martes, 31 de enero de 2012

"Sinfonía para Sonia" a la venta en las siguientes librerías:


Librería "Ópalo" Plaza de Santa Ana. 
Ávila


Librería "Entrelibros" Calle José Zorrilla e Isabel la Católica. Segovia


Librería "Jambrina". Plaza del Maestro. 
Zamora


"Alejandría Libros" Calle Fajeros, 2. 
León

Librería "Margen"  Calle Enrique IV, 2. 
Valladolid


Librería Universitaria Avenida Filiberto Villalobos, 2
Salamanca

sábado, 28 de enero de 2012

miércoles, 18 de enero de 2012

Homo Faber. Max Frisch.


Max Frisch, escritor suizo que vivió entre la primera y la última década del siglo pasado, alcanzó éxito mundial con su novela No soy Stiller (1954), abandonando seguidamente su profesión de arquitecto y dedicándose a la literatura. Es, junto con Robert Walser y Hans Küng, uno de los escritores suizos de fama internacional. Mantuvo numerosas relaciones sentimentales, siendo, quizás, la más destaca la que se prolongó entre los años 1958 y 1965 con la poetisa austriaca Ingeborg Bachmann. Vivió en Zürich, Roma y Nueva York.

La obra está dividida en dos partes o etapas.

PRIMERA ETAPA escrita en Caracas del 21 de junio al 8 de julio.

Aeropuerto de La Guardia. Faber está muerto de cansancio. Hay nieve. El avión se retrasa. Ivy (su novia), quiere casarse. Un alemán, a su lado en el avión, habla. Duerme seis horas. Están sobre el Mississippi. Allí sigue, a su lado,  el de Dusseldorf. Faber se cambia de asiento, antes se afeita. Se felicita por tener que hacer escala en Texas, Houston. Faber esquiva al alemán y se mete en los servicios. El vuelo va a salir y su nombre es repetido por los altavoces para que acuda a información. Faber se desentiende y se toma una copa en el bar. El altavoz insiste y regresa a los servicios. Después de diez minutos decide salir, cree que el avión ya habrá despegado. Está en un error: en cuanto trata de poner unos telegramas, una azafata lo agarra por el codo y los mete en el avión.  El de Dusseldorf lo está esperando, le explica que se dedica a buscar un sitio donde cultivar tabaco.  
Un sueño, absurdo como sólo es posible tenerlo dentro de un avión, y cuando se despierta, situación de peligro. Aterrizaje forzoso en medio del desierto de Tamaulipas. Después de un suceso como este, a Faber y al de Dusseldorf no les queda más remedio que presentarse. Juegan al ajedrez. Faber es un técnico y dice: “Estoy acostumbrado a ver las cosas tal como son”, pura racionalidad. Estamos en 1957. En medio del desierto, por la noche, las rocas en el resplandor de la luna pueden parecer animales prehistóricos, pero Faber se aplica a la realidad de su origen volcánico y al tratamiento que le ha dado la erosión de los agentes externos. No hay más realidad que aquella que puede ser explicada científicamente. El alemán resulta ser Herbert Hencke, hermano de un antiguo amigo de Faber: Joachim. Esa casualidad podría ser explicada por el cálculo de probabilidades, pero Faber por primera vez abandona la racionalidad y dice: “Qué pequeño es el mundo”. Poco a poco la imaginación comienza a ganar terreno y tras una visión, “…todas aquellas cabezas torcidas sentadas en las butacas del avión como si este volara, en un silencio mortal, con el resplandor blanco de luna sobre las alas…”, se estremecerá “… por el espacio de un segundo, innecesariamente.” Lo inaprensible ha irrumpido entre las partidas de ajedez. Faber pregunta y Herbert contesta: Joachim está separado de su mujer, Hanna Landsberg. Hanna había sido la compañera sentimental de Faber. El mundo es cada vez más pequeño, Faber.

