domingo, 28 de junio de 2015

La Celestina II



¿En quién hallaré yo fe? ¿Adónde hay verdad? ¿Quién carece de engaño? ¿Adónde no moran falsarios? ¿Quién es claro enemigo? ¿Quién es verdadero amigo? ¿Dónde no se fabrican traiciones? ¿Quién osó darme tan cruda esperanza de perdición? (Calisto a Melibea) 

Auto X

Pena de tal forma Melibea por un repentino amor hacia Calisto, que solo se explica por hechizo. Así dice Melibea que “me comen este corazón serpientes dentro de mi cuerpo” y recordemos que Celestina le dejó un ovillo impregnado con el conjuro hecho con aceite serpentino. A Celestina, Melibea pide remedio: que fue aquella causante de la desazón al venir pidiendo oración para aquel caballero que tenía dolor de muelas. El mal de Melibea es “amor dulce…, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una delectable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte”. Melibea se desmaya cuando Celestina pronuncia su nombre: ¡Calisto! Todo está hecho sólo le falta a Celestina concertar la primera entrevista: esta noche a las doce.



Auto XI

Celestina da cuenta a Calisto de la cita concertada y regresa a casa con una  cadena de oro que Calisto le entrega por sus servicios.


Auto XII

Se aproxima la medianoche con algunas dudas en el número de las campanadas y armados los tres, Calisto, Pármeno y Sempronio, van hasta la casa de Melibea. Quedan los dos criados en la calle, dando muestras en su conversación de una cobardía manifiesta. Calisto se aproxima a la puerta. Melibea finge rechazarlo para probar la certeza del amor que Calisto le confiesa. Dos horas dura la conversación con la puerta de por medio y cita para mañana. La cobardía de los dos criados de Calisto les hace estar tan presto para la huida que basta el ruido de la ronda del alguacil para que den las primeras carreras, mal van estos a defender a su amo si fuera necesario.  Y mientras esto acontece oímos a Calisto presumiendo de los muy “escogidos” suyos ante Melibea. Se va Calisto y los padres de Melibea con el alboroto de la calle se despiertan. Creen oír ruido en la habitación de su hija y la llaman. Calisto con sus criados regresa a casa, el amo se acuesta y los criados van a buscar a Celestina para cobrar su parte. La puta vieja, como la llama Pármeno, se niega, hay discusión, amenazas y finalmente los criados le dan muerte huyendo por la ventana.

Sorprende de Celestina que no sepa entrever con su astuto e intelectual ojo, las pretensiones que traen Sempronio y Pármeno en la visita postrera. El diablo que tantas veces estuvo “aparejándole oportunidades”, esta vez cambió de bando y acabó “arreciando el mal a la otra”. Es difícil expresar qué hace a este personaje tan especial. Hay probablemente una destreza locuaz que le permite inhalar el veneno de su trampa dialéctica en las víctimas sin que estas adviertan nada. Pero sobre todo una ambivalencia nunca disfrazada que sabe combinar el interés ajeno con el propio.




Auto XIII

Sosia, el mozo de espuelas de Calisto, regresa con la noticia del ajusticiamiento de Sempronio y Pármeno por el homicidio, la noche anterior, de Celestina. Se siente morir Calisto tras enterarse de la muerte de sus tres secretarios (guardadores de sus secretos) y de que de boca en boca corre por la calle la causa de la muerte: una cadena de oro que la vieja no quiso partir con ellos y que había recibido de Calisto. Resuelve este dos cosas: una, fingir que durante los hechos no estaba en la ciudad y dos, llevar escalas esta noche para franquear los muros del huerto donde la espera su amada Melibea.


Auto XIV

Calisto se retrasa y Melibea se muestra preocupada. Sosias y Tristán, el más joven de los sirvientes de Calisto, arriman la escalera a la pared del huerto. Escala Calisto y ya dentro del huerto abraza a Melibea quien le reprocha su desmesura. Fuera quedan Sosias y Tristán que se lamentan de lo poco que a su amo le ha durado el dolor por la muerte de Sempronio y Pármeno. Poco después oyen el lamento de Melibea por haber perdido la virginidad a manos de Calisto. Apasionada aquella le despide, seco este manda poner la escala a sus criados que esperan del otro lado. Ya solo, Calisto desgrana un largo monólogo. Se muestra el amante cobarde, pues decide recluirse en su gabinete hasta que la noche llegue para no tener que dar la cara por lo sucedido con Sempronio y Pármeno, y egoísta porque todos sus pensamientos se concretan en el placer disfrutado y en el por disfrutar.



