sábado, 5 de abril de 2025

A vuelo de pájaro. Cuadernos. Marcela Serrano

 


La obra que tenemos entre las manos pertenece a ese género ecléctico de los diarios y el cuaderno de notas del escritor. Ciertamente parece participar más de los primeros que del segundo porque todas las entradas están fechadas. Con A vuelo de pájaro la santiaguina confirma su giro de huida de la ficción que ya comenzó en su anterior novela El manto publicada en 2019.

El texto está dividido en tres cuadernos que se corresponden con el trienio de 2020 a 2023: Cuaderno de delicias, Cuaderno del asombro y Cuaderno del sol. El primero de ellos pertenece al año de la pandemia y la escritora se detiene constantemente en la búsqueda de las pequeñas cosas que dan significación a la vida, delicias que cobran vida en “el agua tibia de la piscina a la seis de la tarde”, en los olores del campo [Marcela vive mucha parte de su tiempo en una casa de campo situada en el valle de Mallarauco en la zona central de Chile], en el gallo que canta a lo lejos “probablemente dándome la razón”, en las uvas del parrón, en nuestra capacidad humana de lidiar con la ofensa…

La fugacidad y la fragilidad definen el asombro, fuerza motriz con la que la autora pone en marcha su maquinaria compositiva. Confiesa “escribo todo el día en mi mente. Luego olvido”. Lee con humildad y admiración hacia las palabras de los otros. Ve una serie turca, ama su soledad por encima de todas las cosas, mantiene una lucha constante contra las moscas y las arañas (no tolera su insolencia, su presencia impuesta), pasea con sus animales (perros y gatos), recibe las visitas de sus hijas, sus hermanas y su nieto Marcel por el que siente una inclinación absoluta.

El último cuaderno está dedicado a la plenitud, a disfrutar del sol en el rostro y dejar atrás las sombras. Viaja a Roma con su nieto “pájaros sobre el Tíber, helados de pistacho con nocciola, las visitas repetidas a Santa Maria Trastevere…

La lectura es una fiesta continua de encuentros y charla amena e inteligente. No bien entra uno se tropieza con Pessoa que saluda al sol en el último día de su vida, unos pasos más allá descubres la presencia de Borges advirtiendo a su contertulio que “no pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”. El discreto Homero que apela al refinamiento, a la elegancia, a dejar la estridencia fuera del espíritu acompañado de sus héroes y semidioses. La punzada de soledad de Canetti que insiste en “narrar y narrar para soportar la existencia y el dolor… para calmar -dice mirando a Pessoa- el desasosiego”. En el jardín está Oscar Wilde: “Una flor florece para su propia alegría”. Marcela dice que ella escribe “porque toda otra actividad me horroriza”. Fiesta literaria porque, al fin y al cabo, estamos ante el cuaderno de una escritora que cumple con sus deberes de anfitriona. Nos presenta a una pluralidad de escritores chilenos que no conocemos. La novelista Carla Guelfenbein (1959, Santiago) que “sabe hurgar en el alma humana”, el filósofo Roberto Torretti (1930, Santiago), a los poetas Armando Uribe (1933-2020), Jorge Teillier (1935-1996), Stella Díaz Varín (1926-2006), Elvira Hernández (1951, Lebu), Gabriela Mistral (1889-1957) y Rosabetty Muñoz (1964, Ancud). El poeta chileno Alfonso Alcalde (1921-1992) es uno de sus preferidos: “Hoy pedí prestado / el sol a mis vecinos / ‘una pobre hebra de luz’ / -les dije- / algo para andar / sobre la tierra / con una despavorida sombra / a cuestas”. A tus lectores, Marcela, les importa, y mucho, cuánto has leído.

Pero los Cuadernos están llenos de otras cosas, muchas otras. Hay pequeños cuentos (el de ‘La rana’ es exquisito), revelaciones (me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria), reflexiones (la capacidad de amar termina por aturdirse ante la degradación moral), pequeñas pinceladas de sí misma y de su familia (una abuela vasca y una madre escritora), de preguntas sin respuesta (¿de qué mierda estamos hechos?), de música (Brahms, Beethoven, Satie… porque cuando la música llega arrasa con todo).

Marcela Serrano (1951, Santiago) es una escritora que apaga el ruido de muchos otros: es el silencio de la escritura hecha con buena letra.