Tras ser rescatados, Faber decide suspender su viaje profesional de ajustador de turbinas y se marcha con Herbert a Guatemala. En Campeche un tren los lleva hasta Palenque. Allí permanecen cinco días bebiendo cerveza y sudando, esperando disponer de un jeep. Mientras tanto, un arqueólogo les habla de unas ruinas mayas situadas muy cerca de Palenque. Los mayas eran muy buenos matemáticos, pero deficientes como técnicos, ni siquiera conocía la rueda o la bóveda. Faber los desprecia. Mientras revisa el motor de un Land-Rover, Faber cuenta su relación con Hanna. La superficialidad del protagonista es asombrosamente natural: tacha a Hanna de suspicaz por su resistencia a relacionarse con alemanes después de que su padre, el de Hanna por supuesto, hubiera muerto en un campo de concentración nazi. Conocemos que Hanna quedó embarazada y Faber ignora qué ha pasado con ese hijo.
Perdidos en la selva camino de Guatelama, viajan a bordo de un viejo jeep, Faber, Herbert y Marcel, el arqueólogo. Sorprende la utilización de ese mínimo común múltiplo del lenguaje que es el sustantivo, para crear en unos pocos renglones imágenes muy reales: agua, boca, burbujas, libélulas, serpientes, tierra, gasolina, mariposas.
El orden, la practicidad de Faber, el narrador, no conoce desaliento. En medio de los tabacales no puede dejar de aclarar dos cosas: una que están perdidos y dos, que es preciso atribuir la propiedad de ese cultivo a alguien: a Herbert, sobrino de la Hencke-Bosch. Descubren el cadáver de Joachim colgado de un alambre.
Volvemos a conocer más detalles de la relación entre Faber y Hanna. Fue ella quien no quiso contraer matrimonio y él se marchó a Bagdad a trabajar. Era el año 1936.
Por fin Faber acude a Venezuela para ajustar las turbinas. No hay nada que hacer, las turbinas no han sido desembaladas. Regresa a Nueva York. Allí esta Ivy esperándolo. Para librarse de ella, Faber decide hacer su próximo viaje a París en barco, en lugar de utilizar el avión. El aterrizaje forzoso en Tamaulipas, le sirve de perfecta coartada. Resultará, así lo anticipa en su propia narración, que a borde del barco viajará su hija Sabeth.


Faber se describe a sí mismo como si fuera una máquina, una de sus turbinas. “Vivo como todo hombre de verdad, entregado a mi trabajo…, me considero feliz de vivir solo…, me gusta poderme despertar solo, sin tener que decir una palabra…, mis pensamientos están proyectados hacia adelante…, a mirar al futuro…, caricias por la noche, bueno; pero caricias por la mañana me parecen insoportables…, soy completamente objetivo…, la gente, incluso los hombres, me impone un esfuerzo…, a veces, uno se pone blando, pero luego se recobra…, los sentimentalismos…, son manifestaciones de cansancio…, [y mientras abrazo a un mujer] podría resolver de memoria cualquier problema de ajedrez.” Y después de una descripción como esta de sí mismo, Faber le pregunta a Sabeth, su hija, aunque ignore que lo es, si quiere casarse con él, y el lector tiene la sensación de que esa forma de proceder no es otra cosa que un simple experimento. Y es que al fin y al cabo “lo que importa más, es lo que dirige cada uno; yo dirijo montajes…” Claro que también hay cosas que le irritan. Le irrita, “Walter Faber comiendo ensalada, en un marco dorado.” Pero todo experimento tiene algo que la llave inglesa no alcanza a medir: Faber va a Louvre a buscar a Sabeth. Este es un hecho extraordinario, porque Faber no ha puesto nunca sus pies en un museo. Si lo hace es con la esperanza de encontrar allí a la muchacha de la rojiza cola de caballo. Así es como suceden las cosas. Luego a la ópera con ella y, de pronto, mientras la espera, Faber se siente feliz.

Excurso sobre el aborto y el hombre moderno: el hombre es el resultado del progreso, el hombre planifica, el hombre vive técnicamente, el hombre es ingeniero.

Faber hace de chófer en el viaje a Roma de Sabeth. Y se ve forzado a ir de museo en museo, siguiendo la pasión artística de ella. No hay nada peor para un ingeniero como Faber, que visitar los museos de arte.  

