viernes, 14 de febrero de 2014

El Mahabharata. Kaurava contra Pandava.




Los hijos de Pandu crecieron felices, pero un día cuando Arjuna tenía catorce años, Pandu no pudo resistir su deseo y pese a la oposición de su esposa Madri que conocía la maldición yació con ella y Pandu murió. Madri lo acompañó en la pira funeraria y Kunti con los Pandava fueron recogidos por Bhishma que los condujo hasta Hastinapura para que se educasen con sus primos, los Kaurava. Anunció Vyasa a su madre Satyavati, la reina madre, que los días dichosos habían terminado y que los de sufrimiento estaban a punto de empezar porque los Kaurava sembrarían la destrucción. Satyavati y sus dos nueras, Ambika y Ambalika, se retiraron al bosque. Duryodhana, harto de ver a los Kaurava siempre superados por los Pandava, intentó envenenar a su primo Bhimasena, pero los Pandava decidieron pasarlo por alto. Poco después con ocasión de un torneo, Karna, el hijo de Kunti y del dios del Sol hizo su aparición, pero como había sido criado por un carretero, los Pandava los despreciaron y el astuto Duryodhana le ofreció su protección.


La trampa que inmediatamente prepara Duryodhana no acabó con los Pandava, pero sí los llevó a una precaria situación: fueron dados por muertos y tuvieron que vagar perdidos por el bosque. Recalaron los Pandava en el reino de los Panchala, cuyo rey, Drupada, había organizado un torneo para casar a su hija la bella Draupadi. Hasta allí llegaron también el hermano de Kunti, Krishna, junto con su hermano Balarama, de la familia de los Yadava, venidos desde Dvaraka. Duryodhana, el mayor de los Kaurava, no reconoció a los Pandava que se habían disfrazado de brahmanes. Nadie superó las pruebas hasta que se alzó Arjuna. Draupadi se convirtió en la esposa de cada uno de los cinco Pandava y se dice que cada noche volvía a ser virgen. Todo esto llegó hasta Hastinapura y los Kaurava fueron a quejarse al rey Dhritarashtra porque los Pandava no habían perecido en el fuego de Varanavata.


Buen momento este para intentar agrupas los apoyos con los que cuenta cada uno de los bandos, ya claramente perfilados. A los Kaurava se ha sumado Karna y Shakuni, tío materno de los Kaurava y por tanto hermano de Gandhari. Cuentan también con los tres fieles consejeros del rey Dhitarashtra, esto es, Bhishma, Drona –el gran maestro de armas que instruyó a los Kaurava y los Pandava-, y Vidura. A ellos hay que añadir a Kripa, el otro gran maestro de armas, y a Ashvatthaman, el hijo de Drona. El venerable Bhishma aconseja repartir el reino entre los Pandava y los Kaurava, opinión que mantienen los otros dos consejeros. Los Pandava con el apoyo del rey Drupada y su hijo Dhrishtadyumna y de la familia de los Yadava, porque Kunti pertenecía a la dinastía de Yadu, aceptan la división del reino y gracias a Vishvakarman, el maestro de obras universal, construyen Indraprastha, ciudad que muy pronto se hará célebre. Todo parecía en calma cuando Arjuna viola el acuerdo al que había llegado los cinco hermanos de respetar durante un año la alcoba matrimonial de Draupadi y ha de partir al exilio que se extenderá durante ocho años. En este tiempo Arjuna se casa con Subhadra, la hermana de Krishna, y da a luz a un niño llamado Abhimanyu y después regresa a Indraprastha.


