sábado, 25 de mayo de 2013

Viajes de Alí Bey por África y Asia. (II)






Después de cruzar el río Tensift a través de un puente de veintisiete ojos, se llega a Marrakech. Un firmán del sultán convierte a Alí en propietario de una rica finca de recreo llamada Semlalia en las afueras de Marrakech y de una casa conocida con el nombre de Sidi Benhamed Dukali. El sultán no quiere perder el afecto de Alí y le sugiere que pase unos días de descanso en Essaouira, Mogador como la conocen los portugueses. La expedición es tan numerosa que exige de cinco tiendas: Alí viaja con sirvientes y escolta. Cerca de Essaouira, Alí atraviesa un bosque de arganes, ese “precioso árbol que se multiplica por sí mismo”, que se ha hecho famoso por su aceite y que tanta importancia tiene en la cultura bereber. La vida en Essaouira es triste y aburrida, la ciudad está rodeada por un desierto  de arena móvil y en el otro extremo, en la mayor de las islas Purpúreas, hay una prisión. Los hombres se entretienen con escaramuzas y carreras de caballos. Uno sospecha que Alí ha ido a Essaouira a conspirar y así parece deducirse de la fiesta y agasajo que recibe de los pachás de Haha, Chiadma y Sous y de la rapidez con que retorna a Marrakech.
La antigua capital del imperio tiene diecisiete kilómetros de murallas. Muchas de sus calles son tan estrechas que apenas puede pasar un caballo y, desnudas de pavimentos, durante buena parte del año están cubiertas de polvo o de lodo. El alminar de la mezquita almohade Koutoubia es el símbolo de Marrakech y debe su nombre a las librerías que la rodeaban. Tiene Alí la oportunidad de conocer a uno de los dos santones más importantes, se trata de Sidi Alí ben Hamed que con el dinero de las donaciones que recibe compra “armas para los defensores de la fe que le acompañaban”. Resulta evidente la influencia de santos como Sidi Alí y con ellos tuvo tratos Alí Bey para formalizar una alianza con España.


La judería se sitúa muy próxima al palacio del sultán y en ella viven unos dos mil judíos en régimen de esclavitud: son tratados con desprecio y obligado a andar descalzos. Hay orfebres, hojalateros, sastres…
Se refiere Alí a los beréberes como los “árabes montañeses” por referencia al Gran Atlas, los cuales emplean un lenguaje que es distinto del árabe con varios dialectos y por esta razón les augura una desaparición cultural que no se produjo por la intervención francesa, tal y como apunta Mimó en sus notas.
Cinco meses de enfermedad tuvieron a Alí retirado en su finca Semlalia (según Mimó puede deberse a una estratagema que le permitiera ganar tiempo ante las nuevas órdenes recibidas de Godoy). El sultán llega a Marrakech después del eclipse de luna del 15 de enero de 1805, “el sultán nunca permanece mucho tiempo en un mismo lugar”, la causa esté quizás como sugiere Mimó en el escepticismo del pueblo. Las páginas siguientes han de releerse entrelíneas: la conversación de Alí con el sultán, el regalo de dos mujeres enviadas por este, la salida hacia la Meca de aquel, las lágrimas de la despedida… Son de lo mejor.

La digresión que Alí hace a continuación sobre la casa reinante en Marruecos nos permite conocer alguna de sus peculiaridades. Quizá la más llamativa sea las sucesivas guerras civiles que tienen lugar cada vez que el trono queda vacante, pues no hay fijada una norma sucesoria. Remediarlo mediante la aprobación de una constitución, es uno de las misiones de Alí. Así por ejemplo, sólo en la región de Tafilalet cuya capital es Mequinez hay no menos de dos mil jerifes que creen tener derecho al trono. El sultán no tiene más ejército que su guardia personal compuesta por moros llamados Udayas por la tribu a la que pertenecen, y negros esclavos “conocidos bajo el nombre de El-Bujari”, porque estos prestan juramento de lealtad sobre el libro de hadices recogidos por el erudito musulmán.


