Luis Jesús Labrador, acuarela. |
El gobierno anuncia su intención de prohibir la lectura en piscinas, terrazas y playas. Las razones no están muy claras. Se habla de lo absurdo de fijar la vista en simbolos tipográficos, sobradamente conocidos, cuando con sólo levantar la cabeza es posible contemplar al hercúleo socorrista, regocijarse con la alegría de la gente que pasa lamiendo coloristas cucuruchos de helados o admirar la espuma de las olas limpias. Se aduce también que la lectura en esos espacios públicos no fomenta la relaciones familiares ni crea los necesarios lazos de convivencia para una adecuada convergencia social. !Hombre se pone usted a leer ahora que hace bueno! !Vamos que son ganas de liarla! Para leer ya está el invierno que es cuando hay que hacerlo. Esta sugerente idea, a saber, leer en invierno y disfrutar en verano, tiene sus espacios de sinergia y sincretismo (que son palabras muy bonitas porque las dos contienen una afirmación de lo que se viene a decir a continuación) que el ministerio de innovación propiciará con programas "ad hoc". Según un reciente estudio hecho público por una de esas universidades a las que le sobra el presupuesto y le faltan ideas, la lectura en verano es contraproducente por ser causa de sobrepeso e incrementar la frecuencia de los accidentes caseros. El estudio recomienda mantener los libros lejos del alcance de los niños y, en caso de conflicto agudo, permitir su acceso sólo en las horas de la siesta. La reacción de las editoriales no se ha hecho esperar. Se preguntan qué alcance tendrá esta nueva regulación sobre sus "cuadernillos de repaso veraniego" y alertan sobre el efecto suasorio que puede provocar en el destacado número de alumnos con superávit de aprendizaje. Desde la presidencia del gobierno se tacha estas críticas de malintencionadas y de constituir un ataque a las equilibradas y ranozables políticas educativas. En fin, la polémica está servida tertulianos, así que se me ha ocurrido que como es muy posible que este sea el último verano que nos dejen leer en público, bien podríamos elegir media docena de libros para despedirnos de la cultura del pasado antes de dar la bienvenida a la sensatez del futuro.
Ahí va mi selección.
“Zama. El silenciero. Los suicidas”
Antonio Di Benedetto.
Editorial El Aleph.
La trilogía de la espera del argentino Antonio Di Benedetto es un verdadero monumento literario, cuya lectura nos sumerge en los aceros de la frase corta, pulida hasta que la sorpresa de la elipsis se muestra tan afilada que corta la respiración sobrante. En la primera, Zama, considerada como su obra maestra, Di Benedetto utiliza la caperuza de una novela histórica para ofrecernos las consecuencias que la espera produce en un funcionario colonial del siglo XVIII. En El silenciero el escritor argentino construye un personaje obsesionado con el ruido, para quien los sonidos constituyen una magnitud física agresiva que desbordan la realidad convirtiéndola en imposible por intolerable. La espera es el silencio que se mueve convulso entre las ondas generadas por el sonido. En la última un periodista, cuyo padre se había suicidado a la edad de treinta y tres años, rastrea los destellos que la vida deja prendidos en los ojos de quienes han resuelto poner fin a su existencia, mientras espera que suceda lo que tiene que sobrevenir.
Es difícil tratar de buscar referentes en una escritura tan personal. El lector curioso sentirá regustos de Camus (muy claros en el final de El silenciero), de Pirandello (en especial las máscaras que caen, se yuxtaponen o incluso acaban por resultar engrosadas) y también, aunque resulte en principio extraño, de Juan Rulfo (los fantasmas del tiempo, de los ruidos y de los muertos no pueden ser más significativos) En fin uno de esos descubrimientos que al lector celoso le cuesta trabajo compartir. De verdad ¡magnífico!
“Cuentos reunidos”
Bernard Malamud
Editorial El Aleph.
Para mí, Bernard Malamud junto con Henry Roth (no confundir con Philip Roth) e Isaac Bashevis Singer, son los tres grandes escritores judíos neoyorquinos.
“La crisis de la monarquía”
Pablo Fernández Albaladejo.
Editorial Crítica/ Marcial Pons.
Tengo dos curiosidades para leer este libro. Una que habitualmente hemos oído hablar de la decadencia de la monarquía española (los Austrias mayores y los menores), ignoro por tanto si el título de crisis tiene un mero contenido comercial o encierra algo más. Y dos que el siglo XVII es el siglo del Quijote, con eso basta.
“De la vida bienaventurada y otros tratados”
Séneca.
Editorial Círculo de Lectores.
Esta edición tiene un estudio previo de María Zambrano que con seguridad es tan bueno como el propio Séneca. Un poco de senequismo para los tiempos que corren.
Continuará…