viernes, 25 de marzo de 2011

Un pájaro traicionero (Cuento)

Juan M. Gómez Cortés. Fotocomposición

–¿Y por qué?
–Porque es de todos. Ya te lo he explicado antes.
–Pero no lo entiendo, mamá. Es más mía que de nadie, yo le he dado un nombre y ya me conoce, ¿por qué tiene que marcharse?
–Bueno, vamos a ver si logro explicártelo de una vez.
–¡Venga!
–El canario…
–Es canaria mamá, se llama “Juani” y…
–Bien. Te acordarás de que hace un mes la “Juani” no existía, estaba en su jaula en medio del patio del colegio. Todas las mamás, las de tus amigos Felipe, Santiago y Francisco, decidimos comprar unos boletos para ver si teníamos suerte y nos tocaba el canario. De eso sí te acuerda, ¿verdad Pablo?
–Sí, sigue…
–Pues bien, dijimos entonces que el canario pasaría tres meses con cada uno de los niños, tres meses contigo, otros tres con Felipe y así sucesivamente. Tú has sido el primero, ha pasado el tiempo y ahora le toca a Felipe.
–Eso sí lo entiendo, pero…, es que ahora la “Juani” ya me quiere y yo la quiero a ella, ¿cómo se va a ir con Felipe que ni le conoce ni nada? Además Felipe es un caracol, y a la “Juani” no le gustan los caracoles.
–¡Ja!, ¡ja!, ¡ja! ¿Qué es eso de que Felipe es un caracol? Ahora soy yo quien no te entiende.
–¡Ahí mamá! Un caracol es un… caracol. Felipe es muy aburrido y la “Juani” no va a querer quedarse con un caracol.
–Sí quiere.
–¡No! ¡No quiere!
–Eres tú el que no quiere, Pablo. Sé sincero.
–No, no quiero… No es justo.
–¿Cómo que no es justo? Lo que no es justo es que tú quieras quedarte con…, la “Juani”. Seguro que Felipe nos está esperando y no para de asomarse a la ventana. Llámale y verás que es cierto lo que te digo.
–¡No!
–¡Piénsalo!
–¡No!
–Mientras te vistes lo piensas, luego hablamos.
Pablo sale de la cocina, entra en el salón y se para ante la jaula. La “Juani”, una canaria verdosa, brinca de un palo al otro y agita sus pequeñas alas. En su pico brilla una gota de agua. Pablo acerca una silla y se sube, después mete su dedo índice entre los barrotes dorados de la jaula. La “Juani” lo observa desde el otro palo, de pronto da un brinco, estira el cuello y le picotea el dedo, dejando en la punta de la yema de Pablo, la gota caliente de agua que antes colgaba de su pico. Pablo saca el dedo asustado y a punto está de caerse de la silla. Mira su dedo enrojecido y se ríe.
–Eso me gusta, Pablo, que te rías –dice la madre desde la cocina.
Pablo se baja de la silla, la vuelve a colocar en su sitio y camina por el pasillo con el dedo en el aire.
–Mira mamá, me lo ha picoteado todo…
–¿Pero aún no te has vestido?
–Todo, mamá. No se puede ir, me necesita.

Pablo lleva la jaula sobre las piernas y cada dos por tres, levanta la tela que la cubre, mira un instante a la “Juani” y luego frunce el ceño.
–No te preocupes, que ya le diré a ese soso de Felipe que me deje ir a verte todos los días.
–¿Qué dices, Pablo? –le pregunta su madre– No te oigo con el ruido del coche.
            –Nada, le hablo a la “Juani”
–¡Ah! ¡Bien!
–Felipe es un niño absurdo que no te va a gustar, porque cada vez que juega al fútbol se aparta de la pelota como un tonto.
Pablo acerca la cara a la jaula hasta introducir su nariz entre los barrotes dorados. La “Juani”, miedosa, se deja caer al suelo y busca un rincón imposible donde esconderse. Pablo retira su cara, abre el ventano de la jaula y mete dos dedos agitándolos en el interior. El pájaro se agacha, arquea la cola y mira con sus ojos negros la fealdad de sus escamosas patas, jadea y, de pronto, emprende un agitado revoloteo. Pablo se asusta, saca la mano con brusquedad y cuando vuelve a abrir los ojos, la jaula está vacía.
–¡Ay mamá! ¡Ay! ¡Ay mamá!
–¿Qué pasa, Pablo?
–¡Ay mamá! ¡Qué no está! ¡Ay, ay, ay!
La mamá de Pablo sabe que algo importante acaba de ocurrir, pero tiene dos coches delante y otros dos detrás, la calle es de dirección única y hay peatones a ambos lados de la acera. Necesita un sitio donde estacionar. Tensa los músculos de sus piernas y aprieta las mandíbulas. Un coche se asoma por una calle transversal, la mamá de Pablo aprovecha para detenerse y le cede el paso, se gira y contempla atónica a la “Juani” posada sobre la cabeza de su hijo Pablo. Hecha un manojo de nervios se baja del coche. Los dos chicos jóvenes que ocupan el vehículo de detrás, la ven echarse las manos a la cabeza, se apean y es entonces cuando se dan cuenta de la situación. Uno de ellos que viste un jersey rojo comienza a reírse, el otro abre la puerta de atrás del coche donde está Pablo con la “Juani” encima de la cabeza, se sienta y con un movimiento certero la atrapa y la introduce en la jaula. Pablo le mira salir, pero está tan asustado que le resulta imposible hablar.
Cuando llega a la casa de Felipe, Pablo, que ni siquiera ha saludado, agarra del brazo a su amigo y llevándose aparte le dice: “Oye, nunca, pero es que nunca, nunca, pase lo que pase, abras la jaula; es un pájaro muy traicionero”

3 comentarios:

  1. Yo también tuve un Juani, pero era de color amarillo y no era traicionera. También me picaba con delicadeza. Un día la Juani se precipitó al vacio junto con su prisión desde un cuarto piso, bajé las escaleras al galope, de cuatro en cuatro temiendo ver destripada a la pobre Juani. Me llegué hasta la jaula estrellada en el suelo y no había tal visión letal, estaba vivita y coleando (literalmente). Murió mucho despues apaciblemente (espero) en su jaula.

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  2. Yo también tengo un hijo que se llama Pablo, también tiene un pájaro, se llama Eclipse, y también es compartido por sus compañeros de clase, que casualidad. Pablo sonreía mientras lo leía.

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  3. Yo tube no un canario, un guacamayo y un dia limpiando la jaula, se escapo, no volvi a verle...tambien era traicionero...o le gusto mas vivir en el Turo park,que estaba delante de mi ventan en Barcelona.

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