Karen Blixen-Finecke (1885-1962), mundialmente conocida como Isak Dinesen por su novela “Memorias de África”, nació en Rungstedlund, finca familiar cercana a la localidad de Rungsted, en Dinamarca. Su padre fue militar y tomó parte en numerosas guerras antes de establecerse como terrateniente en Dinamarca, fue diputado y escribió varios libros. La educación de Karen fue culta y selecta, guiada por institutriz y ajena a los colegios oficiales. Su matrimonio con el barón Bror Blixen-Finecke le llevó a trasladarse a África. Hasta 1931 pasó temporadas en Europa, regresando siempre a su plantación de café en las afueras de Nairobi. Se divorció de su marido 7 años después del enlace. Ehrengard se publicó después del fallecimiento de la autora, quien se dio a conocer después de regresar a Europa, completamente arruinada tras la muerte de su gran amor el aristócrata y aviador Denys Finch-Hatton. Dinesen fue contemporánea de Kafka, de Faulkner, de Mann, de Broch, pero su escritura, su forma de contar, es muy distinta. Ella misma decía que aprendió a escribir mientras les contaba cuentos a sus masái.
Una vieja dama contó la historia que ahora nos llega a nosotros. Lo primero que llama la atención son los ciento veinte años transcurridos desde que lo acontecido se contó por sí mismo. Pero eso no es más que lo que dice la historia y por tanto el tiempo pasado desde que acaeció, esto es lo que se nos va a contar, no sabemos cuándo situarlo. Ni dónde, que eso si se nos deja claro desde el inicio. Ese tratamiento del tiempo como algo misterioso no es otra cosa que un tejido, una urdimbre de la que se sirve la fantasía para captar rápidamente nuestra atención. Es curioso que cuánto más indefinido esté el tiempo, mayor sea la certeza de estar en presencia de algo revelador.
Quince años esperaron los duques de Babenhausen el nacimiento de un heredero, el príncipe Lothar, que fue apartado de la vulgaridad y la maldad. Dieciséis o diecisiete, duró la plácida felicidad de la infancia y primera juventud del hermoso príncipe, pero después fue necesario buscarle esposa. Herr Cazotte, el mejor amigo del príncipe, era famoso por sus retratos de hermosas damas y mantenía una relación de amistad y gratitud con la condena von Gassner, a la sazón bisabuela de la narradora. Los duques y Cazotte idean el plan de enviar al príncipe a recorrer las cortes de Europa acompañado del pintor. En octubre, después de la vendimia, la ciudad de Babenhausen da la bienvenida a la joven princesa Ludmilla de Leuchtenstein. Sin embargo, en navidad el círculo más intimo de la familia se sobresalta con el anuncio de que el nuevo heredero nacería con dos meses de anticipación. Herr Cazotte, ese gran artista, dibuja la solución: basta con ocultar el nacimiento durante ese mismo plazo de dos meses. Se elige un lugar, el pequeño castillo de Rosenbad, junto a un lago, entre bosques; se designa a la tutora o cuidadora, la condena Ponggendorff; pero el problema se presenta con la dama de honor que ha de acompañar a la princesa durante su retiro. Allí aparece, en la corte de Schloss Rosenband, a propuesta de nuestro querido Herr Cazotte, Ehrengard von Schreckenstein.
Vuelve Herr Cazotte a escribir a la bisabuela de la narradora, en esta ocasión para describirle Schloss Rosenband. Todo está pintado con un aire de refinamiento, de secretos sagrados que esperan ser revelados, como el Alpen-Glühen. Herr Cazotte forma parte de la pequeña corte donde se espera al inquilino de la primorosa cuna principesca. Poco a poco la atención se centra sobre Ehrengard, hija, hermana, futura esposa de guerreros, incluso ella misma conoce y maneja las armas. Herr Cazotte se concentra en ella, en Ehrengard, que sabe medir el tiempo porque conoce las cosas de la vida, que es fuerte, valerosa y tan juvenil que pide a gritos ejercicios violentos. Por fin resuena en Schloss Rosenbad el lloro agudo del principito e inmediatamente después vuelve a vibrar el silencio del secreto. Herr Cazotte se siente fuertemente atraído por Ehrengard y pretende su rendición total sin ninguna clase de contacto físico: el amor, la vida, pero sobre todo el arte porque es el artista quien está llamado a servir de árbitro a la realidad. Ehrengard plasmada anónimamente, por toda la eternidad, en la superficie de un cuadro, de un Cazotte, desnuda saliendo del lago, dando la espalda al espectador ocultándole el rostro, pero mostrándole la rotundidad de sus formas de guerrera.
La aparición de la rama lateral de la dinastía del Gran Ducado de Babenhausen, el duque Marbod, es el tema principal de este último movimiento, el rondó. Olfatean el secreto y se aproximan al castillo de Schloss Rosenband, acechando una oportunidad. Los sabuesos del duque capturan a un hombre estúpidamente celoso, Matthias, el marido de la nodriza y convierten sus agravios personales en asunto de estado. El principito y Lispeth, su nodriza, son raptados por Matthias que los lleva hasta la posada de El Jabalí Azul. Es la tarde del 14 de julio. Herr Cazotte había estado demasiado abstraído en su arte para haberse dado cuenta de la realidad, pero es prerrogativa de los artistas que con su solipsismo puedan modificar el mundo. Y el mundo les devuelve, centuplicados, todos sus sueños: tener un hijo con Ehrengard, pintar al Papa y hasta ser depositario de la fe de la Gran Duquesa.
La grandeza de esta escritora puede pasar desapercibida. Ehrengard es la historia del gran pintor Herr Cazotte, de un reino perdido en el tiempo y en la distancia, de la relación entre la vida y el arte, de la fortaleza absoluta de los sentidos, del lector mismo sentado en la venta de Juan Palomeque absorto en la ejemplaridad cervantina del cuento, del erudito que se interroga sobre si acaso estamos en presencia de un novela epistolar. Pero por encima de todo, la sensación que transmite la escritura de Isak es que brota de una fuente intemporal. El tiempo de la fantasía que tan querido nos resulta.
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