martes, 1 de julio de 2025

Los hombres no son islas. Nuccio Ordine

 



La carta que Albert Camus escribe el 19 de noviembre de 1957 a su maestro, Louis Germain, se ha convertido en uno de los más altos testimonios de cómo un magnífico y apasionado docente había podido cambiar la vida de un estudiante nacido en una familia pobre de Argelia, sin padre (muerto en la guerra) y criado con los sacrificios de la madre (casi sorda y analfabeta) y de la abuela. En contra de la opinión de los familiares que empujaban a Albert a encontrar enseguida un trabajo para ganarse la vida. Germain lo prepara gratuitamente para el concurso de una beca de estudios en el liceo Bugeaud. Camus tenía apenas once años. Treinta y tres años más tarde, al recibir el reconocimiento más prestigioso que se destina a un literato, Albert expresa su gratitud al educador que le había ofrecido la oportunidad de ser cuanto había llegado a ser. El 19 de diciembre, Camus dedica al mismo Germain el discurso que pronuncia en la ceremonia de Estocolmo.

 

«Querido señor Germain:

He esperado a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto.

No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero me ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas».

Albert Camus

 

Todos reconocemos en esa carta una verdad que nos traspasa. Hay verdad en ella porque es valiosa. Está repleta de significación y de sentido. Camus se expresa desde la gratitud y la modestia. El ejemplo del profesor ha infectado al alumno. Sobre esta verdad una sociedad puede levantar palacios. 

Postdata: El texto está extraído del libro de Nuccio Ordine titulado Los hombres no son islas, publicado por El Acantilado.

 


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