viernes, 4 de enero de 2019

COMENTARIOS A LA NOVELA “DRÁCULA” de Bram Stoker


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Nos encontramos frente a una novela epistolar. No es frecuente, al menos para mí, hacer avanzar la acción y los puntos de vista de los personajes, mediante sus diarios, notas, telegramas, grabaciones... Porque eso nos obliga a cambiar de postura ante un mismo hecho, a ponernos al otro lado de la mesa, y por tanto con otra perspectiva enfrente.

Me siento tocado con la respuesta que da el Dr. Van Helsing a Mina Harker, cuando esta le dice que no la conoce:  “¿Que no la conozco? ¡Yo que soy un viejo, y he estudiado toda mi vida a los hombres y las mujeres; yo, cuya especialidad es el cerebro y todo cuanto a él se refiere y lo que de él se deriva!” Y como de la conversación de una tarde y de la lectura de un diario, puede tener ya una idea clara de los valores de esa persona. Y es que me hace reflexionar sobre los compañeros que formamos la tertulia, y que nos toca valorar la conducta humana a partir de unos datos y hechos reflejados en unos folios, y de una corta conversación personal, tenemos que sacar una idea de cómo están enfocados los valores en esa persona. Como el Dr. Van Helsing dice, si es una tiniebla en la vida, o es una luminaria.

Cuando Van Helsing trata de convencer al Dr. Seward de la existencia de vampiros, explica: “¡Ah! Ese es el error de nuestra ciencia: quiere explicarlo todo; y si no puede explicarlo, entonces no hay nada que explicar”. Y es que esa explicación está vigente en su totalidad hoy en día; parece que la hubiéramos leído en los periódicos de la mañana: lo que la ciencia no puede explicar, no existe. Aparentemente es una base de sentido común y muy científica, pero yo añadiría “que no existe para la ciencia de hoy en día”. El mismo doctor lo renta en ese capítulo: “Los que descubrieron la electricidad y sus aplicaciones, si lo hubieran hecho tiempo atrás, habrían sido quemados por brujos.” Y es que nos creemos en posesión de la verdad, nuestra verdad.

Cuando comienzan la búsqueda y persecución del Conde Drácula, como niños, como mosqueteros, unen sus manos y juran mutua fidelidad, frente a Mina, aquella a quien amaban todos, cada uno a su manera. (Pág. 374)

Y más curioso aún es el numerosísimo intercambio y funcionamiento de los telegramas. Parecen los whasts’app de su época. Sorprende como unas horas después de separarse de Mina, y estando en una casa desconocida y deshabitada, les llega un telegrama de esta a esa dirección. ¿Es que no tenía que desplazarse a Correos y Telégrafos para poner el telegrama? ¿No había colas para que les atendiesen? ¿O es que solo eran hábitos de la High Society?

Sí, parece una novela clasista: la de los porteadores de cajones, los conductores de carruajes, y la servidumbre, por un lado; y por otro la burguesía: médicos, abogados, periodistas, condes, y princesas (Lucy y Mina). Por ello, estos últimos disponen de varios meses para buscar al Conde Drácula, por no hablar de los medios materiales cuantiosos que les permiten comprar, allí donde se encuentren, caballos, carruajes, barquito de vapor….

Un tema presente en toda la novela es la minuciosidad con que planifican sus acciones, tienen en cuenta las distintas posibilidades, dividen los trabajos, incluso dejan margen para los imprevistos. Graban toda la información, escriben diarios con los sucesos de cada jornada, ordenan los datos con fichas… Incluso dejan arreglados asuntos con sus seres queridos y hacen su testamento, por lo que pueda pasar. Sin ordenadores, sin los artilugios mecánicos de hoy en día. Todo bajo control. ¡Pero es que estamos hablando de una novela escrita a finales del siglo XIX!

¿Y cómo cerrar la novela? Por lo que he visto, parece que decepciona a la mayoría de los lectores. Ya al final del capítulo 25 va introduciendo elementos: resulta que el Conde Drácula tiene una mente infantil, y actúa en base a experiencias primarias, lo que les permite prever sus siguientes pasos. Renuncia a utilizar a Mina, y cree que así no podrán averiguar nada hipnotizándola, pero no cuenta con la voluntad y sabiduría de Van Helsing, alma de la novela, líder del grupo y alter ego del autor. Incluso desliza una frase que hoy sería objeto de muchas críticas: “Mina tiene un gran cerebro, tan hábil como el de un hombre, aunque dulce como el de toda mujer”.

El grupo se adentra en los Cárpatos, se divide en varias líneas de persecución y sigue rutas sinuosas, atraviesa escarpadas montañas, desolados parajes y… tenebrosas fechas (Halloween, el Día de Difuntos…), hasta finalizar la obra un 6 de noviembre, al acabar, no con la vida sino con la no muerte de Drácula, que antes de desintegrarse alcanza una sonrisa de paz humana.

 

Efrén ARROYO ESGUEVA

 

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