Auto XV

Aparece Centurio, un soldado bellaco y truhán, que vive a expensas de Areúsa y esta le cubre de reproches. Llega Elicia cubierta con manto negro y le da noticia de las muertes acaecidas. Elicia explica a Areúsa que Celestina se negó a compartir la pulsera o cadena de oro que le había dado Calisto y que como Sempronio y Pármeno venían cansados de haber estado toda la noche acompañando a Calisto, se enojaron de verla tan codiciosa y la acuchillaron. Poco se lamenta Areúsa por la pérdida de Pármeno y mucho Elicia por la desaparición de Celestina culpando de lo sucedido a los amores de Calisto y Melibea. Areúsa propone que sea Centurión quien tome venganza de la muerte de los tres y Elicia se desentiende por no perder la casa de Celestina.


Auto XVI

Pleberio y Alisa, por lo que se deduce padres viejos de hija única, se muestran preocupados por el futuro de Melibea a quien quieren casar. Nada, ni siquiera un matrimonio dispuesto por sus padres, hará que Melibea se separe de Calisto. Alisa, la madre, se muestra ciertamente ingenua y hasta necia al pensar que su hija es tal inocente que apenas sabe nada de lo que es un hombre. Mala cosa es, además, que tras la muerte de Celestina “no hay quien reponga virgos”.



Auto XVII

Elicia necesita consuelo pues con el luto la casa es poco visitada y no entra ni blanca (dinero), ni presente (regalo) y decide traer materia (sacar enseñanza) de lo que Areúsa le dijo: que llorara poco, “que los muertos abren los ojos de los que viven, a unos con haciendas, a otros con libertad, como a ti”. Llega Sosia estando las dos primas juntas y Areúsa se propone sonsacarle cuanta información tenga sobre los dos amantes y manda esconderse a Elicia. Así se enteran ambas que la próxima cita entre los amantes está prevista para esa misma noche por la parte de la calle del Vicario gordo, en las traseras de la huerta.


Auto XVIII

Elicia y Areúsa van hasta la casa del bravucón Centurio y le piden que vengue la muerte de Sempronio y los otros. Centurio se muestra fanfarrón hasta lo cómico y dice ya saber todo cuanto Areúsa le ha sonsacado a Sosia, dando así a entender que eran ya de dominio público las citas entre Calisto y Melibea. Areúsa encarga a Centurio la muerte de Calisto que aquel acepta, pero todo parece como de chiste porque Centurio no es más que un valentón, él mismo se pinta como manco de la mano derecha a pesar de lo cual dice poseer un repertorio de más de setecientas y setenta especies de muertes. Areúsa se inclina por una que no sea de mucho bullicio y el matón cavila enseguida cómo excusarse de lo prometido.



Auto XIX

Sosia ya de camino al huerto de Pleberio comenta a Tristán los favores que dice haber recibido de Areúsa. Tristán le advierte que esta es “marcada ramera” y sólo engaño puede esperar. Melibea canta y al otro lado del muro Calisto escucha en silencio, tiende después la escala y pasa al interior del huerto, donde tiene lugar el encuentro de los amantes. Tendidos sobre la capa de Calisto, siente este las voces de su criado Sosia. Tristán avisa tarde porque Calisto se precipita contra el suelo pidiendo confesión, pero muere sin ella. La única vez que Calisto se olvida de sí mismo y corre en socorro de otro, sucumbe. Son los criados los que en plena tragedia toman la decisión para preservar el único bien que a los amantes queda: la honra. Así como Tristán y Sosia se llevan el cadáver de Calisto, Lucrecia introduce a Melibea en la casa.



Auto XX

Lucrecia avisa con urgencia a Pleberio, teme por la vida de Melibea. Sin embargo esta logra desembarazarse de todos y quedarse a solas en lo alto de la azotea de su casa, lugar desde el que se arrojará al vacío para reunirse con su amado.


Auto XXI

Pleberio entra en la casa llorando y Alisa le pregunta la causa de su desesperación. La respuesta de Pleberio es un lamento fúnebre, conocido como planto o lamento fúnebre.

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