26.- Tal vez sea por instinto, pero da la impresión de que este es un capítulo importante dentro de la novela. Gregorovius cuenta a la Maga que cuando era niño jugaba en un enorme salón lleno de tapices y alfombras (“que hubiera hecho las delicias de Malte Laurids Brigge”, el protagonista que da título a la única novela de Rilke), una de las alfombras representa un plano de la ciudad de Ofir (ciudad mítica, de la cual según la Biblia Salomón recibía anualmente un cargamento de riquezas). De rodillas Gregorovius empujaba su pelota siguiendo el curso del río Shan-Ten (¿), atravesaba las murallas y después de muchos peligros llevaba al centro donde estaba los aposentos de la reina de Saba (aparentemente nada tiene que ver con la ciudad de Ofir), quedándose allí dormido como una oruga. No es la primera vez que en el texto cortazariano, aparecen las alfombras. Gregorovius cuenta esta vivencia infantil después de que la Maga le pregunte por qué Paris es una enorme metáfora. La alfombra se comporta como un tablero por el que el pequeño Gregorovius mueve el balón como si fuera una ficha hasta llegar a la meta. Es la alfombra, por tanto, un rectángulo de encasillamiento, de juego, y sirve de elemento comparativo con ese otro gran tablero que es la propia ciudad de París. Tal vez sea Horacio la ficha más significativa que recorre los casilleros parisinos.
109.- Morelliana. Morelli siempre pensó que los fragmentos, las instantáneas fotográficas, cristalizarían por sí mismos.
27.- La Maga habla con Gregorovius de Pola, la amante de Horacio.
28.- Horacio regresa y se da cuenta de que Rocamadour está muerto. Le reprocha a Gregorovius que se haya acostado con la Maga mientras el niño se moría. El viejo de arriba golpea una y otra vez el suelo, harto del ruido. Llegan Babs y Ronald, el paraguas que no atinan a cerrar, el paraguas figura geométrica que los hombres colocan sobre su cabeza, tan fácil de abrir y tan difícil de cerrar. Los recién llegados cuentan que Guy, otro de los miembros del club, ha intentado suicidarse. La reunión se anima y hay que preparar café. Nadie salvo Horacio y Gregorovius saben de la muerte de Rocamadour, allí mismo, en el centro de la reunión. La muerte es el centro de la tertulia. Budismo. Filosofía. Y claro, teatro. Que salga Shakespeare es revelador de que a Cortázar se le agotaba el discurso. En fin el niño muerto en medio de estos tíos que no dicen más que pavadas.
130.- La cremallera y el prepucio. Y justo después de relatar la muerte de Rocamadour. Parece pura provocación.
151.- Morelliana muy vacía.
152.- Un girado sobre sí mismo del poeta y dramaturgo francés Jean Tardieu.
143.- Los sueños de Talita y Traveler (¿la Maga y Horacio?), viven juntos, duermen juntos y pretenden que algún día acaben por tener el mismo sueño.
100.- ¡Va de sueños! En este caso los de Horacio que se los cuenta a Etienne por teléfono. Y eso es lo relevante, ya se trate de sueño o realidad, Horacio habla con Etienne desde la casilla representada por la cabina de teléfonos, una casilla en la que no se puede estar más de seis minutos, pues ese es el tiempo máximo que se permite utilizar la línea telefónica.
76.- Las manos de Pola.
101.- Pola amante de Horacio.
144.- Horacio amante de la Maga.
92.- El paso de la Maga a Pola, Pola París como da en llamarla Horacio desde el segundo encuentro. Horacio lleva a su nueva amante al mismo hotel en que estuvo con la Maga, que se relata en 5. Hotel de inauguraciones y de comparaciones. O quizás, no. Tal vez no sea más que el simple onanismo de las diferencias. Informe en papel cuadriculado con remisión de muestras para su análisis.
103.- Horario espía a Pola mientras esta duerme. Seguro que teme verla convertirse en otra cosa, en la Maga tal vez.
108.- Aparece, creo que por primera vez, una referencia a Juan Filloy, el escritor argentino de Caterva. Es curioso que Filloy naciera veinte años antes que Cortázar y que muriera dieciséis años después. El cordobés vivió ciento seis años y visitó tres siglos. Los sesudos cortazarianos hablan de la mucha influencia que Filloy tuvo en Rayuela. Caterva, por si a alguien le interesa, está publicada en Siruela. Por lo demás no sé qué es. A ratos me parece un sueño, ¿pero de quién de Horacio, de la Maga, de Pola, o de uno de esos autorretratos de Ensor.
