Antonio Tabucchi es un escritor italiano, como nacido en la provincia de Pisa el 24 de septiembre de 1943. Profesor de Literatura y Lengua Portuguesa, predilección por dicha cultura que ha marcado su vida y su obra, en buena medida debido al influjo de Fernando Pessoa.
No dio la tertulia más de sí que la novela, y hasta es muy posible que aquélla fuera más cicatera que ésta. Los temas se abordaron muy de pasada, porque, se adujo, que también el escritor lo hace todo con cierta tendencia al abandono, deja caer los argumentos narrativos, las ideas y hasta los personajes, que se mueven en la novela con parámetros muy determinados: cada personaje de forma sucesiva le va diciendo al otro lo que tiene que hacer (a veces el lector tiene la tentación de cuchichearle al personaje la grandeza de la rebelión), hasta llegar al abogado kelseniano (Fernando Mello de Sequeiro). Es en ese momento, cuando nos topamos con quien ha de tomar sobre sí, la pesada carga de hacer justicia; entonces el lector se detiene un instante y piensa: este sí, en este el escritor pondrá toda la carne en el asador. Pues no. Tabucchi lo despacha con una simple nota: es tan parecido a Charles Laughton que le llaman Loton. Y para refrendar la escasa vigorización de un personaje tan esencial en la novela, se sacó a relucir el episodio del magnetófono con el cual Firmino había pretendido recoger la integridad del alegato final del cinematográfico letrado en la vista que juzgaba a los policías corruptos. No parece coherente que el autor sustituya el discurso por una serie, por cierto muy prolongada, de puntos suspensivos.
No dio la tertulia más de sí que la novela, y hasta es muy posible que aquélla fuera más cicatera que ésta. Los temas se abordaron muy de pasada, porque, se adujo, que también el escritor lo hace todo con cierta tendencia al abandono, deja caer los argumentos narrativos, las ideas y hasta los personajes, que se mueven en la novela con parámetros muy determinados: cada personaje de forma sucesiva le va diciendo al otro lo que tiene que hacer (a veces el lector tiene la tentación de cuchichearle al personaje la grandeza de la rebelión), hasta llegar al abogado kelseniano (Fernando Mello de Sequeiro). Es en ese momento, cuando nos topamos con quien ha de tomar sobre sí, la pesada carga de hacer justicia; entonces el lector se detiene un instante y piensa: este sí, en este el escritor pondrá toda la carne en el asador. Pues no. Tabucchi lo despacha con una simple nota: es tan parecido a Charles Laughton que le llaman Loton. Y para refrendar la escasa vigorización de un personaje tan esencial en la novela, se sacó a relucir el episodio del magnetófono con el cual Firmino había pretendido recoger la integridad del alegato final del cinematográfico letrado en la vista que juzgaba a los policías corruptos. No parece coherente que el autor sustituya el discurso por una serie, por cierto muy prolongada, de puntos suspensivos.
Tengo para mí que en realidad la novela está construida sobre simples pilones de puente. Pretende con ello el escritor expresar el carácter binario que preside toda construcción literaria. Me limitaré a señalar los más evidentes:
- Lisboa/Oporto.
- Marginalidad/credibilidad (los testigos oculares que presencian el asesinato son seres marginales que no merecen credibilidad).
- Maestro/alumno (hasta cierto punto esa es la relación de mantienen Loton y Firmino).
- Mentira/verdad (la que une la propia ficción de la novela con el hecho verídico en el que se basa o, ya dentro de la novela, la verdad material que busca el abogado y el disfraz con el que se defiende el policía).
- Ética/corrupción (dentro y fuera del Estado de Derecho).
- Infancia/madurez (la visita de Lotón a la finca donde fue criado de niño donde se abraza con su hermano de leche, revela la tremenda soledad en la que vive el abogado, dueño de toda una manzana de viviendas).
- Joyerías/geranios (la Rua da Flores).
- Pasado/presente (Loton se sabe de memoria una guía antigua de trenes de Suiza y en la misma secuencia Firmino acaba hablando de la relación con su novia).
