sábado, 15 de marzo de 2025

"El otro nombre" y “Yo es otro” Jon Fosse

 




Al principio la novela parecía aburrida y demasiado reiterativa, porque se repiten frases e ideas continuamente, porque no hay puntos y aparte, porque hay avances y retrocesos continuos en el tiempo, tan pronto está hablando del cuadro que está pintando cuando es anciano, y en ese mismo párrafo y sin cambiar de frase, se retrotrae a cualquier episodio de su infancia que te relata con todo detalle para situarte en su presente. Y así continúa página tras página, y capítulo tras capítulo.

Pero a medida que vas avanzando en la lectura te das cuenta que el autor lo ha hecho a propósito y te vas metiendo poco a poco en la cabeza de un septuagenario, que se repite las cosas cada poco tiempo y que se pasa de una cosa a otra dejando todo a medias. Sí, cuando llevas unos cuantos capítulos, ya te ha metido dentro de su argumento, te ha empapado de la mentalidad de un anciano, de sus intereses y preocupaciones, de sus inseguridades, manías...

El protagonista se llama Asle, y es un hombre de pueblo, que desde que era niño se ha dedicado a pintar y a vivir de sus cuadros, que se ha quedado viudo, y echa muchísimo de menos a su mujer. Su vecino, se llama Asleik, al que regala un cuadro cada Navidad, y que éste le ayuda quitándole la nieve de la puerta o encendiéndole las chimeneas de la casa o proporcionándole montones de leña. Son vecinos que se entiende muy bien.

De vez en cuando se acerca a, Bjørguin, una pequeña ciudad cercana a su pueblo de Dylgja, a hacer las compras, y donde cada Navidad hace una exposición de los cuadros pintados durante el año. Siempre le ha ido bien y se han vendido mucho, y eso le anima a seguir pintando, pero a mitad novela en la página 422 nos dice:

“Porque mis cuadros están al servicio del Reino de Dios, nada menos, y lo mismo pensaba antes de convertirme, pero ahora, por algún motivo, tengo de pronto la sensación de que ya he dicho todo lo que tenía que decir, sí, es como si ya no me apeteciera seguir pintando, como si no tuviera más que decir, más que añadir, pero si dejo de pintar, ¿a qué podría dedicarme? ¿Quizá leer más? Porque en realidad me gusta leer y quizá podría hacerme con una barca, y empezar a navegar por el fiordo siempre que el tiempo acompañe porque el mar me gusta de toda la vida y siempre he pensado en hacerme con un barco pues sí un barco y un perro hay que tener eso es lo que siempre he pensado, pero luego no me ha salido así, no me he hecho ni con un barco ni con un perro, pienso, porque es como si siempre hubiera estado inmerso en esto de pintar. No había sitio para más, ni para un barco ni para un perro...”.

En realidad, es como si el autor nos estuviera contando la historia de su vida, pero en presente, en experiencia viva, a pesar de los saltos en el tiempo. Hay poco recorrido argumental, con límites poco precisos entre sus protagonistas, y vuelve de nuevo a redondear los detalles de ese asunto en una especie de espiral. Es una forma arriesgada de escribir una novela, pero desde luego es original y creativa, y “o te atrapa y te sumerges en sus aguas, o acabas naufragando en sus fiordos”.

 

EFRÉN ARROYO ESGUEVA


No hay comentarios:

Publicar un comentario