64.- Unas monedas para comprar tizas de colores con las que maquillar la realidad. Triste, me pareció.
155.- Retoma la historia de la cabina telefónica vista en 100 y como si fuera un caminito que necesariamente ha de ser recorrido, Horacio y Étienne acuden hasta el hospital donde suponen internado al viejo que fue atropellado en 22, esto es Morelli.
123.- Pura esencia cortarzariana. Hay mucho en ese único párrafo. Pero lo mejor es la soberbia forma en que se ajusta la realidad al sueño o el sueño a la realidad, que eso poco importa. Lo decisivo es el guante, no la mano. El guante con sus cinco dedos: el despertar, cruzar el corredor, mear, apagar la luz y volver al lecho a soñar el lugar de la infancia, que es el único que de verdad existe.
145.- Una cita del Ferdydurke del escritor polaco Witold Gombrowicz. Es el texto de un adolescente que quiere cambiar el mundo. Nada que ver con los de hoy en día. La exacta respuesta que un sabio adulto, daría a su lejano paso por la inmadurez.
122.- Retorno a la casilla abandonada en 155 con adición de lo obtenido en 123. Esto se anima, la aguja entra en la tela con más soltura.
112.- Morelli se explica.
154.- Seguimos con 122. El viejo atropellado resulta ser Morelli que está escribiendo, claro que sí, Rayuela. Morellí le deja la llave de su apartamento a Oliveira.
85.- Vidas que terminan…, tubos de dentífrico.
150.- The Sunday Times. La duquesa viuda de Grafton pasó ayer un día bastante bueno. La pobre tiene una pierna rota.
95- Morelli y las articulaciones lógicas de su discurso.
146.- Pocas mariposas.
29.- La Maga tras la muerte de Rocamadour, deja la pieza. Horacio y Gregorovius hablan.
107.- Morelli quiere ser estatua.
113.- Voces. Horacio. Gregorovius. Étienne.
30.- Sigue diálogo de 29. Gregorovius le cuenta a Horacio el velatorio del niño Rocadamour. Gregorovius anuncia la llegada de su madre Adgalle, de su madre de Herzegovina.
57.- Continúa la conversación de 30. Sabemos que Horacio ha llegado a la pieza de la Maga después de dejar a Etienne en 154. Horacio dice ser un buzo de lavabos.
70.- Cita de uno de los sermones del dominico alemán Maestro Eckhart, que vivió entre los siglos XIII y XIV, místico, teólogo y heterodoxo. No hace muchos años que el actual Papa, Ratzinger, habló de él en términos elogiosos.
147.- Texto de una ingenuidad sobrecogedora. En fin, en todo caso, hoy en día de nada serviría entrar en la fiesta y poner el sapo verde sobre la cabeza de la anfitriona.
31.- Continúa conversación Gregorovius y Horario dejada en 30. Anotá, che, esta palabra que tan bien parecen conocer los dos platicadores, nefelibata, dicho de una persona, soñadora, que anda por las nubes. Cuplés, farmacias, números de teléfono y una novela de Galdós. Todo eso después de que ambos se cruzaran reproches de agudeza intelectual.
32.- Podrían emplearse una docena de adjetivos para describir esta carta de amor, de ternura, de desesperación que la Maga escribe a su hijo Rocamadour, y, aún así, no habíamos hecho más que arañar la profundidad y excelencia de un texto como este. Sólo por llegar hasta allí, Rayuela es grande.
132.- Aunque al inicio da la impresión, desde luego subjetiva, de que la voz que habla pudiera ser la de la Maga (¡qué ganas de escucharla!), la referencia a los sueños parece indicar que es la de Horacio. Inquietante la cita de Hart Crane.
61.- Morelliana de difícil interpretación. Puerta de luz, trascendencia…
33.- Volvemos a 32. Gregorovius se ha marchado y en la pieza de la Maga se queda solo Horacio. Riquísimo texto donde Horacio navega desde la mosca azul a la que le sangra la nariz, a la zarza ardiente que se convierte en jarrito de agua en el pescuezo.
67.- Horacio, metafísica del amanecer con unas gotas de “me cago en mi vida”.
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