Unas breves notas antes de abordar el comentario de cada una de las epístolas.
La fecha de su redacción se sitúa entre el verano del año 62 y los últimos meses del 64, la etapa en la que Nerón inició su rivalidad con el Senado y ordenó múltiples ejecuciones.
Es una afirmación bastante común en los tratados, que Séneca dice siempre lo mismo usando palabras distintas, creo que Ismael Roca (véase su magnífica introducción a las epístolas en la edición de Gredos), lleva mucha razón cuando indica que el estilo un tanto entrecortado de Séneca, construido a base de máximas, busca una cuidadosa matización de sus ideas y exige del lector una atenta lectura. Esta es una idea fundamental para cogerle el gusto a Séneca: leer muy despacio, pararse al acabar cada párrafo y retornar al principio con asiduidad. Es decir, nada que ver con la forma actual de leer. Es curioso que Séneca nos permita descubrir lo placentero que puede resultar un rincón tranquilo y apartado, donde no haya más objetos que una silla y este libro cuya lectura ahora comentamos.
Como quiera que Séneca cita muy frecuentemente a Epicuro, puede ser de utilidad un pequeño esquema de la relación entre el epicureismo y el estoicismo. Nuevamente, el esquema se ha tomado de la introducción de Ismael Roca:
Lo que Séneca comparte con Epicuro:
a.- El aprecio por la pobreza.
b.- El retiro e independencia del sabio.
c.- La búsqueda de un modelo ideal.
d.- El imitar o secundar la naturaleza y limitar los deseos.
e.- Aprender a morir.
Lo que Séneca añade a Epicuro:
a.- Que la pobreza ha de ser voluntaria, fruto de una elección no de una necesidad.
b.- La muerte como tránsito.
c.- El retiro espiritual estoico vigoriza el espíritu.
d.- La búsqueda de la felicidad en la virtud y no en el placer.
Un último apunte. La crítica moderna considera falsa con seguridad la presunta correspondencia entre Séneca y Pablo de Tarso, e improbable la conversión de Séneca al cristianismo. Pero, en cualquier caso, es cierto que nuestro filósofo fue la mente pagana que más se acercó al mensaje evangélico.
Puede ser buena idea que leamos una epístola diaria y que las agrupemos por semanas.
Primera.-
Que mejor modo de comenzar que hablando del tiempo, pues todo “es ajeno a nosotros, tan sólo el tiempo es nuestro”.
Segunda.-
La inquietud por cambiar de lugar el cuerpo, hace enfermiza al alma. Así ocurre también a los que no seleccionan en sus lecturas a los grandes escritores y se pierden por tratar de manejar “todos al vuelo y con precipitación”. Séneca elige una máxima de Epicuro, pero no sin antes advertir que su elección corresponde a la costumbre de pasar al campamento enemigo no como tránsfuga, sino como explorador. La cita de Séneca no es exacta, advierte Roca, y dice: “Cosa honesta es la pobreza llevada con alegría”. Honestidad, pobreza y alegría. Deja para el final una de esas frases que Séneca escribe como si fuera una ola rompiendo a la orilla del mar. Ahí va: “Primero tener lo necesario, luego lo suficiente.” La virtud está por allí en medio, que cada uno inicie su propia búsqueda.
Tercera.-
Rechaza Séneca el amigo a medias que parece presentarle Lucilio como enviado de una misiva. Y aprovecha esta circunstancia para recordar a Teofrasto (un discípulo de Aristóteles), quien amonestaba a los que juzgan después de haberse encariñado. Séneca insiste en juzgar antes de amistar, pero no después. Esta es la idea central de la amistad para el de Córdoba.
Cuarta.-
Séneca instruye a Lucilio sobre la conveniencia de liberarse del temor a la muerte y del no menor de la pobreza. En ambos casos la vida tranquila y el espíritu sereno deben ser nuestros aliados. “La mayoría fluctúa miserablemente entre el miedo a la muerte y las penas de la vida, y no quiere vivir, pero no sabe morir” Esa contradicción que se encierra en ni vivir ni morir, es similar al hecho de que tanta muerte den los poderosos como los siervos. “Lo superfluo nos hace sudar”, basta la conformidad con lo necesario para que el temor de la pobreza quede espantado.
Quinta.-
Comienza con una exhortación a la perseverancia, al esfuerzo por alcanzar la sabiduría y mejorar el alma. ¡Qué lejos aquellos tiempos de los actuales! Discreción y filosofía son hermanas que han de caminar juntas. A un lugar situado en la lejanía se dirigen el deseo y el temor, aunque en este caso no caminan juntos: delante va la esperanza, detrás el miedo. Deliciosa carta.
Sexta.-
“Sin compañía no es grata la posesión de bien alguno”. Y la sabiduría no es una excepción. La separación de su amigo Lucilio, obliga a Séneca a enviarle sus propios libros anotados, pero le indica de la conveniencia de su presencia física “porque el camino es largo a través de los preceptos, breve y eficaz a través de los ejemplos”.
Séptima.-
Rehuir la multitud es la primera obligación de quien aspira a la sabiduría. Todos los comentaristas han destacado, con Scarpat a la cabeza, que la carta está redactada pensando en Nerón y sus excesos. “Dad gracias a los dioses inmortales de que el hombre a quien tratáis de enseñar la crueldad no pueda aprenderla.” El vulgo es tal, que se impone: o lo imitas o lo odias. Séneca aconseja a Lucilio que no haga ni una cosa ni la otra, es preferible “recógete en tu interior cuanto te sea posible”.
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