Alí viaja hasta Fez siguiendo la misma ruta de la ida, es decir, haciendo escala en Rabat. Alí permanece en Fez mucho más tiempo del que parece necesario para preparar el viaje, un mes y medio. Estaba esperando la llegada de notificáis de Godoy y la entrada de tropas del jeque de Boujad. El 30 de mayo de 1805 Alí sale en dirección hacia Argel, pero planta la tienda en sus proximidades para seguir la costumbre árabe de no alejarse mucho del lugar de partida en el primer día de viaje. El camino transcurre por el “corredor de Taza” que es, como nos advierte Mimó, la puerta natural de salida y entrada al territorio por el este, entre las  cordilleras del Rif y el Atlas Medio. Al manantial de Sidi Yahia, muy próximo a Oujda, se llega después de atravesar el desierto de Angad. La proximidad de Melilla y la posibilidad de recibir armas y hombres para la revuelta, justifican los ocupados días de Alí en la ciudad. Donde sí hubo rebelión fue en la cercana Tlemcen, ya en Argelía. Un enviado del sultán le obliga a permanecer cuarenta días en Oujda, tras los cuales Alí debe ser conducido hasta Tánger por dos oficiales y treinta udayas de escolta. El itinerario no es el acostumbrado y más de cuatrocientos árabes armados esperan a Alí en el camino. Los escoltas desaparece y el desierto convierte la huída en una tragedia de la que logra salir con vida gracias a la suerte. A Taza llega Alí el 8 de agosto de 1805. El 16 en las inmediaciones de Alcazarquivir, dos oficiales del sultán le revelan a Alí que su destino ya no es Tánger, sino Larache, ciudad que había sido española en los tiempos del Quijote. En octubre una corbeta recoge a Alí y lo traslada hasta Trípoli. Sin embargo…, todo su séquito queda retenido en tierra por orden del sultán que quiere asegurarse de que Alí se marcha sin llevarse nada. Alí llora, sabe que no volverá.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Relatos. Heinrich von Kleist.


Unas breves notas sobre el autor -a muchos puede resultarle desconocido-, para situarlo. Heinrich von Kleist era prusiano (Reino de Prusia formado por el Ducado de Prusia y el Electorado de Brandeburgo) y vivió entre 1777 y 1811. Se le ha incluido dentro del romanticismo alemán, pero lo cierto es su obra no llamó la atención hasta el siglo XX. Buena parte de culpa le correspondió a Stefan Zweig que dedico un estudio a von Kleist en su ensayo La lucha contra el demonio. Se suicidó muy joven. Se dice que fue la sombra de Goethe.



