Amélie Nothomb (Kobe, Japón,
1967) es una escritora belga. Reside en París. Su familia procede de Bruselas.
Su padre fue embajador en China, Japón, Laos, Birmania... Su producción
literaria en copiosa, prácticamente publica una novela todos los años. Me suscita
interés esa necesidad de expresarse. He comenzado por la última, El libro de
las hermanas.
Las extraordinarias
capacidades que desde su nacimiento evidencia Tristane pasan inadvertidas para
sus progenitores cuya paternidad no les ha hecho abandonar su estado de
adolescencia. Tristane toma contacto con la realidad muy pronto y aprende a
adaptarse utilizando recursos que no dejan de sorprender al lector. Durante los
primeros cinco años de su vida la falta de amor no hace sino prepararla para lo
que vendrá después con la llegada de su hermana Laetitia y sus primos, los
hijos de Bobette, la hermana de Nora, la madre de Tristane. Sus ojos apagados
dicen lo que su nombre pone de manifiesto. “Papá y mamá son muy buenos, pero
prefieren jugar entre ellos, no les gustan los juegos de niños, tienen unos
juegos muy singulares y para mayores, nunca han sido niños, nosotras nunca
seremos mayores”, le dice Tristane a Laetitia en la cuna.
Tristane estudia Letras en la
Sorbona, pero termina trabajando en una empresa de datos, trabajo que es de su
agrado porque le permite leer tres horas al día. Se aleja de una madre mezquina
y de un padre con el que las pocas cosas que comparte son insuficientes para
darle brillo a una mirada que sirva de soporte a las relaciones afectivas.
El texto de la escritora belga
se lee con facilidad y buen ritmo, pero en los diálogos y en la limitada
capacidad de introspección que presenta la protagonista (durante una fase de la
novela habla con su prima muerta Cosette y con un psicoanalista) se aprecia la
enorme carga que los padres pueden dejar en sus hijos.
La novela, justo es
reconocerlo, se presenta como un canto al amor fraternal por cuanto expresa
cómo las hermanas tejen entre ellos una red de afectos que suplen las
incapacidades de los progenitores. Una hermana puede ser un ángel protector.
La traducción, espléndida, es
obra de Sergi Pàmies.
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