Brusco salto hacia delante. Sabeth es mordida por una serpiente y Faber emprende una desesperada acción para tratar de salvarle la vida. En el hospital aparece Hanna. A partir de este momento el narrador, es decir Faber, se referira a Sabeth como la niña. Hay un evidente cambio del punto de vista. Mientras la niña permanece en el hospital, Hanna y Faber vuelven a casa para comer y descansar. Faber trata de cuidar la impresión que causa en Hanna, pero se muestra como un puro mecaniscista, hasta tal punto que incluso su machismo, propio de todo homo faber, se tiñe de una ambigüedad que esconde, en realidad, nada más que superficialidad. Así piensa que a Hanna le sienta bien tener una profesión. Se convierte, entonces, Faber en un narrador neutro, algo así como una voz en off que transmite una sensación de jerarquía entre el hombre y la mujer. Hanna quiere saber dos cosas. Y para ello no duda en mentir. Le miente a Faber negándole la paternidad de Sabeth. Faber le devuelve la verdad: ha mantenido relaciones con Sabeth y Joachim ha muerto. Le oculta, sin embargo, que Joachim se suicidió. Veinticuatro horas después, Sabeth fallece aunque la muerte no es consecuencia del veneno inoculado por la víbora, sino fruto del traumatismo craneoencefálico que se originó en la caída por un terraplén cuando Sabeth huía tras la mordedura. Algo que pudo haberse evitado fácilmente, pero de lo que nadie se dio cuenta.


SEGUNDA ETAPA.
Alterna los días previos a la operación a la que va a ser sometido Faber en el hospital, con el relato del proceso de disolución del protagonista tras la muerte de Sabeth.

El hombre a merced del río de la vida, algo así es lo que expone Max Frisch en la obra que comentamos. Faber sólo se entera de su vida al final, cuando está a punto de entrar en el quirófano para ser intervenido de un cáncer de estómago y del que, él mismo está convencido, no va a salir. Ha pasado todo el tiempo de su existencia tratando de esquivar el lado oscuro del hombre. La vida es una cuestión de turbinas y estadísticas. Y precisamente la probabilidad menos probable de todas es la que acaba por golpearle en el rostro. Ignorante de su condición de padre, acaba por coincidir a bordo de un barco con su hija, con la cual mantiene relaciones. Faber se siente feliz, ignorante de su condición de moderno Edipo. Otro hecho remoto para la ciencia de la estadística, a saber, que una serpiente muerda en el pecho a un ser humano, provocará la caída, que no la muerte, de Sabeth la hija-amante de Faber, la cual fallecerá a consecuencia de un hematoma epidural, que pasa inadvertido para la ciencia de la medicina. En realidad Faber comienza a vivir cuando falla la técnica. Serán, precisamente, un par de motores, de turbinas, que dejan de funcionar, las que provocarán el aterrizaje forzoso del avión donde viaja Faber en medio del desierto de Taumalipas en Méjico. ¡Qué lejos está Faber de conocer que junto con el avión, es su vida la que está precipitando en un aterrizaje forzoso!
Ciencia y literatura, Max Frisch las ensambla de una manera muy particular. A veces el lector tiene la sensación de que las frases no se encadenan de forma sucesiva, sino alternativamente, tal y como si se tratara de tornillos dispuestos a unir piezas.

lunes, 2 de enero de 2012

Rayuela. La lectura/1.

Abordamos la lectura según las indicaciones del autor:

73 .- París, Barrio Latino, rue de la Huchette. Se inicia con una lamentación por la enfermedad que provoca el fuego sordo y sin color, que tanto puede referirse a la pobreza como a la suciedad. Pero enseguida sabemos que eso no es más que escritura y podemos abordar todas las “turas” como el único camino hacia la verdad. La primera de estas verdades es expuesta por el escritor Morellí, el alter ego de Cortázar, se trata de un tornillo en el que un napolitano concreto su ensimismamiento durante años.

1 .- París, Pont des Arts. Busca a Maga y cuenta como arrojan un paraguas roto desde lo alto de un parque al fondo de una barranca. El juego consiste en pensar en cosas inútiles, como unos zapatos con tacos de goma. Cosas que se convierten en objetos decisorios, como el terrón de azúcar que no se planta tan pronto como toca el suelo al caer, sino que adquiere las cualidades de una bola de naftalina y escapa y se esconde entre los pelos de las alfombras, huyendo de los zapatos-gallina que llevan en sus pies aquellos hombres para los que un terrón de azúcar carece de importancia.

2 .-  En esos días del cincuenta y tantos comencé a sentirme como acorralado por la Maga, que tiene un hijo llamado Rocamadour de padre desaparecido. A la Maga le gusta cantar los lieder de Hugo Wolf y Schumann. Ronald un tipo con la cabezota colorada de cowboy, toca el piano. Y para aliviar el agobio va colocando cosas en fila: lo estético, lo ético, lo religioso; un muñequito con miga de pan, una novela trascendente y una muerte heroica.

