“Un caballo pifió
oculto en la oscuridad y, a más distancia, subido a alguna colina, un lobo
aulló. Boone tembló bajó su camisa de cazador, sintiéndose solo y a gusto en la
oscuridad que se cerraba a su alrededor, con aquel punto de fuego que la
mantenía a raya y el viento susurrando tristemente entre los árboles”
La frontera no es una delgada
línea de separación. No lo era para los griegos que se empeñaron en convertir
una realidad única en dos magnitudes diferentes: Occidente y Oriente. Y tampoco
lo era, como atinadamente afirma Alfredo Lara, para los mountain men americanos, empeñados en hacer de de su experiencia
individual frontera colectiva.
Boone se marcha después de haber
reñido a palos con su padre. El río Kentucky es su primer obstáculo, una vaca
en un establo su primera compañía, aparece después el hambre, el frío, el
cansancio… Pero Louisville está cerca y Boone recuerda en perfecta sucesión los
lugares que ha de atravesar para llegar a San Luis y al Mississippi: se lo ha
oído contar muchas veces a su tío Zeb. El encuentro con Jim Deakins, un joven
que transporta un cadáver, puede calificarse de afortunado a primera vista.
Pero lo que más le preocupa a Boone es atravesar el río Ohio, salir del estado
y quedar definitivamente a salvo de su padre y de otros problemas con ley. Pero
el Ohio no es el Kentucky. A punto está de ahogarse por salva a Viejo Tiro
Seguro, el rifle, que desaparecerá poco después a manos de un tipo astuto
llamado Bedwell.
A bordo de la barcaza Mandan donde viajan Boone y Jim no van
muy bien las cosas. El río es el Missouri y el estado
el de Indiana. Aunque todo le parece a Boone extranjero y extraño, muy pronto
descubre que las gallinas son igual de tontas en todas partes. Las páginas en
el Mandan recuerdan mucho a Conrad al
que con bastante probabilidad Guthrie había leído. Río arriba, el Missouri, ha
de conducirlos hasta las tierras de los pies negros.
Cerca ya de la desembocadura del
río Platte en el Missouri, al sur de Omaha, en la frontera entre Iowa y
Nebrasca, Jim y Boone se preparan, saben de la tradición de rapar a los novatos
mientras se franquea el Platte. Pero los sioux no le ponen reparos al desnudo
cuero cabelludo de Boone que en su primera partida de caza se topa con un grupo
de indios. La orilla izquierda le parece a Jourdonnais, el propietario del
Mandan, más segura para lo sucesivo. De piel de búfalo del alto Missouri hacen
los sioux sus barcas. Buscan venganza por la derrota sufrida a manos de Boone y
de Summers, el cazador que acompaña a la expedición, quien descubre la
emboscada de los indios justo a tiempo. Las cabelleras de los sioux son un
trofeo que solo saben apreciar los arakara y los pies negros.
Muy arriba ya del río, más allá
de la desembocadura del Cheyenne, Summers y Boone se entrevistan con el jefe de
los arakara, Dos Alces, y le regalan las cabelleras de los sioux. Una
desembocadura más allá, la del rio Yellostowne, en la frontera entre otros dos
Estados, Dakota del Norte y Montana, asistimos sorprendidos a un intento de
sabotaje: mister Mckenzie, muy vinculado a la Compañía Peletera Americana, no
tienen ningún interés en que nuestros protagonistas continúen su ascenso por el
río. Ni siquiera el encuentro con Zeb, el tío de Boone, que les ofrece unas
pesimistas perspectivas, es suficiente para detener a nuestros aventureros. Por
fin Summers da orden de construir el fuerte, pero el ataque de los indios lo
desbarata todo. Solo Boone, Jim y Summers logran salvar la cabellera.
Siete años después siguen juntos.
A Boone le basta con una hoguera y un búfalo que cazar, a Summers los huesos le
duelen por las noches y a Jim le gustan los tugurios de San Luis o Taos y no la maldita soledad de
un trampero de castores. Un indio loco de los pies negros, Pobrediablo, se ha
unido a ellos a orillas del río Wind. Boone aprende la lengua de los pies
negros. Un pies negros entre cuchillos
largos no puede dejar de plantear problemas.
Pobrediablo maldice los espíritus
que habitan la zona conocida como el infierno de Colter, próxima al río Stinkingwater, donde las fumarolas hacen el aire
irrespirables y un caballo puede ser tragado con su jinete en un abrir y cerrar
de ojos. Marchan en dirección noroeste, hacia Three Forks, donde la confluencia
de tres ríos da lugar al nacimiento del Missouri y donde, dicen, que hay más
pies negros que mosquitos. Boone, después de que Summers haya abandonado al
grupo, tiene una razón para internarse en un territorio tan peligroso.
Una
piel de puma, un soberbio alazán y una cabellera crow son los principales
regalos que Boone lleva para el jefe Gran Nutria de los pies negros. Sin
embargo, la viruela del hombre blanco había llegado antes hasta el valle de
Three Forks, lugar de nacimiento del Missouri, y los cadáveres de los indios se
contaban por centenares. Pero Boone tiene suerte y encuentra lo que estaba
buscando: Ojos de Cerceta, la hija del jefe indio, cruza las muñecas y las
lleva luego al corazón.
Boone y Jim viven con un puñado
de pies negros a su alrededor. Ojos de Cerceta lleva ya cinco estaciones unida
a Boone, pero aún no ha concebido. Pero los años de tranquilidad están
terminando. El Way West ya se ha iniciado. El doctor Elijah White ha llegado ya
acompañado de colonos hasta Oregón. Ya no se necesitan pieles de castores, sino
guías para atravesar un territorio salvaje y llegar a la costa oeste.
El bello valle del Teton, mitad
prado y mitad árboles, es el hogar de Bonne y de Ojos de Cerceta y de Jim entre
los piegan, una de las tribus de los
pies negros. Pero un hombre blanco aunque sea hermano de un indio, nunca deja
de poseer la dosis de estupidez suficiente para ser conducido hasta el barranco
de la tragedia y perecer en su fondo. Boone regresa sobre sus pasos para confirmar
que la verdad que le bullía en la cabeza era tan cierta como que los castores
escaseaban, que los indios estaban siendo domesticados y que una riada de
novatos hambrientos inundaba las tierras del oeste. Las mismas tierras que un
día Boone convirtió en frontera y en hogar y que otro día había manchado de
sangre amiga e injusto olvido.
La novela fue publicada en 1947
por un escritor ya formado que llevaba más de veinte años escribiendo. Posee páginas
realmente buenas que transmiten con mucho realismo no solo paisajes y lugares,
sino la profunda identificación de hombre y espacio natural. La edición es magnífica,
el prólogo bueno y necesario y la traducción aceptable aunque manifiestamente
mejorable. Un buen entretenimiento para las tardes de calor.