En la batalla entre Agni, el dios del fuego, e Indra, Arjuna y Krishna apoyan al primero y obtienen de él dos armas maravillosa: el arco Gandiva, cuyo ruido siembra el pánico en el corazón de cuantos lo oyen, y el disco invencible Chakra que regresa a la mano después de matar a los enemigos. Maya, un demonio artista, construye para Yudhishthira, el primogénito Pandava, una incomparable sala de asamblea en Indraprastha y necesita de una gran hazaña para hacerse coronar rey de reyes. El rey de Magadha, el poderoso Jarasandha, secundado por el rey Shishupala, que se ha adueñado de la región central de la India después de haber hecho prisioneros a más de veinte reyes, y se comporta de forma contraria al código del honor, es el prototipo de la injusticia. Bhimasena, después de trece días de combate cuerpo a cuerpo, venció a Jarasandha, desgarrándolo en dos mitades. Obtenida así la gran hazaña, Yudhishthira manda recaudar los tributos necesarios para llevar a cabo el sacrificio real, el raja-suya, propio de quien se siente rey de reyes. Durante la ceremonia Yudhishthira distingue a Krishna, lo que irrita al rey Shishupala. Entonces Bhisma, el Venerable, relata la historia de Krishna que es Vishnú, el increado, el no-nacido, el perfecto. Shishupala no se deja convencer y comienza a insultar y a blandir sus armas como armas contra Bhishma y también contra Krishna. Este le perdonará cien veces y agotado este número le decapitará, para ello a Krisha le basta con pensar en Chakra, el disco invencible.

Terminado el sacrificio Vyasa regresó a la montaña Kailasa, la morada de Shiva, pero antes indicó a Yudhishthira que la muerte de Shishupala no había alterado los malos presagios. Duryodhana regresó a Hastinapura lleno de envidia por la riqueza y bienestar de sus primos. Vidura no puede evitar que el rey ciego acepte la propuesta de su hijo Duryodhana y los Pandava son retados a una partida de dados. Yudhishthira pierde primero todo su tesoro, luego todo su imperio, más tarde a sus propios hermanos y a él mismo que se convierte en esclavo de los Kaurava; solo le queda una cosa, su esposa Draupadi. La desdichada reina convertida ya es esclava, invoca a Vishnú, es decir a Krishna. Duhshasana, el segundo de los Kaurava, comenzó a arrancarle la ropa a Draupadi, pero Krishna iba añadiendo nuevos vestidos. La dignidad de Draupadi salva a los Pandava y el rey ciego, alertado por los pésimos presagios que traía Gandhari, acepta el consejo de Vidura: todo vuelve a su estado inicial, como antes de la partida, pero las humillaciones no pueden ser borradas.


Duryodhana no se conforma y torna a visitar a su padre, quien hace regresar a los Pandava para una nueva partida. En esta ocasión los perdedores habrán de abandonar todas sus posesiones y convertirse en ermitaños durante doce años, al cabo de los cuales habrán de regresar y vivir un año en sociedad sin ser reconocidos, sólo entonces recobrarán todos sus derechos. Los Kaurava harán trampas y los Pandava perderán. Los hermanos con su esposa Draupadi y un grupo numeroso de leales parten para el exilio, buscan la virtud, el desapego por las cosas de este mundo. Yudhishthira pronuncia los ciento ocho nombres del Sol y este le entrega un vaso que siempre estará lleno de comida hasta que Draupadi quede saciada, por esa razón el rey y su esposa siempre comen los últimos. Yudhishthira se inclina por el perdón, hecho que el resto de sus hermanos y Draupadi consideran inadecuado. Arjuna por consejo de Vyasa debe partir en busca de armas divinas que estén a la altura de su valía.

Armado con Gandiva, el arco invencible, y sus dos aljabas siempre llenas de flechas, Arjuna marcha hacia el Himalaya para encontrarse con su padre, el dios Indra. Shiva le entrega a Arjuna el arma Pashupata, invencible y única que puede ser lanzada con el pensamiento, con la vista y con el arco. Yama, el dios de la Muerte, le entrega su propia maza, aquella que nadie puede esquivar. Muchas otras armas le fueron cedidas a Arjuna y durante cinco años permaneció en la ciudad divina de Amaravati instruyéndose en el arte del manejo de las armas divinas. Antes de regresar con sus hermanos Arjuna acabó con los Nivatakavacha, una tribu de unos treinta millones de demonios.


