Nos encontramos frente a una novela
epistolar. No es frecuente, al menos para mí, hacer avanzar la acción y los
puntos de vista de los personajes, mediante sus diarios, notas, telegramas,
grabaciones... Porque eso nos obliga a cambiar de postura ante un mismo hecho,
a ponernos al otro lado de la mesa, y por tanto con otra perspectiva enfrente.
Me siento tocado con la respuesta que
da el Dr. Van Helsing a Mina Harker, cuando esta le dice que no la conoce: “¿Que
no la conozco? ¡Yo que soy un viejo, y he estudiado toda mi vida a los hombres
y las mujeres; yo, cuya especialidad es el cerebro y todo cuanto a él se
refiere y lo que de él se deriva!” Y como de la conversación de una tarde y
de la lectura de un diario, puede tener ya una idea clara de los valores de esa
persona. Y es que me hace reflexionar sobre los compañeros que formamos la
tertulia, y que nos toca valorar la conducta humana a partir de unos datos y
hechos reflejados en unos folios, y de una corta conversación personal, tenemos
que sacar una idea de cómo están enfocados los valores en esa persona. Como el
Dr. Van Helsing dice, si es una tiniebla en la vida, o es una luminaria.
Cuando Van Helsing trata de convencer
al Dr. Seward de la existencia de vampiros, explica: “¡Ah! Ese es el error de nuestra ciencia: quiere explicarlo todo; y si
no puede explicarlo, entonces no hay nada que explicar”. Y es que esa
explicación está vigente en su totalidad hoy en día; parece que la hubiéramos
leído en los periódicos de la mañana: lo que la ciencia no puede explicar, no
existe. Aparentemente es una base de sentido común y muy científica, pero yo
añadiría “que no existe para la ciencia de hoy en día”. El mismo doctor lo
renta en ese capítulo: “Los que
descubrieron la electricidad y sus aplicaciones, si lo hubieran hecho tiempo
atrás, habrían sido quemados por brujos.” Y es que nos creemos en posesión
de la verdad, nuestra verdad.
Cuando comienzan la búsqueda y
persecución del Conde Drácula, como niños, como mosqueteros, unen sus manos y
juran mutua fidelidad, frente a Mina, aquella a quien amaban todos, cada uno a
su manera. (Pág. 374)
Y más curioso aún es el numerosísimo
intercambio y funcionamiento de los telegramas. Parecen los whasts’app de su
época. Sorprende como unas horas después de separarse de Mina, y estando en una
casa desconocida y deshabitada, les llega un telegrama de esta a esa dirección.
¿Es que no tenía que desplazarse a Correos y Telégrafos para poner el
telegrama? ¿No había colas para que les atendiesen? ¿O es que solo eran hábitos
de la High Society?
Sí, parece una novela clasista: la de
los porteadores de cajones, los conductores de carruajes, y la servidumbre, por
un lado; y por otro la burguesía: médicos, abogados, periodistas, condes, y
princesas (Lucy y Mina). Por ello, estos últimos disponen de varios meses para
buscar al Conde Drácula, por no hablar de los medios materiales cuantiosos que
les permiten comprar, allí donde se encuentren, caballos, carruajes, barquito
de vapor….
Un tema presente en toda la novela es
la minuciosidad con que planifican sus acciones, tienen en cuenta las distintas
posibilidades, dividen los trabajos, incluso dejan margen para los imprevistos.
Graban toda la información, escriben diarios con los sucesos de cada jornada,
ordenan los datos con fichas… Incluso dejan arreglados asuntos con sus seres
queridos y hacen su testamento, por lo que pueda pasar. Sin ordenadores, sin
los artilugios mecánicos de hoy en día. Todo bajo control. ¡Pero es que estamos
hablando de una novela escrita a finales del siglo XIX!
¿Y cómo cerrar la novela? Por lo que
he visto, parece que decepciona a la mayoría de los lectores. Ya al final del
capítulo 25 va introduciendo elementos: resulta que el Conde Drácula tiene una
mente infantil, y actúa en base a experiencias primarias, lo que les permite
prever sus siguientes pasos. Renuncia a utilizar a Mina, y cree que así no
podrán averiguar nada hipnotizándola, pero no cuenta con la voluntad y
sabiduría de Van Helsing, alma de la novela, líder del grupo y alter ego del
autor. Incluso desliza una frase que hoy sería objeto de muchas críticas: “Mina tiene un gran cerebro, tan hábil como
el de un hombre, aunque dulce como el de toda mujer”.
El grupo se adentra en los Cárpatos,
se divide en varias líneas de persecución y sigue rutas sinuosas, atraviesa
escarpadas montañas, desolados parajes y… tenebrosas fechas (Halloween, el Día
de Difuntos…), hasta finalizar la obra un 6 de noviembre, al acabar, no con la
vida sino con la no muerte de Drácula, que antes de desintegrarse alcanza una
sonrisa de paz humana.
Efrén ARROYO ESGUEVA
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