miércoles, 21 de diciembre de 2011

Rayuela de Julio Cortázar. Introducción.

Cortázar fue favorecido por los escritores que le sucedieron y leído como ejemplo a seguir. Durante los algo más de veinticinco años que han transcurrido desde su muerte, ha sido constante el halago, y la puesta en excelsas alturas literarias de su prosa creativa. Se ha construido con él uno de esos iconos culturales que solo sirven para arrinconar a los autores. «¡Oh, claro, Cortázar!». Pero, ¿quién lee hoy en día, ahora, en este momento, Rayuela?, ¿tiene razón de ser, sentido, actualidad, leer Rayuela?, ¿sería posible publicar hoy en día una novela como Rayuela?, ¿es Rayuela una novela gratificante para el lector? Porque el Cortázar de las novelas no es el mismo que el de los cuentos. Esta importante distinción, siendo evidente, no es fácil de formalizar. Su aprehensión radica en un antes y un después, el cuento es un acontecer que la novela explorará a posteriori. El primero está imbuido de la sutileza, en la segunda el autor se limita a trazar los caminos, senderos, por los que el lector puede diversificar su paseo, y será el paso exploratorio del lector lo que autentique la escritura. Hasta cierto punto, Rayuela no es otra cosa que un ejercicio práctico sobre la creatividad, y se la ha tachado de anti/contra-novela es porque en ella, todos los hilos están sueltos. No es casualidad que el origen de Rayuela sea un sueño del mismo Cortázar, y como en todos los sueños a medida que se intentan contar, en realidad, se están descontando, es decir, restando.

El texto de la novela primero se llamó Los juegos, más tarde Almanaque, posteriormente Mandala y, finalmente, Rayuela. La obra aparece dividida en tres partes:
a)      Del lado de allá [1-36]
b)      Del lado de acá [37-56]
c)      De otros lados (capítulos prescindibles) [57-155]

Cortázar llegó a agruparla de muy diversas formas, que van desde la utilización de colores –evidentemente por campos temáticos-, a la asignación de una letra o el nombre de un personaje a cada uno de los capítulos.

Novela deliberativa, gozosa epifanía del lenguaje, juego de restar casillas, novela por hacerse y un sin fin de calificativos o frases se han dicho sobre Rayuela. Fue publicada por la Editorial Sudamericana en Buenos Aires, en 1963. El 22 de mayo de 1961 Cortázar anuncia a su editor y amigo, Francisco Porrúa, la conclusión de la novela; sin embargo en agosto de ese mismo año advertirá que lleva unos meses tratando de poner orden en la novela, es decir “que lo estoy desordenando de acuerdo con una leyes especiales cuya eficacia se verá luego, cuando tenga el coraje de releer de un tirón las seiscientas páginas.” Corrige las pruebas a bordo de un barco entre Buenos Aires y Marsella en mayo de 1962 y discutirá con Francisco Porrúa sobre la portada diseñada por el pintor Julio Silva. En julio de 1963, un Cortázar pletórico remite una carta a su editor anunciándole que por fin Rayuela, después de cuatro años de trabajo, está en sus manos.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Sinfonía para Sonia de Raúl Barroso. Novela.


La novela tiene su origen en uno de esos cabos sueltos que con tan irritante frecuencia, aparecen en los procesos creativos. Muy pronto me di cuenta de que el hilo demandaba una madeja propia, y lo separé de la novela primigenia donde había surgido. Pero tan pronto como se vio en telar propio, tiró de mí con tal fuerza que me obligó a abandonar el inicial proyecto y tuve que dedicarle todo mi tiempo, pues tiempo era lo único que podía ofrecerle. Evolucionó como un acordeón. Por días o semanas, su envergadura era la de un cóndor, y otras veces, por meses en este caso, se contraía hasta el aleteo de un gorrión. Acabé por obsesionarme y constantemente le preguntaba a la madeja por el gato y, a este, por aquella. Tardé en darme cuenta de que el problema era mi falta de lealtad con el lector, quería construir y para ello no dudaba en forzar a los personajes. Los obligaba a sentir y estos expresaban su sufrimiento tornándose marionetas. No sabría decir en qué momento fui consciente de mi crueldad, creo que se trató de un proceso lento de maduración. Despacio, volví sobre mis pasos y fui cambiando, borrando, corrigiendo, en un proceso paralelo de enmendación propia. Puse todo el cuidado en dejar oscuro solo aquello que para mí, como escritor, lo estaba. Cuando por fin la novela estuvo terminada, me planteé con seriedad su publicación. He de reconocer que dudé mucho. Decidí dejar pasar un tiempo y afrontar después la lectura con todo el desapego de que fuera capaz. No me reconocí en la novela, era como si la hubiera escrito otro, o como si ella misma hubiera brotado espontáneamente de su misma fuente. Aquella sensación me convenció, no sé si acertadamente, de que la novela tenía autonomía, personalidad incluso, suficiente y me vi forzado a ser consecuente, leal digamos, con mi propia creación.
Aquí está Sinfonía para Sonia, ahora es vuestra, respetables lectores.