116 .-  Comentando pasajes de Morelli sobre el arte y el artista.

3 .- Aparece Horacio Oliveira que insomne fuma y piensa. Piensa en el peso del sujeto, en la noción del objeto. Hay una referencia a su camarada Traveler. Horacio reflexiona y busca principios conforme a los que actuar; la Maga no, la Maga cuando piensa en un árbol, lo hace como hoja, y cuando mira una río, lo contempla como pez, como pez río abajo.

84 .- Hojas y lámparas. Lo inmediato y lo remoto. Lo defectivo, como los verbos.

4 .- Una frase de clochard, una bohardilla iluminada y una rayuela pintada en el suelo de una plaza de París. La Maga salió de Montevideo con un pasaje de tercera y embarazada, dispuesta a tomar lecciones de canto en París y conocer la vida, pero la Maga tenía dos ventajas: una que sabía francés y dos, que era amiga de los gatos, esos dueños del tiempo y de las baldosas tibias (al menos en París). La Maga le presentó a Étienne y este les hizo conocer a Gregorovius, y como Olivera ya conocía a Perico Romero y a Ronald, el Club de la Serpiente se fue formando en las noches de Saint-Germain-des-Prés.  La Maga que se cultivaba en las vidrieras de las librerías, guiándose por los colores y las formas de los libros. Gregorovius trataba de explicarle la metafísica a la Maga y Fauconnier decía que para gente como la Maga, el misterio empezaba precisamente con la explicación. La Maga que desconfía de todo y admira las tres horas de discusión de Oliveira y Étienne, lo trasciende todo cuando habla con una hoja al borde de la vereda y la pasea por la palma de su mano.

71 .- Morelliana. Algo así como la historia del nostálgico bípedo implume y del cajón en donde habita.

5 .- Eros y Tanatos. La Maga y Horacio. Techos de hoteles.

81 .- Cita de José Lezama Lima, completamente prescindible.

74 .- Morelliana. El guijarro y la estrella. No veo más que dos piedras separadas por la distancia, o el tiempo que al fin y al cabo es lo mismo.

6 .- Teoría y práctica sobre la cita vaga, de vaguedad.

7 y 8 .- La voz de la Maga. Estoy casi seguro. No me imagino a una mucama de hotel dando consejos a Horacio sobre cómo regar los helechos.

93 .- Horacio en primera/tercera persona. Infiel Horacio.

68 .- Puro glíglico. Se entiende regular. Erotismo. Musicalidad.

9 .- “…el aire Toulouse-Lautrec de la Maga…”,  pero solo para caminar arrinconada contra el Horacio. “El deseo cada tantas horas, nunca demasiado diferente y cada vez otra cosa: trampa del tiempo para crear las ilusiones.” El brutal machismo de Horacio que reconoce a la Maga solo capaz de decidirse epidérmicamente.

104 .- Algunas afirmaciones sobre la vida.

10 .- Un soneto de jazz.

65 .- Ficha del club de la Serpiente de Ossip Gregorovius.

11 .- El surrealismo montevideano de los Cantos de Maldoror.

136 .- Cita morelliana.

12 y 13 .- Reunión del club en torno al vodka, el jazz, el humo y las ganas de vomitar. La condesa Pardo Bazán como referente en la educación sentimental, allá arriba sobre la tribuna del Ateneo madrileño, disertando sobre la condición femenina en la época de la Restauración española.

115 .- Morelliana. La tendencia hacia la abstracción de la novela: situaciones, no personajes.

14 .- Wong, otro del Club, maestro en collages. El saxo de John Coltrane y el clarinete de Sydney Bechet. Las borrosas fotos de una ejecución sádica en China. El salmodiar del bluesman Big Hill.

114 .- Noticia de una ejecución en cámara de gas. San Quintín. Años cincuenta.

177  .- Un texto del penalista Clarence Darrow sobre la condena a muerte de menores.

15 .- Llama la atención la disertación sobre las tijeras para cortar las uñas. De alguna forma está conectado con los objetos del inicio de la novela, el tornillo del 73, el paraguas o en terrón de azúcar del 1. La Maga le cuenta a Gregorovius cómo fue violada por un negro.

