
Donis se va por la noche y Juan se queda con la mujer. Se acuestan en la misma cama y a medianoche Juan siente como la mujer se ha convertido en tierra y se disuelve en su propio sudor. Juan sale y los murmullos lo matan. Cuenta su propia muerte: el frío que salía de su propia sangre es lo que acaba por helarle el alma. Donis y Dorotea lo entierran. Es entonces cuando nos conocemos que Juan está muerto y enterrado entre Dorotea y Susana. Juan le dice a Dorotea que le trajo la ilusión y Dorotea contesta que eso cuesta caro.

Vuelve la tercera persona para contar los desmanes de Miguel Páramo, parece tratarse de los primeros desafueros del hijo del cacique. Miguel hace algún tipo de trato con Dorotea a cambio de que esta reciba comida todos los días. No sabemos en qué consistió el pacto.

Hablan Juan Preciado y Dorotea, ella le cuenta que su vida ha sido tan dura que el cielo está aquí donde está ahora, en la tumba. El padre Rentería le negó la salvación, el cielo, la gloria.

Le comunican a Pedro Páramo la muerte de su hijo. Pedro Páramo recuerda cuando su madre le informó de la muerte de su padre. El padre Rentería presiente la muerte de Miguel y no puede dormir. Recuerda que él fue el responsable de poner ese instrumento de maldad (Miguel) en manos de su padre, porque el padre Rentería llevó al recién nacido a Pedro Páramo diciendo que la madre había muerto en el parto. El padre le dice a Pedro Páramo que con la sangre que lleva el niño no quiere la responsabilidad de quedárselo y Pedro Páramo se queda con el niño. El padre Rentería va a Contla a buscar la absolución del sacerdote, pero este se la niega. Ya entonces el padre Rentería se queja de la gran cantidad de muertos que hay en Comala y de que allí nada germina.

Se introduce la voz de Susana San Juan que recuerda la muerte de su madre. Nadie fue a velarla, nadie al entierro. Debe haber muerto hace mucho dice Dorotea. Voces explicando la venganza que se tomó Pedro Páramo después de la muerte que parece accidental de su padre cuando asistía a una boda. Dorotea le dice a Juan que Pedro Páramo después de la muerte de Susana lo abandonó todo y se sentó en el camino.

Regreso de Susana a Comala. Recuerda Pedro Páramo las veces que intentó hacer regresar a Susana y su padre Barlomé San Juan. Pedro Páramo le dice a Fulgor que necesita que Susana se quede huérfana.

Los desvaríos de Susana y la agravación de su locura.

El Tartamudo le da a Pedro Páramo la noticia del asesinato de Fulgor Sedano. Inicio de la revolución. Pedro Páramo hace llamar a Tilcuate, pero vive pendiente de Susana. Cuál era el mundo de Susana San Juan eso nunca llegó a saberlo.

Susana habla en primera persona desde su tumba.

Los revolucionarios llegan a la hacienda de Pedro Páramo.

Gerardo le informa a Pedro Páramo que Tilcuate ha sido derrotado. Gerardo es el abogado de Pedro Páramo y le dice que se va. Gerardo espera un acto de generosidad que no se produce.

Damiana Cisneros habla de que en un sola ocasión intentó colarse en su habitación Pedro Páramo y lamenta que no lo haya vuelto a intentar. Le ve meterse en la habitración de la chacha Margarita.

Damasio, Tilcuate, informa a Pedro Páramo que no ha sido derrotado. Que se ha unido a los villistas. Damasio le pide dinero. Pedro Páramo le dice que vaya a sacarlo de los ricos de Contla.

Muerte de Susana.

Tilcuate se pone al lado del padre Rentería que se levantó en armas.

Pedro Páramo solo en la puerta grande de la Media Luna se lamenta de la muerte de Susana. Habla en primera persona.

Abundio Martínez cuenta que su mujer Refugio se ha muerto. Va a ver a Pedro Páramo para que le ayude a enterar a su mujer. Abundio mata a Pedro  Páramo que muere desmoronándose como si fuera un montón de piedras.


Varias fueron las ideas e interpretaciones que se discutieron, véamos algunas:

  • La utilización por parte de Juan Rulfo de valores universales (el amor, la muerte, el rencor, la violencia...) como elementos configuradores de personajes y situaciones, lo que hace que la novela sea muy accesible a pesar de la complejidad estructural. 
  • El determinismo con el que se mueven los personajes, quizás una consecuencia de lo anterior, en la medida en que el campesino sólo puede comportarse como tal y el cacique debe asumir su papel, el que se espera de su condición.
  • El pesimismo que subyace en la novela. Este fue un tema polarizado. Según una postura la novela se abre con la esperanza que Juan Preciado tiene depositada en su padre y se cierra con Pedro Páramo desmoronándose como un montón de piedras. Nada queda de aquella esperanza e ilusión, sólo un montón de piedras en medio de un páramo. Este universo tan cerrado no permite albergar esperanza alguna. Otra postura se basa en las notas de humor que aparecen en el texto (la fiesta que acaba por celebrarse en Comala cuando suenan las campanas por la muerte de Susana San Juan, en la confusión de que se trate de un toque de fiesta y no mortuorio) o en las propias palabras de aquélla antes de morir "Él (Dios) me cobijaba entre sus brazos. Me daba amor" En todo caso Pedro Páramo ya se encarga de decir "Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre" cuando se entera de lo que ha pasado en el pueblo con los toques de campana (el rencor de que hablábamos antes)
  • La  musicalidad y poesía que envuelve el lenguaje de Juan Rulfo, fueron destacadas por varios de los participantes y ello es más destacable en la medida en que da la impresión de que el uso del adjetivo ha sido muy moderado. Es muy probable que el empleo del lenguaje del pueblo incremente esa sensación de prosa "rimada". Como ejemplo valgan unas cuantas palabras: tiliche, jiote, otate, pochote... o algunas frases "detrasito de él, en la sombre, aguardaba el Tilcuate", "...un pañuelo con orillas de llorar..."
  • El empleo de la primera y la tercera persona, a veces de forma inmediatamente sucesiva, provoca en el lector cierta desorientación. Da la impresión de que el autor reservó la primera persona para los tres componentes fundamentales del corazón humano: la ilusión y la inocencia de Juan Preciado, al amor de Pedro Páramo por Susana San Juan y la locura de ésta. Es, desde luego, una interpretación.
  • Se apuntó el carácter claramente mitológico de la novela, al recoger aportaciones culturales de los mitos griegos, latinos, cristianos, indígenas y, naturalmente, el particular culto a la muerte propio de la idiosincrasia mexicana.
  • Alguno de los tertulianos aportó datos muy importantes de su biografía que ponían de manifiesto una personalidad ciertamente paranoica. Tuvo un infancia muy difícil, quedando huérfano a los diez años y pasando por un orfanato, su padre fue asesinado y varios miembros de su familia tuvieron una muerte violenta. Se aportaron datos que hablaban de una gran inseguridad y cierta tendencia a la soledad y al solipsismo.
  • Parece evidente que Rulfo obliga al lector a implicarse en el universo cerrado que construye, y a rellenar esos grandes agujeros que abre con su escritura "icerbergniana" por emplear el simil de la tertulia anterior de Hemingway. El lector es una parte muy importante de la novela del mexicano.
En fin, estoy seguro de que hay otros muchos puntos de interés que he pasado por alto y que cubriréis con vuestros talentosos cometarios.
Una vez más, muchísimas gracias por vuestro interés y asistencia que en este caso ha sido muy especial por la dificultad de la novela y las cantidad de ideas y datos que habéis aportado.
El libro propuesto para la semana que viene es la novela de Delibes "El camino".




viernes, 4 de marzo de 2011

Es como todo (Cuento)

Luis Jesús Labrador, acuarela

—¡Buenas tardes! Tengo por aquí unos libros que dejé apartados…, el otro día. Había una chica que no recuerdo cómo se llamaba…
—Mónica, puede ser Mónica. ¿Alta y rubia?
—Sí, sí… Esa, esa. El caso es que…, bueno yo vengo por aquí a menudo. Tú, tú eres… Adolfo.
—No, Adolfo suele estar los domingos, yo soy Alberto, pero sí me suena tu cara de verte por aquí.
—Pues eso… Oye, tú sabes si… ¿hemos cobrado ya la pensión? Disculpa, lo digo porque como te veo que cojeas y aquí estáis como voluntarios.
—Ya, ya… No, aún no. Hasta el veintiséis o veintisiete nada.
—Y… ¿a qué estamos hoy? Porque yo ando bastante despistado.
—A veintiuno.
—Pues ese es el caso que hasta que no cobremos la pensión…
—Llévatelos si quieres, me das tu nombre y yo lo dejo apuntado. Cuando cobres te pasas y liquidas.
—¡Muchas gracias! Alberto me dijiste ¿no?
—Sí, Alberto.
—Yo soy Francisco, Paco no, ¡eh!, Francisco. Mira a ver si los encuentras, son libros que hablan de la madre Teresa de Calcuta que me gusta mucho.
—¡Hombre! Pues yo a la madre esa, la verdad, no la sigo.
—¡Vaya! No creas que por eso yo soy un meapilas, pero a la madre Teresa de Calcuta la tengo mucho respeto. ¿Tú crees en Dios?
—No sé… Verlo no lo he visto.
—¡Ahí está! ¡Que yo tampoco! Y entonces…
—Mira, cuando lo de la pierna estuve en coma un buen montón de días, y yo no vi nada, ni luces, ni ángeles, ni leches. Así que…
—¡Verlo no lo has visto! ¿Verdad? Igual que yo.