- Periodismo/opinión pública (la bondad con la que el autor trata esa relación allá por los años noventa y el polo opuesto en el que ahora ha acabo por situarse)
- Teoría/realidad (no me resisto a comentar que Kelsen caminando por la Rua da Flores parece una gallina con botas katiuskas)
- O aquellos que aparecen más solapados: Firmino, el periodista, tiene como ambición escribir un trabajo sobre un tema tan evanescente como la influencia de un teórico marxista en la novela portuguesa (o algo por el estilo); y, sin embargo, debe enfrentarse a la resolución de un espantoso asesinato. También me parece interesante la polarización entre los espacios abiertos, donde se descubren las cosas (la cita de Camus que reproduzco de memoria: los problemas están en la calle, parece relevante) y los cerrados, donde ocurren (la comisaría, el sótano del abogado, la propia pensión de doña Rosa, el club del policía corrupto)
Es verdad que a la novela se le ven las costuras, está demasiado dirigida por la mano del escritor, lo que resta credibilidad a la narración. No es desde luego una novela de personajes, sino más bien de ideas, de interpretaciones, donde los “actores” se definen más por sus características que por sus realidades. Y para ello, no duda el escritor en servirse de mitos culturales (las referencias a Kafka y su famoso cuento “la colonia penitenciaria”, las teorías de Kelsen, Nietzsche o Jean Amery, por ejemplo), aunque la falta de solidez en los planteamientos, ofrezca resultados más bien pobres.
Parece que la conclusión no puede ser otra que se trata de una novela fallida, fallida no tanto por carencias técnicas, sino porque promete mucho, pero ofrece poco. Y ciertamente que promete; basta pensar en la sugerente destreza con la que Tabucchi construye el personaje de Diocleciano que se dedica a pescar cadáveres en el río Duero por cuenta de un tanatorio; en el gitano Manolo, otrora el Rey, con el que se inicia la novela; o en la plástica descripción de la Rua das Flores, de los puestos ambulantes o el colorido de los rojões en la pensión de Dona Rosa. No es, ciertamente, la mejor novela de Tabucchi, pero es indudable que contiene aciertos muy estimables.
En fin, como siempre gracias a todos por vuestra asistencia. La próxima lectura es la recogida en el margen derecho del blog, esto es “Marianela” de Benito Pérez Galdos.
Acabo de quedarme pasmada. Ni en sueños le habría sacado tanto jugo a una novela como esta. Chapó, Raúl, me quito el sombrero
ResponderEliminarMuchas gracias Maria por un comentario que tiene mucho sentido del humor. Acabo de terminar de leer Sostiene Pereira. Esta es otra cosa. Construye Tabucchi un admirable triángulo con el vértice en Pereira, asistiendo el lector a la paulatina transformación de personajes y relaciones. Francamente bueno. Por otra parte insiste el escritor italiano en su esfuerzo de ser absolutamente sincero con el lector, haciendo patente los hilos de la composición narrativa, aunque en esta ocasión con mayor sutileza, hasta con cierto pudor. Sostengo que el Sostiene Pereira es un muy equilibrado punto de vista. Merece la pena. Gracias.
ResponderEliminarSiento no estar tan de acuerdo con María... A mí me ha gustado, aunque es cierto que no resuelva tan bien como se espera. Además es un paseo estupendo por Oporto y por todo lo portugués, tan caótico, pero tan natural, tan increíble y tan real... fijaos en la escena en la que escucha la grabación, ¿os imagináis esa conversación con el pluriempleado de un tren Madrid-Barcelona, por ejemplo? O la pensión de la peculiar doña Rosa, que si no subsiste todavía, será de milagro... poderoso personaje que domina, como todos, al inocente Firmino... las conversaciones en torno a la cultura, la lectura de las revistas del cotilleo como forma de salir de las cuatro paredes de la pensión, con toda la vida social que ha tenido antes. ¿Y qué me decís de Manolo, el Rey? Lástima que le dé tan poco papel, merecería intervenir un poco más.
ResponderEliminarEn fin, que para mí ha sido muy buena lectura.