“Yo soy republicano histórico,
republicano intransigente, republicano de toda la vida, republicano por
convicción y por conciencia, y el que duda de mi republicanismo me ofende y me
calumnia; por consecuencia yo no quiero ser nada en ninguna Monarquía. Pero
señores, pongamos las cosas en su punto. Cuando en un tiempo en que nuestro
fanatismo nos llevó a creer en la incompatibilidad completa de la Monarquía con
las libertades públicas, en vano existía el sistema monárquico en Inglaterra,
en vano existía en Bélgica, en vano existía en Suecia y Noruega, en vano existía
en mil puntos donde la libertad reinaba; nosotros erre que erre en que la
Monarquía y la libertad eran incompatibles. Pues yo voy a decir una cosa.
Vuestra Monarquía, con las libertades que hoy tiene, vuestra Monarquía es una
Monarquía liberal. ¿Será una Monarquía democrática? ¡Ah, señores! Aquí está la
cuestión. ¿Venceránse estos fatalismos? ¿Se sobrepujarán ciertos espíritus del
medio ambiente, como ahora se dice? ¿Bajará de lo alto una inspiración de la
conciencia humana, tal que en ninguna de nuestras instituciones deje de
realizarse el ideal de nuestro progreso? No lo sé; pero debe decir que si
vuestra Monarquía es hoy una Monarquía liberal, vuestra Monarquía será mañana
la Monarquía democrática en cuento se haya establecido el Jurado popular y el
sufragio universal. Y así como dije a los míos, y no me oyeron, en cierta noche
célebre: Nuestra República será la fórmula de esta generación, si acertáis a
hacerla conservadora, os digo ahora a vosotros: Vuestra Monarquía será la fórmula
de esta generación si acertáis a hacerla democrática”
Discurso parlamentario de Emilio
Castelar en 1888 en el debate del mensaje de contestación al discurso de la
Corona.
Si bien como afirma Carlos Seco
Serrano en su trabajo “Ideologías políticas” de donde he tomado el texto,
Castelar se adelantó en muchos años a la célebre fórmula sobre la indiferencia
en cuanto a las formas de Gobierno, me permito destacar dos apuntes: uno que
Castelar pecó de ingenuo al creer que bastaba con el Jurado popular y el
sufragio universal, para convertir un régimen en democrático (ambas
aspiraciones fueron colmadas durante la época de la Restauración sin que su carácter
oligárquico se viera transmutado), y, dos, que tan encomiable aspiración, de
haberse conseguido, nos hubiera librado con bastante probabilidad de un guerra
civil. ¡Qué políticos!
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