Michael Kohlhaas vive a orillas del río Havel. Un día viaja con una partida de caballos hacia el sur buscando el Elba en la región de Sajonia. Va camino de Dresden cuando al llegar a las tierras del hidalgo Wenzel von Tronka este le engaña y consigue que Kohlhaas deje en su establo unos caballos negros. A su regreso, de los caballos no queda sino un trozo de piel y un puñado de huesos. Las demandas son desatendidas, pero Kohlhaas está dispuesto a que se haga justicia, aun sabiendo que el hidalgo, que ya tiene fama de arbitrario y ventajista, cuenta con el apoyo de Hinz y Kunz, copero y chambelán respectivamente, del soberano. Y aunque Kohlhaas también tiene amigos, el asunto acaba en manos del conde Kallheim del que se dice que ha emparentado con la casa de los Tronca. “Litigante incorregible” se comienza a decir a propósito de Kohlhaas. La reacción de Kohlhaas no se hace esperar, vende su casa porque “no quiero vivir en una tierra en la que no se protegen mis derechos”. Queda una última carta, apelar directamente al soberano, pero su desenlace resulta fatal al precipitar la muerte de Lisbeth, la esposa de Kohlhaas. Completamente desesperado Kohlhaas acude al último recurso, la violencia, y el castillo del hidalgo, el cual huye despavorido. Nuestro tratante de caballos manda redactar y publicar algo así como un requisitoria para la búsqueda del hidalgo huido. Es el “Mandato de Kohlhaas”
Treinta hombres acompañan a Kohlhaas camino de Wittenberg donde se refugia Wenzel. Tres veces incendia la ciudad y el gobernador ha de conducir al hidalgo a la prisión para protegerlo de la furia del pueblo. Las victorias se suceden, Kohlhaas se autoproclama “vicario del arcángel San Miguel” y la confusión se apodera de toda Sajonia. Hasta el propio Martín Lutero se ve obligado a intervenir: “¡Hombre desbocado, incomprensible y espantoso!” reconviene el reformador al tratante.
Von Meissen, el príncipe elector de Sajonia, y el conde de Wrede, gran canciller del tribunal, se comprometen a revisar el caso y proporcionar a Kohlhaas un salvoconducto. El castigo del hidalgo y la restitución de los dos caballos negros en las mismas condiciones en que fueron entregados, se dan por hechos. Las posturas van aproximándose entre tiras y aflojas, hay orgullo y terquedad que no son fáciles de vencer. El príncipe finalmente proclama la amnistía para Kohlhaas y sus seguidores, sin embargo uno de ellos, llamado Nagelschmidt, se rebela y muchos piensan que no es más que una argucia de Kohlhaas con la que asegurarse la íntegra aceptación de sus pretensiones. Poco a poco la situación se complica hasta desembocar en la pérdida de libertad y la condena a muerte de Kohlhaas. Interviene el príncipe elector de Brandeburgo. La prosa de von Kleist, que irá desgranando las mil piruetas que faltan y que nosotros no vamos a contar, nos puede resultar a los lectores actuales, un poco densa, pero con seguridad que debió de causar sorpresa a principios del XIX, pues era y es un magnífico intento de escapar de la esclavitud que el Romanticismo anunciaba.

La marquesa de O***.Lo asombroso de este relato es que lleve más de doscientos años escrito. No lo es menos que todo su contenido este perfectamente condensado en el primer párrafo: la marquesa, viuda desde hace tres años, está embarazada e ignora cómo ha llegado a ese estado y a quién ha de atribuir la paternidad del futuro hijo, pero como está resuelta a remediar semejante situación, anuncia en el periódico que se casará con quien lo acredite. Prácticamente está ya todo contado. El lector podrá sonreír irónicamente, sentir por la marquesa cierta inclinación afectiva por su ingenuidad o por el contrario reprobar su artero comportamiento, preguntarse por la opinión que tendrán todos los lectores de periódicos del mundo o caer en la cuanta de que en realidad prácticamente nadie lee el periódico en que la marquesa publica sus anuncios. Difícil será que un lector medio no se sienta tentado a atar los numerosos cabos que quedan sueltos en la narración: el ángel de anteayer, el demonio de ayer y el hombre de hoy; las descaradas caricias casi incestuosas entre la marquesa y su padre; la muerte y resurrección del conde; el secreto deseo de la marquesa porque el padre de su hijo sea plebeyo; la sospechosa tendencia que tiene el padre de la marquesa a rendirse al primer requerimiento... El relato roza la perfección.

El terremoto de Chile es un escalofriante relato sobre las aberrantes consecuencias del fanatismo religioso, la brevedad de los sueños y el fatalismo del destino.

El amotinamiento del general Dessalines que condujo a la proclamación de la independencia de Haití en 1803, es el tema histórico de fondo de Los esponsales de Santo Domingo. La vida le ofrece a Gustav el desgarrador ejemplo del sacrificio absoluto de una mujer para salvarle la vida, años después la historia se repetirá solo que esta vez el destino retorcerá los hilos hasta convertir a Gustav en verdugo.

Rendir un alma pura es sencillo, lo difícil es perseguir hasta el infierno al alma impura: El hijo adoptivo.

El duelo recoge la misteriosa forma en que la volunta de Dios vio luz el día de Santa Margarita en la plaza de armas del palacio de Basilea.