120 .- Ireneo echa un gusano a las hormigas.

16 .- La Maga lo mezcla todo.

137 .- Moreliana: suma y resta.

17 .- Jazz sobre un tablero de ajedrez.

97 .- Psicologías de escritor.

18 .- Delírium Trémens.

153 .- Cita de un desconocidísimo autor argentino.

19 .- Un descanso para el lector que ya andaba muy necesitado. Rocamadour, el hijo de la Maga –que nos enteramos que se llama Lucía-, está enfermo. Olivera ceba el mate y busca la unidad, como los místicos islámicos.

90 .- La descripción de Holiveira (sic), un tipo veleta, que pretende ser espectador al margen del espectáculo en la fila uno. Que usa las haches como si fueran cápsulas de penicilina para que las palabras dejen de jugar sucio con él.

20 .- Un largo y aburrido diálogo entre la Maga y Oliveira, tal vez es el glíglico inventado por la Maga lo mejor de las páginas.

126 .- Una cita del poeta romántico alemán Achim Von Arnim, correspondiente a su novela Isabel de Egipto que narra los amoríos de Carlos I antes de llegar a emperador, con una gitana.

21 .- Espléndido soliloquio de Oliveira ahogado en su “río metafísico”, abordando la realidad pesada y dura del pasado, la impostura de fingir esa vida profunda mientras la Maga cepilla las palabras.


79 .- Interesantísima disquisición sobre la antinovela. Las palabras como un revólver para preservar la paz, como flechas que apuntan hacia el mensajero. El novelista que le pide al lector comprensión, el que quiere dejar huella, la suya y aquel otro que convierte al lector en coautor.

22 .- El incidente de un leve atropello de un viejo escritor, da pie a Oliveira a una aguda reflexión sobre la soledad y, claro, la otredad. El atropellado es, será Morelli.

62 .- Un proyecto morelliano de bioquímica literaria.

23 .- Tras el incidente del atropello, Oliveira se ve envuelto en una audición pianística con obras modernas a cargo de la pianista y compositora Berthe Trépat, una especie de marioneta a la que se le adivina el relleno vegetal. Oliveira acaba por convertirse en el único espectador del concierto y esta circunstancia, como es natural, lo comprometerá hasta el extremo de tener que acompañar a la pobre Berthe Trépat a su domicilio y, al final, verse forzado a salir huyendo como consecuencia de los descarríos que la soledad ha causado en la atormentada cabeza de Berthe. Es muy posible que este personaje de la pobre Berthe, sea uno de que inspiraban mayor ternura.

124 .- La influencia de Morelli en el Club: lo axial que se convierte en depresión y exaspera de tanto recular hacia el interior.

128 .- Cita en francés: Nous sommes quelques-uns à cette époque à avoir voulu attenter aux choses, créer en nous des espaces à la vie, des espaces qui n'étaient pas et ne semblaient pas devoir trouver place dans l’espace. No me atrevo a traducirla, pero creo que engarza muy bien con el texto anterior, pues parece demandar un espacio interior al margen de los lugares del espacio. El autor es Antonin Artaud y la obra a la que corresponde la cita es El pesa-nervios. Se trata de un escritor con ideas bastante delirantes, creador del llamado teatro de la crueldad. 

24 .- Gregorovius quiere saber si Horacio va a volver, se confiesa espía y mirón. La Maga atiende a  Rocamadour que sigue enfermo.

134 .- Consejos para el jardinero aficionado del Almanaque Hachette.

25 .- Es una casilla muy cargada de objetos. El dibujo que se traza en ella está hecho con fósforos usados. Gregorovius adoraba las peceras hasta que un día perdió la virginidad en un prostíbulo, a los pies de la cama había un acuario. El pez que gira sobre sí mismo antes de golpearse con el cristal en la nariz, cumple la función de “río físico” delimitador de la realidad. La nariz como límite del mundo, dice Gregorovius. Y cuando la Maga trata de rebasar ese límite y formula la pregunta que pone de manifiesto su ignorancia, entonces aparece el violeta: el color de la nariz hinchada. La Maga no encuentra otra forma de aliviar su dolor que sacudiendo el cigarrillo “con ese gesto que estropea irresistible las alfombras suponiendo que las haya.”  En el fondo no hay color violeta sin alfombras.

141 y 60 .- La fascinante inutilidad morelliana.