Duryodhana, Shakuni y Karna, sabedores del lugar donde se encontraban los Pandava, acudieron con un numerosísimo ejército, pero acaeció que el lugar que habían elegido para acampar, lo habían ocupado los habitantes de las nubes guiados por Chitrasena, el maestro de danza de los seres celestiales. La derrota de los Kaurava fue tan severa que corrieron a pedir ayuda a sus primos. Yudhishthira olvidó las villanías pasadas porque “sacar a un enemigo de una situación apurada es todavía más hermoso que convertirse en padre”. Los Gandharva, los habitantes de las nubes, súbditos de Chitrasena, se burlaron de Arjuna cuando este les pidió que pusieran en libertad a Duryodhana, quien finalmente tuvo que prosternarse ante Yudhishthira para recuperar la libertad. Profundamente ofendido Duryodhana decide volver a Hastinapura, abdicar a favor de su hermano Duhshasana y ayunar hasta morir. Tal resolución preocupó a los espíritus de las tinieblas que veían como uno de los suyos se rendía. Comenzaron a adularlo con mentiras, le prometieron ayuda y convertirle en el dueño del mundo. ¿Quién puede negarse?

Próximo ya a vencer el plazo del exilio, Indra, el protector de los Pandava, se dispuso a arrebatar a Karna, aliado de los Kaurava, la armadura y los pendientes que le hacían invencible, pero el Sol, padre de Karna, advierte a su hijo de las intenciones de Indra. Karna entrega las prendas de su invulnerabilidad a Indra, pero a cambio exige de este la entrega de Shakti, el arma absoluta capaz de aniquilar a cualquier adversario, que Karna pretende emplear contra Arjuna.


Los Pandava eligieron el país de los Matsya donde reinaba Virata para pasar el año decimotercero, aquel en que no debían de ser reconocidos. Después de diez meses de tranquilidad, Kichaka, el comandante en jefe del ejército del rey, comenzó a acosar a Draupadi. Bhimasena acabó con la vida del villano. La violenta muerte de Kichaka levantó las sospechas de Duryodhana y mandó al rey de los Trigarta, Susharma, para que robara al rey Virata sus rebaños. Los Pandava, que están obligados a favorecer a su anfitrión, deciden intervenir aplastando los ejércitos de Susharma y haciendo a este prisionero. Pero Duryodhana aprovecha la ocasión para atacar por el otro extremo del país de los Matsya. En palacio no hay nadie más que el pretencioso hijo de Virata, Uttara, y un eunuco, cuya verdadera identidad se corresponde con Arjuna. El ejército de Duryodhana oyó la espantosa vibración de Gandiva y sufrió la acción de Sammohana, el proyectil que trae el sueño. Arjuna recupera el rebaño y después de infringir numerosas bajas al enemigo y cortar de las vestiduras blancas de Kripa y de Drona, de las amarillas de Karna y de las azules de Duryodhana, un trozo, abandona el campo de batalla ante la estupefacción de quienes lo tenían rodeado. Duryodhana se retira a Hastinapura. Virata entrega la mano de su hija Uttarâ al hijo de Arjuna, Abhimanyu. El exilio ha terminado.

martes, 4 de febrero de 2014

El Mahabharata. Los Bharata.

         


            Parashara, célebre ermitaño, seduce a Satyavati, hija de un rey de los pescadores, en el curso de la travesía por el río Yamuna. El ermitaño hace surgir una niebla tan espesa que ni la noche pudo atravesarla y sustituyó el olor a pescado de Satyavati por un embriagador perfume, razón por la cual pasó a ser conocida como Ghandavati, la perfumada. Fruto de sus amores nacerá Vyasa en una isla del mismo río Yamuna donde fue concebido. Fue apodado Dvaipayana: “El que nació en la isla”. Vyasa nace para crear el gran poema de la India con la ayuda de Brahma. Este concede su bendición a Vyasa y para su redacción le envía a Ganesha, el dios con cabeza de elefante famoso por la belleza de su escritura, hijo del Gran Dios Shiva. Es el Mahabharata.

           


          Sauti, el narrador, se presenta ante un grupo de sabios y ermitaños en el bosque Naimisha, dispuesto a confirma la sospecha que corre entre ellos. Sí, efectivamente, Sauti ha escuchado el Mahabharata de labios de Vaishampayana, discípulo de Vyasa, mientras se hallaba en la corte del rey Janamejaya. Un día el padre de Janamejaya, el rey Parikshit, causó una humillación al brahmán Shamika y el hijo de este maldijo al rey, anunciando su muerte por el veneno de la serpiente Takshaka. El rey Parikshit tomó mil precauciones pero en el último instante del plazo, Takshaka logra darle muerte enroscándose alrededor de su cuello.
           
