domingo, 16 de julio de 2017

Edipo rey. Edipo en Colono. Sófocles






Edipo rey

La peste asola Tebas y Edipo manda a su cuñado Creonte a Delfos (la morada Pítica de Febo) para que consulte el oráculo. La impunidad del asesino del rey Layo es la causante de la ira de Apolo que ha llevado la enfermedad y la muerte a la  ciudad cadmea. Edipo está dispuesto a dar con el criminal y publica un bando. Parece un poco sospechoso que Edipo, habiendo tomado trono y esposa de la mano del desaparecido Layo, no se haya preocupado de su venganza hasta el enojo de los dioses. (La genealogía de Tebas desde su fundación es la siguiente: Agenor, Cadmo, Polidoro, Lábdaco, Layo y Edipo). Tiresias, el ciego adivino, maldice su clarividencia y cree que es mejor dejar las cosas tal y como están. Pero la ceguera es del que quiere saber a toda costa. Tiresias se niega a hablar y Edipo fuerza su voluntad para encontrarse de frente con la verdad: tú eres el asesino que andas buscando. Discuten y Edipo le reprocha que haya urdido semejante traición para apartarlo del poder.

Tiresias hace el augurio de que el asesino, ese hombre que mató a su padre y es padre y hermano de sus hijos, saldrá de Tebas ciego y pobre.  Edipo supone una conspiración entre el adivino y su cuñado para arrebatarle el poder. El pueblo (coro) no sabe qué pensar. Creonte se defiende. Edipo le  acusa. Yocasta quiere saber qué es eso que enfrenta a su esposo y su hermano. Es en este querer saber a costa el que desencadena la tragedia.

Edipo clama a Zeus sobre sus planes después de conocer la ubicación de la encrucijada en la que Layo fue asesinado: los caminos de Delfos y Daulia en la Fócide. Sin embargo, no cae en la cuenta de toda la verdad, a pesar de  conocerla. La situación se torna cada vez más tensa hasta el punto de que el anuncio de la muerte de Polibio, el padre de Edipo, es recibido como un regalo de los dioses.  Pero el ansia de la verdad no tiene límites y pese a ser advertido por Yocasta, Edipo sigue y sigue, quiere y quiere, saber y saber. Y pregunta.

Edipo es el único hombre que tiene sobrados motivos para creer en la divinidad y, tal vez por eso, es el más miserable de todos los hombres. Pero al mismo tiempo esa resignación de hacer/dejar que el destino siga su curso, le convierte en digno de compasión.


Edipo en Colono

En su exilio y buscando un lugar donde morir llega Edipo acompañado de su hija Antígona hasta un lugar muy próximo a Atenas, concretamente un bosque sagrado que es la morada de las Euménides. Los lugareños le reciben con suspicacia y reproches: un extranjero en tierra extraña “abstente de todo lo que una ciudad tenga por malo, y aprende a venerar lo que ella considerada  venerable”. Le piden que salga del bosque sagrado. La espantosa historia de Edipo era ya plenamente conocida por todos, de ahí que en cuanto se identifica, el pueblo le pide que se vaya.

Ismene, la otra hija de Edipo, llega con malas noticias: Polinices y Eteocles están enfrentados por el trono de Tebas. Teseo, el rey de Atenas, escucha la petición de asilo de Edipo. Accede a ella e incluso le invita a su palacio. Pero Creonte llega para recordarle a Edipo que su lugar está en Tebas y le amenaza con secuestrar a sus hijas.  Interviene Teseo. La razón está de parte de Edipo: “En lo que de mí personalmente ha dependido no encontrarás ni una sola falta que echarme en cara”. Teseo rescata a las hijas retenidas, pero un nuevo suplicante se acerca a la ciudad. Se trata de Polinices, hijo de Edipo, que viene a pedir la intercesión de su padre en la guerra que mantiene contra su hermano, Eteocles, por el trono de Tebas. Edipo los maldice a ambos y les augura una muerte sin triunfo. Una tumba pide Polinices a sus hermanas antes de abandonar el lugar. Trata Antígona de remediar su propia tragedia apelando al buen sentido: que Polinices abandone una empresa que sabe con seguridad fallida y que regrese a Argos. El honor o el destino empuja irremediablemente a Policines hacia la hecatombe.

Queda la escena vacía después  de que Edipo ruegue a Teseo y sus hijas que le acompañen hasta lugar designado por los dioses para su desaparición. Así es como Edipo muere, de forma misteriosa y sin tumba. Ahora todas las desgracias se concentran en Tebas hasta donde Antígona e Ismenes vuelven sus ojos cuando las lágrimas se secan.

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