viernes, 11 de marzo de 2011

Mzungu y yo (Cuento)

Maribel Zoya Cerrudo, óleo
Maribel Zoya Cerrudo, óleo
      
  A Maribel Zoya Cerrudo.

Nací en un poblado a orillas del lago Victoria el mismo día que Idi Amin abandonó mi país, Uganda. En casa, no todos éramos negros, con nosotros vivía una mujer tan blanca como la flor del café. Tenía un peto verde y un motokaa venía recogerla y no regresaba hasta que la luna se apagaba. La llamábamos la “Mama” y se ocupaba de traer cosas al poblado. Un día llegó con una pizarra negra, y nos dio a cada uno de los niños una tiza blanca con la que blanqueamos nuestros rostros oscuros, y por la noche jugábamos a reconocer nuestros caras blancas en la oscuridad. Nos enseñaba las palabras en inglés. Decía “hujambo” es “how are you” y luego nos hacia escribir en la pizarra negra. Mi familia tenía una plantación de café y los niños tenían que trabajar. Todos en el poblado, trabajaban en el café. La “Mama” murió  pero nos dejó una niña blanca con la mirada rasgada. Yo me ocupé de cuidarla porque era la mayor de todos los niños de la casa, tenía seis años. Después venía Kisema y más atrás Umbele y Kipua que significa nariz pequeña. A la niña blanca la llamamos Mzungu. Todos me trataban con respeto porque cuidaba de la niña Mzungu. El jefe del poblado, Udole, que significa delgado, me acariciaba la cabeza y daba golpes en el suelo con su bastón de palo de naranja en señal de aprobación. Me quedaba sola en el poblado cuando todos iban a los campo de café porque la niña Mzungu, decía Udole, podía cambiar la forma de las cosas. Comprendí que la niña Mzungu debía aprender el idioma de la “Mama”, y mientras los demás trabajaban, la niña Mzungu y yo, mirábamos las letras y los dibujos en los libros que había dejado su madre blanca. La pizarra debió de esconderla Udole o se la llevaría algún animal, porque no volví a verla después de que la “Mama” muriera. Escribíamos con un palo en la tierra copiando los dibujos y las letras de los libros que había dejado la “Mama”.
Cuando Mzungu se hizo grande, Udole murió y el nuevo jefe del poblado Kiguu, que significa pie pequeño, después de que la planta del café se perdiera, le señaló con el dedo a Mzungu el agujero negro de la luna  blanca y le dijo que se marchara. Mi padre lloraba. Mi madre había muerto unos días antes que Udole y pensé que lloraba por eso. Me pidió que no dejara sola a Mzungu y  me fuera con ella. Mi padre era una persona muy astuta. Me dijo que mi única oportunidad de no morir en la selva era recorrer las zonas boscosas por sus límites a lo largo de toda la Banga, ese brazo de tierra que penetra en el lago Victoria, hasta encontrar a una persona blanca que se hiciera cargo de Mzungu y de mí. “No dudes, hija mía –me susurró en la oscuridad- que cualquier blanco que vea a Mzungu la recogerá. Tú no te apartes de su lado. Pon mucha atención a los ruidos. Si oyes un estampido como de trueno repetido, corre en esa dirección” Después siguió llorando.
Caminamos tres días hasta que oí retumbar, cogí de la mano a Mzungu y comencé a gritar “come on!, come on!” Pero no vimos a nadie. Cuando apareció la luna, Mzungu señaló en la lejanía una luz de fuego que seguimos durante toda la noche. Amanecía cuando vimos el motokaa de la “Mama”. Mi padre tenía razón, los blancos me llevaron con Mzungu.
Ahora vivimos en Jija con una familia de blancos, en un poblado muy grande. Aquí el café es negro y el jefe se llama Adams y pinta cuadros con pintura blanca y negra. Por las noches, Mzungu y yo lloramos por  su "Mama" y por mi padre, pero por la mañanas le sonrío a los ojos cerrados de Mzungu.

4 comentarios:

  1. Enhorabuena una vez más, Raúl. Eres absolutamente polifacético... una típica historia africana, creíble, completa y sin embargo parece el inicio de una buena peli. Por curiosidad, ¿dónde te inspiraste?

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  2. Me llama la atención los contrastes blancos y negros que se suceden en el relato. Tiene muchos sentimiento. Pero a mí me gusta más tu faceta humorística y tu capacidad para el diálogo. !No te creas todo lo que te digo! Adiós.

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  3. Estupendo, Raúl. La niña blanca es una buena metáfora. ¿Destino? El blanco y el negro; la suerte, el sino caprichoso. El pasado y el futuro. Pocas palabras, pero enjundia bastante. Esta idea da para mucho más. Realmente, me gusta.

    David.

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  4. en este cuento has demostrado algo verdaderamente importante y es que todos somos iguales la igualdad entre la niña de color y la blanca.Cuando las dos deben de afrontar sus problemas por si solas se ayudan entre sí.Me parece muy buena la relacion entre las dos.
    Realmente,emotivo.

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