La acción de Takshaka, el príncipe de las serpientes, puso en guardia al rey de las serpientes, Vasuki, quien preocupado por la reacción de Janamejaya, decidió asegurar el futuro de las serpientes casando a su hermana Jaratkaru con un asceta del mismo nombre. El hijo nacido fue llamado Astika, era serio, inteligente y virtuoso. Como era de temer Janamejaya se acordó de su padre y el gran brahmán de la casa real consigió que los súbditos de Vasuki fueran arrojándose al fuego gracias a un encantamiento. Takshaka se refugió junto al dios Indra, pero este ante la insistencia de los brahmanes acabó cediendo y fue la intervención de Astika la que evitó que el príncipe de las serpientes se precipitara en el fuego.
           

Cuenta Sauti estando en este sacrificio apareció Vyasa, tataraabuelo del rey Janamejaya, y este le ruega que cuente la historia de los Kaurava y los Pandava. El discípulo de Vyasa, Vaishampayana, asegura que lo que no está presente en el Mahabharata no existe en otro lugar. Janamejaya arde en deseos de escuchar la historia completa. Y dijo Sauti a los suyos cómo empezó Vaishampayana a cantar la epopeya de los Bharata.
           
La historia comienza con el rey Dushyanta, padre de Bharata, quien un día organizó una cacería, en el transcurso de la cual y al internarse por el bosque halló a una joven en el interior de una cabaña de ermitaño. La joven le cuenta que un santo ermitaño llamado Vshvamitra había adquirido tales poderes que el mismo rey de los dioses, Indra, se mostró preocupado y decidió mandar a la ninfa Menaka para que lo sedujera. La ninfa alumbró a Shakuntala que fue recogida por el sabio Kanva y criada en el bosque. El joven rey pidió a Shakuntala que fuera su esposa y esta aceptó con la condición de que su hijo fuera el heredero del reino. El hijo se crió entre los ermitaños y se llamó Bharata y reinó con tanta diligencia que fue tomado por modelo por sus sucesores, los Bharata, y por todos los habitantes del país, el país de Bharata.


 
El vigésimo segundo rey que sucedió a Bharata fue Shantanu, el Pacificador, que poseía la rara cualidad de devolver la paz a las almas, tal vez porque el sabio Mahabhisha había elegido a Shantanu para renacer en la Tierra, después de que un incidente en el cielo de Brahma condenara a Mahabhisha y a la diosa Ganga a descender adonde reina el sufrimiento.

La bella diosa del río Ganges, es decir Ganga, en su camino hacia la Tierra encontró a los ocho Vasu que también habían sido desterrados y para aliviar su sufrimiento obtuvieron de Ganga la promesa de que serían que arrojados al agua en cuanto nacieran, a excepción de uno de ellos que habría de quedarse en la Tierra.

Shantanu prendado de los encantos de Ganga acepta la condición que esta le impone para convertirse en su esposa: no hacer preguntas, pues aquella sabía que su compromiso con los Vasu no sería entendido por Shantanu. Mantuvo este su promesa hasta el nacimiento de su octavo hijo, momento en el cual ante el temor de que también este acaba en las aguas del río, faltó a la palabra dada y le pidió explicaciones a Ganga quien abandonó a Shantanu llevándose consigo a Devavrata, “promesa divina”, el hijo que no regresó al lado paterno hasta que se hubo convertido en un noble joven.

Devavrata renuncia al trono y al matrimonio, para que su padre, Shantanu, pudiera unirse a Satyavati, ya que el padre de esta, el rey de los pescadores, había impuesto como condición para permitir la unión que su nieto fuera el único heredero. Tan sobrehumano fue el sacrificio de Devavrata que desde entonces fue llamado Bhishma, “El terrible” y Shantanu lo bendijo diciéndole que viviría tanto tiempo como quisiera.


