José Jiménez Lozano |
Este escritor abulense, uno de los grandes intimistas de nuestra época, comenzó tarde a publicar y pronto a escribir. Enseguida se vincula al Norte de Castilla de la mano de Miguel Delibes, llegando a ser director del rotativo. Ha pasado la mayor parte de su vida viviendo en medio de la historia del Condado de Castilla, en la localidad de Alcazarén, flanqueada por Valladolid, Medina del Campo, Madrigal de las Altas Torres, Todesillas… A los cuarenta y un años publica su primera obra, la novela “Historia de un otoño” y treinta años después, en 2002, recibe el Premio Cervantes. Se ha ocupado en numerosas ocasiones de la vida y riqueza espiritual de los dos grandes místicos abulenses: Santa Teresa y San Juan de la Cruz, por ejemplo en la novela “El mudejarillo” que fue recibida con gran éxito y llevada al teatro.
Quizás por ese conocimiento tan particular que ofrece Jiménez Lozano de la mística, la primera parte de la tertulia giró en torno a los textos que el langués dedica a Santa Teresa y San Juan de la Cruz en “Guía espiritual de Castilla” Dicen que don José se metió a escritor porque no le gustaba casi nada del tiempo que le había tocado vivir, que no es tanto lo que se coge como lo que se deja, no porque no se vea sino porque no se busca. Y don José busca en el interior del hombre que ha cultivado su simpleza, y allí encuentra todo cuanto necesita: una memoria cargada de pasado, que otros hombres recorrieron los mismos caminos e indagaron las razones de su existencia, ahondaron en las reglas de una moral que siempre pareció caduca y afilaron las guadañas y las espadas con la misma piedra. Y así, fijando “la historia profunda de la cultura” es como Jiménez Lozano aprieta las clavijas a la casta de hidalguía del siglo XVI y al mal de “acompañamientos” del mundo actual. Que a la Santa le mareaban los tapices, platos, almireces y reposteros de la duquesa, pues qué otra cosa, sino duquesas, pueblan hoy el mundo huérfano de gentes que se hagan “cruces sobre la necesidad de tantas cosas que precisan las gentes…, para ser acompañadas” Y don José lo deja ahí, como si nada, que a buen entendedor… Y no nos admiramos suficiente de ver a una mujer sola recorrer los caminos de aquella España, luchando con “caseros y mayordomos, grandes señores y gentes de Iglesia, soportando calor y frío, lluvia o hielos, a pie o en carro…”, sólo Dios sabe cómo esta monja supo utilizar su propia condición femenina para construir lo imposible. Y no celebramos el prodigio de esa mujer que llega cansada, rota y enferma a una casita de labor y tiene fuerzas suficientes para imaginar la iglesia en el portal y el coro en el desván. Esa fuerza, esa valentía, ese coraje, es lo que logra transmitir el autor.
La figura del “medio fraile” que era como la Santa llamaba cariñosamente a San Juan de la Cruz, notoriamente más joven que aquella, es tratada por Jiménez Lozano con la limpieza y trascendencia de lo Real Absoluto, un concepto que parece recordar la gracia eficaz del jansenismo. No es de su gusto, no puede serlo, el sepulcro pretencioso de San Juan de la Cruz en Segovia. Sí alaba, sin embargo, y describe con gusto el del príncipe Juan, el hijo de los Reyes Católicos, en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Idealismo, melancolía, tallados en alabastro por Doménico Fancelli. Este príncipe que encarnaba todos los valores del renacimiento y conocía el neoplatonismo, la poesía de Petrarca y la prosa de Calisto y Melibea, estaba llamado a prolongar por toda Europa la dinastía de los Trastámara, por eso su muerte dolió tanto a la reina y a la madre, Isabel de Castilla.
Se concluyó hablando de un medio abulense, nacido y en Madrid y que desarrolló su tarea docente e intelectual, muy lejos de las murallas medievales, en Boston concretamente. Claro que nos referimos a Jorge Santayana. Cuenta con sorpresa Jiménez Lozano, lo sorprendente que le resultaba que a Santayana le sorprendiera que en Ávila las cosas se hicieran “por costumbre”; por costumbre se vivía, se moría y se padecía. Y sólo así, añade, don José podían los hombres preservar su dignidad.
Como ya sabéis la próxima semana no habrá tertulia al coincidir con la semana santa, de manera que el próximo libro es el de la Epístola moral a Fabio para el día 27 de abril. Buenas vacaciones de Pascua a todos y muchas gracias por vuestra asistencia.
Bueno, ya que fui yo quien eligió la lectura, nunca pensé que cuatro historias cortas dieran para que algunos habláramos tanto, yo demasiado, tanto, que faltó tiempo para que Efrén (un poco) y las chicas (todo) opinasen sobre la lectura... Me falta conocer vuestra opinión, así que espero vuestro comentario.
ResponderEliminarPor cierto, en toda la feria del libro solo encontré uno de Jiménez Lozano, Sara de Ur.
Gracias una vez más, Raúl, por tu intensa dedicación.