lunes, 19 de junio de 2017

Zorba el griego. Nikos Kazantzakis







¡Maldita sea la vida, no tiene fondo la muy infame!

Un titán llamado Zorba baila sobre los guijarros de la playa. La vida es de por vida, lo que no es cosa para olvidar. Cualquier cosa antes que un ratón de biblioteca, incluso… una mina de lignito frente al mar de Libia. Naturalmente que estamos hablando de una mina abandonada. Hay, qué duda cabe, un anhelo escondido. Puede ser Buda, pero también otra cosa. Tal vez, deja de oír la voz del capitán Lemonis. Una cara infeliz de palo. Alexis Zorba toca el santuri y luego pasa el plato, pero es capaz de hacer cualquier trabajo con las manos, con los pies o con la cabeza. Adornos de latón y de marfil con un bordón de seda roja en el extremo: el santuri. Dos rones para las buenas migas.

Navegar por el Egeo en un dulce otoño señalando con el dedo el nombre de cada isla. El sol se ponía ya en mitad del mar cuando Zorba dijo que si un dedo molesta para el trabajo es mejor cortarlo. Avistada Creta, a primera hora, aclaró que le cuesta mucho abrir la boca por la mañana para hablar. Casi es mejor que así sea porque cuando la abre, hace preguntas que no tienen respuesta, como la de los niños. A Zorba le encantan las viudas.

El mar de Creta viene de África. Durante siglos los piratas se proveyeron en sus playas de ganado, mujeres y niños. Dante sin carne y a escondidas es la dieta del amigo de Zorba. Hoy arroz, mañana lignito: esta es la dieta de Zorba. Mavrandonis, el notable del pueblo, les manda al hotelito de madame Hortense, una tinajita con pasas e higos secos, queso, granadas y rakí.

No es exactamente deseo en la mirada, es más bien una mirada que solicita permiso para mirar. ¡Ahí está el deseo! Pero es imprescindible guardar las distancias. Esa es la clave de los derechos humanos de aquellos que, como Zorba, en nada creen.

El milagroso nacimiento del viejo Anagnostis que cumplimenta a sus visitantes con cuentos y criadillas de cerdo.

Un día de dulce lluvia tras una noche de fuertes convulsiones budistas. Zorba está en el medio, ni pertenece a los que hacen de la comida grasa y excrementos, ni tampoco a los que la convierten en Dios. Zorba, simplemente, hace con ella trabajo y buen humor.

Sofinka, Nusa… La mujer, el tema eterno. El corazón de Zorba, una vela mil veces zurcida.

Es más fácil vivir así: todos abrazados. Piedras, flores, lluvia y seres humanos. Todos empapados. A Mimithós, el tonto de la aldea, el tifus lo salvo de la escuela.

Troncos amarillos, alas azules, barcos negros, marineros verdes, cintas rosadas: los dibujos de Zorba. Se imagina a Dios con una gran esponja en la mano, nada de balanza o espada.

Bajo las gruesas estrellas invernales, era navidad y el patrón de Zorba pensó que la verdadera felicidad es trabajar como un mulo, como si uno estuviera lleno de ambiciones, aunque en realidad no tenga ninguna. El deseo de Zorba es algo más modesto: nacer cada año, como Cristo.

Las fieras cavilaciones de Zorba le llevan a recordar el consejo de su abuelo: “¡Lejos de las mujeres!”.  Y a pesar de todo, todo es la misma cosa. Incluso el teleférico que está empeñado en construir.

El patrón tiene otros amigos. Como Karayannis, un griego que vive en Tanganica y posee una fábrica de cordajes. Karayannis odia a los europeos y habita una zona aislada de las montañas Usambara, cerca de la costa. Pero también dispone de discípulos, como los maestros budistas, dispuestos a convertirse en pastor de griegos esclavizados entre bolcheviques y kurdos.

De pronto a todos les da por escribir. También a Zorba. Cada uno tiene su paraíso. El de Zorba está lleno de mujeres y dinero. Ha ido a Megalo Kastro a comprar material para el teleférico y siete días después continúa allí gastando el dinero de su patrón con una jovencita que le llama abuelito. La viudita después del suicidio de Pavlís le manda una cesta de naranjas al patrón. Las aulagas (aquí piornos) ya había echado sus flores amarillas.

El trabajo de Zorba consiste en sacar del interior de la montaña el lignito. El trabajo del patrón es subir hasta la cumbre y asegurarse de que Zorba es siempre distinto y, pese a ello, no tiene dificultad alguna en reconocerse. El de la mina pone nombre a las vetas hasta que se agotan; el de fuera se reserva el puesto de portero en el monasterio imaginario del patrón.

Una Virgen arisca vigila el monasterio que está en la cumbre de la montaña. Los monjes recluidos preguntan por periódicos para saber del mundo. Han subido para que el higúmeno firme el contrato de explotación del bosque. El teleférico lo tiene Zorba en su cabeza. Los monjes no atienden. Por las noches un obispo y Zorba intercambian teorías.

La fragata de todas las Francias o la Bubulina, es decir, madame Hortense, se ha enamorado de Zorba-Zeus. Sopla el sucio lebeche. Ceremonia pagana porque después de todo ¿qué si no la fe es única explicación que en verdad entendemos?  El viejo marco se transforma en la Santa Cruz y la Santa Cruz en marco dependiendo de la fe.

En un solo acto, Zorba se liberó de todo: de la patria, de la religión y el dinero. Comprendió que para el mundo lo importante es tener sombrero, poco importa la cabeza sobre la que repose.

Que el alma también es carne, quizás sea la mejor enseñanza de Zorba. Él es el único que defiende a la viuda cuando la multitud quiere lapidarla. Su único pecado parece la supervivencia.  

Zorba se amonesta a sí mismo tras la muerte de madame Hortense: “A ver, Zorba, aguanta; ¡pórtate bien!”. Mimithós corría con los zapatitos desfondados de la muerta colgados del cuello. Poco después el diablo vuelve a actuar e incendia el monasterio disfrazado de arcángel Miguel que guía la mano del atolondrado Zajarías. Zorba le reclama al patrón una verdad que se pueda bailar o con la que sea posible construir una fábula.

El desastre del teleférico hizo que todos huyeran. A solas el patrón y Zorba comen el cordero asado y beben el vino de Yerápetra. Después Zorba le enseña a bailar. “Cuando todo sale mal, ¡qué alegría poner a prueba nuestra alma y medir su valor y su resistencia!”.

¿Qué palurdo es este que compara las palabras entre los dientes con el barro en los pies?