Shantanu y Satyavati vivieron muchos años felices y tuvieron dos hijos, Citragada, el mayor, que reinó poco tiempo tras la muerte de su padre, y Vichitravirya. Como a la muerte de su hermano Vichitravirya era aún menor, Bhishma se hizo cargo de la regencia y buscó esposa para su hermanastro. Vichitravirya se casó con dos hermanas, Ambika y Ambalika, hijas del rey de Kashi. Sin embargo, murió joven, víctima de la propia pasión que sus esposas despertaban en él, y sin descendencia. Satyavati rogó a Bhishma que olvidara su promesa de celibato y se uniera con las viudas de su hermanastro, pero Bhishma rehusó. Así pues, no le quedó otra solución a Satyavati que llamar a su hijo Vyasa y se cuenta que para recibirlo primero saludó al anacoreta con respecto y después al hijo con amor. Vyasa consiente en remediar el peligro de un reino sin rey y yace con cada una de las esposas de su hermanastro Vichitravirya. Vyasa no era atractivo y Ambika cerró los ojos cuando lo vio entrar en su lecho y no los volvió a abrir hasta que se fue. Vyasa dijo: “El hijo deseado nacerá, tendrá la fuerza de mil elefantes y será padre de cien hijos, pero será ciego por el pecado de su madre. Su nombre será Dhritarashtra”. La segunda esposa, Ambalika, no cerró los ojos, pero palideció y tembló cuando vio al rudo Vyasa. Su hijo se llamó Pandu y nació pálido y enfermizo. Styavati le rogó a su hijo que, dadas las circunstancias, volviera a yacer con la primera esposa. Ambika simuló aceptar, pero la noche del encuentro se hizo reemplazar por una sirvienta. Su hijo sería sabio entre los sabios y la gloria le sonreirá, se llamara Vidura. Así la satya-yuga, la edad de oro o edad de la verdad reinó sobre la ciudad de Hastinapura. Bhishma educó a sus tres sobrinos como si fuera hijos. Ni Dhritarashtra por ciego, ni Vidura por bastardo, podían reinar así que el elegido fue Pandu.

Dhritarashtra se casó con Gandhari, quien desde entonces se colocó una venda en los ojos diciendo: “¿Por qué voy yo a ver el mundo si mi marido no lo ve?”.


Pandu tuvo dos esposas, Kunti y Madri. Kundi ya tenía un hijo cuando se casó con Pandu, era el hijo de Vivasvat, el dios del Sol, su nombre fue Karna y nació recubierto con una armadura adherida a la piel. Karna fue criado por Adhiratha, la mujer de un carretero. La segunda esposa, era costumbre que el rey tuviera dos mujeres, fue Madri, pero temeroso el rey de que se repitiera la historia de su tío Vichitravirya, no pasó más de treinta días con sus dos esposas. Después partió a la guerra y como regreso victorioso fue apodado “el león de Hastinapura”. Sin embargo, poco después cayó sobre Pandu una extraña maldición: moriría se si acercaba a sus esposas como marido. Entonces Kunti recordó que tenía el poder de invocar a cualquier dios y primero llamó al dios de la Virtud, Dharma, y concibió a Yudhishthira que será un modelo de virtud entre los hombres; luego llamó al dios del Viento, Vayu, y el segundo hijo de Pandu se llamó Bhimasena, tan fuerte como un gigante; finalmente el invocado fue Indra y el tercer hijo se llamó Arjuna que será invencible. Madri se quejó y Kunti le transmitió la formula de evocación, así Madri concibió a dos gemelos, Nakula y Sahadeva, que por su belleza e inteligencia superarían a los gemelos divinos Ashvin. Estos son los cinco hijos de Pandu, los Pandava.

Por su parte Dhritarashtra tuvo cien hijos y una hija, todos nacidos del interior de ciento un calderos en los que Vyasa había introducido un trozo de carne cortada de una bola de carne desprendida del vientre de Gandhari. El primogénito Duryodhana trajo muy malos augurios y aunque el sabio Vidura le aconsejó que no le reconociera, Dhritarashtra no renunció a su hijo. Estos son los cien Kaurava.