Fuera llovía. Desde la librería se veían pasar manadas de turistas cubiertos de plásticos de colores y paraguas abiertos camino de la catedral. Enfrente, una fuente lanzaba con fuerza un chorro de agua sobre el pilón de granito gastado.

—¿Adónde irán esos con lo que cae? –dijo Francisco.
—A rezar a la catedral seguro que no.
—El caso es que yo sí que rezo, pero a mi modo. Mira, por ejemplo, cojo un libro de la madre Teresa de Calcuta y me la imagino tan poquita cosa en medio de los pobres y luego me digo ¡qué mujer! Y le echo un pedazo de padre nuestro, lo que me salga. ¿Qué te parece?
—Bien, hombre, bien ¿Qué quieres que me parezca? Si a ti te sirve –respondió Alberto.
—Me sirve. Me sirve. Bueno eso y las pastillas, claro. Lo mío es cosa de la cabeza, ¿sabes? Pero no te vayas a creer que estoy loco, sólo que las obsesiones si no las controlas no te dejan vivir.
—Ya, ya, ya… Bueno, es como todo ¿no?
—Sí, como todo –concluyó Francisco.
—¿Entonces, qué? ¿Te llevas los libros?
—Claro, pero ya sabes que no te los pago ahora.
—No hay problema. Mira apunto aquí en esta agenda tu nombre y la cantidad que dejas a deber y cuando cobres te pasas. ¿Estamos, Francisco?
—Sí. Estamos, Alberto.
—A ver dame tu nombre completo.
—Francisco Franco Bahamonde.

Fuera llovía. Desde la librería se veían pasar manadas de turistas cubiertos de plásticos de colores y paraguas abiertos camino de la catedral. Enfrente, una fuente lanzaba con fuerza un chorro de agua sobre el pilón de granito gastado.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La tertulia de Hemingway

Brillante, magnífica la faena de nuestro Javier en la lidia del hemingwayano morlaco. Y no era fácil, no señor. Trataré de resumir alguna de las claves:
1.- Para Hemingway el hombre y la naturaleza no pueden relacionarse sino en función de un criterio de soberanía. El hombre cuando sale al campo no sale para contemplarlo, sino para dominarlo y para ello se vale de todo cuanto está a su alcance (armas, cañas, hachas, etc) y en esa lucha es el valor del hombre lo que está en juego. Hemingway admite que el hombre puede comportarse cobardemente en una ocasión, pero tiene el deber de redimirse. Eso queda muy claro en "La breve vida feliz de Francis Macomber". Si Francis se ha portado como un cobarde por huir del león herido, la posterior caza de los búfalos le redime por haber demostrado su capacidad de dominar el miedo y enfrentarse al fracaso anterior. El hombre vale si demuestra valor.
2.- También se discutió acerca del tratamiento que da Hemingway a las relaciones de pareja, al hilo de este mismo cuento. De alguna forma da la impresión de que Hemingway traslada su concepción hombre-naturaleza a la unión hombre-mujer, de forma que siempre uno de ellos tiene que ser el dominador y otro el dominado. Es curioso caer en la cuenta de que si seguimos las claves que el autor nos va dando en el relato aludido, Margot, la esposa de Francis, acaba "matando" a su marido cuando asiste a su transformación en un hombre por el valor demostrado al enfentarse al búfalo herido que lo acomete. Margot comprende que su poder de dominación sobre él ha terminado, que ha dejado de ser un hombre sometido por cuanto ha sido capaz de mostrar su valor. Es entonces cuando Margot lo mata y al mismo tiempo disfrazar el asesinato como un accidente de caza, lo cual habla de la astucia del personaje femenino. No cabe duda de que el tratamiento de la mujer en Hemingway ha sido un tema objeto de críticas por su misoginia.
3.- Respecto del lenguaje y el estilo, cabe destacar el empleo constante de la elipsis. Los cuentos son como pequeños iceberg que el lector debe integrar con la parte sumergida. Hemingway es tacaño en el lenguaje, esconde las claves y obliga al lector a estar muy atento, a convertirse en escritor, dotando a sus relatos de un plus de sinceridad y autenticidad. Igualmente se señaló la tensión con la que Hemingway suele iniciar los cuentos. Valga de nuevo como ejemplo el de Francis Macomber, en las primeras líneas se lee "...intentando simular que nada había ocurrido..." 
Bueno el resto podéis ir aportándolo con vuestros comentarios.
La lectura propuesta para el siguiente miércoles es "Pedro Páramo" de Juan Rulfo. No contamos en este caso con ningún especialista por lo que habrá que poner mucho de nuestra parte.
Gracias a todos por vuestra asistencia e interés.