La Casa Rubín con establecimiento
abierto en los soportales de Platerías cerró el mismo año que la monarquía
parte para el exilio, esto es, en el 68. Buena parte de la culpa del punto y
final del establecimiento, la tuvo doña Maximiliana Llorente, la esposa del
último Rubín, don Nicolás. Tres vástagos tras el padre: Juan Pablo, el mayor
(28) que era guapo y simpático; Nicolás, el mediano (25), peludo y vulgarote,
que se fue a vivir con su tío don Mateo Zacarías Llorente, capellán de
Doncellas Nobles en Toledo y con el tiempo se hizo sacerdote. Y Maxilimiano, el
pequeño 19, raquítico y sin gracia, que estudió Farmacia ante la insistencia de
Juan Pablo.
Vivía este Maxilimiano con una
tía paterna conocida como Lupe la de los pavos. Era estudiante de mucho trajín
y poco magín. Fue por mediación de otro estudiante como Maxilimiano conoció a
Fortunata y se convirtió en su redentor. Alquiló con ahorros de hucha un piso
interior en la calle de San Antón y un mes después el encanijado Maximiliano le
pide matrimonio a Fortunata. La de los pavos se opuso, pero el muchacho, que no
podía competir con la tía en lo tocante a palabrería, porfió con los hechos.
El hermano cura, Nicolás, propone
a Fortunata el internamiento en el convento de las Micaelas a efectos
reeducativos y depurativos de conductas pasadas. A todos les parece de perlas esta
especie de lejía religiosa, aunque en el caso de doña Lupe su talante liberal
le fuerza hacia una traducción más laica. Y es que la de los pavos reviste de
humanismo lo que no es más que “la imperiosa necesidad que sienten los humanos
de ejercitar y poner en funciones toda facultad grande que poseen”.
Pero ni los sermonazos del don
León Pintado ni las apariciones que de Nuestra Señora tenía Mauricia la Dura
son suficientes para que Fortunata abandone el mundo exterior. Y cuando a él
retorna tras concluir el tratamiento conventual, la trampa urdida por un
repuesto Juanito Santa Cruz no tarda en cerrarse alrededor del anillo de
casada. Mucha hembra era Fortunata para la poquita cosa de su marido. Tras el
adulterio Nicolás se empeño en sahumar.
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